Escribió y actúa en "La dama de las rosas", en la que también trabajan Luz Yacianci, Damián Iglesias, Tiki Lovera, Claudia Duce, Maximiliano Areitio, Nacho Marino, Mateo Falbo, Luis Iván Machuca, Jorge Alvarado y Zaira Bertani.
“La vela brinda fuego y no dicen la calor, muy macho debe ser pues le dicen el calor, la sexo la labio el madre la padre, todo da igual si causa emoción, idiotez es no saber que los muertos, por ser más de un millón que tanta guerra al pasar arrancó, díganme de qué género son, ¿son los muertos por ser machos muchos más muertos que yo? Este horror da igual sea con a o con o”.
Como si estuviera sobre el escenario, pero sin estarlo, un siempre apasionado Pepe Cibrián Campoy regala, relata con tono poético una parte del monólogo que pronuncia al comienzo de “La dama de las rosas”. Esa es la obra que subirá a escena en la sala Astor Piazzolla del Auditorium hoy a las 21 y mañana a las 20.
Se trata de una historia que transcurre en París, en los años ’20, esa época de años locos y en los que la sociedad francesa parece “emborracharse”, después de una larga y cruel Primera Guerra Mundial. Allí está la protagonista: la distinguida mujer que interpreta Pepe, que en medio de fiestas y ropas lujosas se atreve enamorarse de otra mujer.
“Ella ha vivido treinta y cinco años prisionera en un palacio impresionante, con una madre enferma mental que no la ha dejado salir, su mandato es que no hay sexo, ella está preparada para hacer gozar a otro pero no ella. Conoce en una fiesta y se enamora de Clementine y se genera algo que tiene que ver con la identidad. Yo sé que en las clases altas hay más permisos, pero no lo escribí desde ese lugar, pensé en una época, en una estética”, cuenta Pepito, quien parece haber captado una de las claves de la época: la crisis que se produce en el lenguaje, a partir de poner en crisis antes los estereotipos que representan lo femenino y lo masculino.
Sensible para traducir a historia lo que sucede en la calle, Cibrián asegura desconocer el lugar del que “bajan” las palabras. “Si me preguntás por qué escribí esta historia, no lo sé, pero entendí algo, entendí que estaba hablando de la crueldad del ser humano que define con ‘a’ con ‘o’, ¿de qué género son los que matan a las mujeres, y los que matan a los hombres? Hablo del absurdo, de la identidad, en momentos en que esto está vigente, pero yo no lo hice para especular”, reconoce el célebre director de “Drácula”.
Y admite que también la libertad de elección es otro de los grandes temas del espectáculo, que en Buenos Aires se vio en el Teatro San Martín.
Decepcionado del gobierno de Mauricio Macri (Cambiemos), Pepito no tiene pelos en la lengua para señalar que la crisis económica, financiera, social y política actual parece salida de un “túnel del tiempo”.
“Esto que nos está pasado es del túnel del tiempo, veo la repetición y la repetición pesadillesca, kafkiana, es muy triste, yo estoy destruido”.
En este contexto, asegura que el rol del teatro es singular. “El teatro tiene que adaptarse a esa realidad. El teatro, creo, tiene que impactar para que por un rato puedas olvidarte de las cosas, la gente no tiene tiempo, quiere sentir algo, si el teatro lo logra es mágico, entonces no pensás en el dólar”, observa.
Y vuelve sobre el teatro, la actividad que heredó de sus padres (Ana María Campoy y José Cibrián). “Hay que hacer las obras de teatro con velas, la realidad es que hay que hacer otro tipo de obras, hay que hacerlas con más imaginación, no podemos insistir en usar micrófonos que cuestan fortunas. Somos un país que no deja de usar la imaginación”, dijo y se manifestó abierto al momento de entender los nuevos tiempos, con sus nuevos paradigmas incluidos.
“Como autor me tengo que adaptar al tiqui tiqui del teléfono, no digo qué horror, como autor trato vertiginosamente de entender ese lenguaje de hoy, porque es de hoy”, indica curioso, observador, amable.