Vuelve al ruedo la serie de circulación reducida que, entre 2012 y 2015. En sus prólogos, pone en diálogo cada obra con distintos movimientos pero también con autores clásicos. Gracias a este rescate de Piglia, algunas publicaciones se convirtieron en obras de culto.
Por Emilia Racciatti
Con la impronta del rescate y la convocatoria a la lectura de obras que tuvieron una circulación reducida, entre 2012 y 2015, Ricardo Piglia reunió en la serie del recienvenido del Fondo de Cultura Económica trabajos literarios de Ana Basualdo, Sylvia Molloy, Libertad Demitrópulos, Germán García o Miguel Briante y condensó así su perspectiva de la literatura como experiencia a través de libros en los que advertía la capacidad de intervenir en la escena nacional porque recién estaban llegando.
Una novela erótica (“La educación sentimental de la señorita Sonia“, de Susana Constante), una policial (“La muerte viaje en un ascensor“, de María Angelica Bosco) y una histórica (“Río de las congojas“, de Libertad Demitrópulos ) comparten esta colección con los cuentos completos de Ezequiel Martínez Estrada, los relatos de Héctor Libertella reunidos en “¡Cavernícolas!“, y los cuentos de Miguel Briante de “Hombre en la orilla”.
Se trata del último trabajo como editor de Piglia (Adrogué, 1941-Buenos Aires, 2017) y hoy vuelve a circular a fuerza de recomendaciones y reediciones que impulsó la editorial del Fondo y tiene entre los más vendidos a la novelas de Demitrópulos, Bosco y Molloy y los libros de cuentos de Briante y Basualdo.
En los prólogos de cada uno de los libros, el docente, escritor, editor y crítico pone en diálogo cada obra con una tradición pero también da cuenta de los movimientos, o más bien las rupturas, que logran establecer por ejemplo, “En breve cárcel” o “La educación sentimental de la señorita Sonia”. Mariana Rey, la editora que trabajó con Piglia en esta colección, señala que en esos textos de presentación, el autor de “Respiración artificial” logra poner “en relación la obra que está presentando con otras de autores consagrados, tanto de la literatura universal como latinoamericana. En esas relaciones, o conversaciones entre obras que propone, aparecen mencionados Hemingway, Faulkner, Shklovski, Joyce, Virginia Woolf, Yourcenar, etc., y también José Agustín, José Emilio Pacheco, Rulfo, Cabrera Infante, entre otros”.
“Tiene siempre un especial cuidado en no incluir a escritores argentinos contemporáneos, aunque se refiere por supuesto a Borges, Puig, Arlt, Di Benedetto, Saer, no muchos más, creo que también a Cortázar. En el caso de los cuentos de Ezequiel Martínez Estrada por ejemplo menciona a Kafka, a Thomas Bernhard a Flannery O’Connor, como si estuviera llamando la atención sobre estos cuentos geniales al ubicarlos en una misma genealogía que las obras de esos otros autores indiscutidos. Hace algo similar con ‘Río de congojas’, a la que relaciona por supuesto con ‘Zama’ y ‘El entenado’, pero en el prólogo cita también a Yourcenar”, analiza Rey en diálogo con Télam.
Hay libros de esta serie, el de Molloy, el de Basualdo o el de Demitrópulos, que se convirtieron en obras de culto a partir del rescate que hace Piglia. ¿Hay un canon en esa selección? ¿Está en ese trabajo la discusión que le interesaba plantear a Piglia con el canon?
Para Rey, esa discusión está presente: “Los trece títulos que conforman la serie representan varios géneros y, a su vez, hay una novela policial, una erótica, una romántica, una histórica, una de terror, cuentos realistas, otros fantásticos, etc. y Piglia se ocupa de enfatizar está cuestión de la diversidad de los géneros en los prólogos de los libros. Probablemente porque considera que en algunos géneros generalmente considerados marginales, como el policial o el terror, hay un mayor lugar para la experimentación en literatura”.
Ana Basualdo, que se exilió en España en 1975, escribió un solo libro de ficción: “Oldsmobile 1962” que se conoció en España en 1985 y fue recuperado en 2012 por Piglia en esta colección. Después su vínculo con la escritura estuvo atravesado por el periodismo donde plasmó su destreza y elegancia en crónicas y perfiles que fueron compilados en “El presente” por la editorial Sigilo.
“Si tuviera que arriesgar una hipótesis, diría que es el tratamiento de los objetos lo que produce el efecto de unidad en la colección. Hay algo del placer del coleccionista en los cuentos de este libro”, escribe el crítico en el prólogo fechado en marzo de 2012 en lo que define como “un libro venturoso y feliz”.
En un intercambio con Télam, Basualdo dice que es “una alegría que el librito siga su camino. Largo camino, por cierto, porque fue publicado por primera vez en 1985, por Tusquets, en Barcelona”.
“Ni antes de esos cuentos ni después escribí ficción. Los cuentos surgieron (cuando la nostalgia dejaba de ser amarga) como necesidad y deseo de construir, para recuperarlo o retenerlo, el paisaje de la infancia y la adolescencia, y los escribí cuando todavía no había acabado la dictadura ni vuelto yo a la Argentina”, repasa y agrega: “Y ahí, al parecer, terminó mi escritura literaria. Antes y después, fue y es periodística (reporteril, más bien) por oficio y vocación. Son escrituras distintas”.
En una edición que hizo Alfaguara, agregó “El camino rojo” (escrito casi diez años después), que de alguna manera, advierte que “‘desmitifica’ la atmósfera de los anteriores, quizá porque incorpora sesgadamente escenas de la guerra sucia en el mismo escenario de uno de los cuentos (“El clan”). Por supuesto, la memoria (suburbio, ríos, lecturas) actúa en todo”.
“En la ficción, el poder de un objeto depende de su capacidad de distorsionar la realidad”, señala el editor al introducir esta obra de Basualdo y convoca a encontrar esa operación en la lectura.
Sobre cómo fue la selección y edición de títulos, Rey cuenta que intervino en la segunda tarea pero no en la primera que estuvo a cargo de Piglia de manera completa. “Tanto yo como todas las personas de la editorial que participaron de la edición de la serie entre 2012 y 2015 guardamos un recuerdo imborrable. Piglia conocía muy bien el proceso de edición y participaba de todo con mucho entusiasmo, miraba las tapas, revisaba los textos de contratapa, opinaba sobre las fotos de los autores”, rememora.
La editora también dice que el proyecto de dirigir esta colección de obras de ficción argentinas está vinculado a la vuelta de Piglia al país en 2011 luego de más de una década de dar clases en Princeton, donde vivió. “En 2012 se inicia la publicación de la serie, en 2013 aparece ‘El viaje de Ida’ y en 2014 publicamos también su ´Antología personal´. Esta antología, que él consideró una retrospectiva y su obra más personal, se realizó en ese momento. Fueron años intensos, muy fructíferos y todos recordamos mucho su entusiasmo y alegría. También en esa época grabó las clases sobre Borges que dio en la Biblioteca Nacional”, recupera.
¿Quedaron afuera títulos que pensaba incorporar? “‘El mal menor’, de Charlie Feiling formó parte de la serie, uno de María Moreno no alcanzó a llegar (la serie se interrumpió antes) y creo que parte de ese material formó parte de ´Blackout´. Había dos libros sobre los que conversamos y que no alcanzaron a entrar en la serie. Uno era un volumen con dos novelas cortas y poco conocidas de Juan José Saer. Me comentó también que quería incluir algo de Sergio Chejfec, probablemente ´Lenta biografía´, que se publicó a principios de la década de 1990”, contó Rey sobre la cocina del proyecto.
Basualdo recuerda que “simple y afortunadamente” le propusieron su publicación: “No creo que existiera convocatoria. A Piglia lo conocí bastante después, durante un viaje a Buenos Aires: una cena de charla inolvidable, en su casa de Palermo. No tuve noticia de esa colección hasta que la secretaria de Piglia me escribió. Un absoluto honor, y se lo agradeceré siempre”.
¿De qué preocupaciones del gran lector Piglia da cuenta esta selección? “En el último libro de la serie, el de los cuentos completos de Martínez Estrada, comienza el prólogo diciendo algo que se cuidó mucho de no incluir en ninguno de los anteriores. En el primer párrafo afirma: ‘Imagino que la extraordinaria calidad de estos cuentos es lo que explica su lugar secundario -y casi invisible- en la narrativa argentina actual. Son demasiado buenos y por eso no encuentran su lugar.’ Es como si se preguntara: ¿Qué pasó con estos libros? ¿Por qué pasaron de largo? ¿Por qué no encontraron lectores? Y ahí volvemos al tema del nombre de la serie, que le costó tanto encontrar pero cuando lo hizo le pareció exacto, justo: se trata de libros siempre recién venidos”, responde Rey.