Cómo se vivió el superclásico y la definición de la fase regular de la Liga Nacional de Básquetbol.
Acaso a Peñarol no le importaba tanto, porque dependía de una victoria propia para salvarse. Aunque eventualmente no podía quedar indiferente al partido que se jugaba en Concordia.
Para Quilmes, en cambio, un triunfo en el superclásico resultaba primordial, pero igualmente necesaria era una caída de Atenas en el “Gigante Verde” de los entrerrianos.
Por eso, los lamentos por el mal funcionamiento del streaming o los enlaces a los resultados del sitio oficial de la Liga Nacional, estuvieron a la orden. A veces, para muchos era como volar a ciegas. Y entonces, el marco imponente, digno de otras épocas, también pareció conducir a tiempos pasados donde conseguir un resultado solía ser toda una aventura.
Mensajes de texto, pedidos por whatsapp, sintonizar una radio de los lugares más recónditos y cualquier otra posibilidad resultaban válidas para estar informado. Y, de paso, alertar al vecino de asiento, igualmente ávido de conseguir datos actualizados.
Durante buena parte del primer tiempo, se sabía que Atenas iba al frente en las cifras. Pero al llegar al descanso largo, el resultado ofrecía un 29-29 que dejaba abiertas todas las posibilidades.
El segundo período fue distinto y, de acuerdo a la información que llegaba casi de manera encubierta por las autopistas informáticas, el que corría de atrás era Atenas. En un partido mucho más rápido que el de Mar del Plata, los entrerrianos llegaron arriba al minuto final, y en el Polideportivo todavía se jugaba el tercer cuarto.
Claro que esos segundos resultaron eternos. En Concordia no terminaba más. Hasta que, algunos a través de sus teléfonos móviles, y muchos otros por los altavoces del estadio, cuando Carlos Mas anunció el 77-74 favorable a Estudiantes, explotaron de felicidad. Se gritó mucho más desde el lado de Quilmes. Pero también resultó una excelente noticia para Peñarol, porque en todo caso, la caída del “griego” lo privaba de la ventaja deportiva para el play-out.
Fueron un par de minutos de euforia y después, entonces, sí. Las dos hinchadas, por fin, pudieron enfocarse en un único objetivo: cantar y arengar para un triunfo del equipo propio. Y en básquet, se sabe, no pueden ganar los dos.
Entonces, al final de la noche solamente hubo lugar para un festejo a lo grande como cierre a una temporada chiquita.