El ex beatle dejó en claro que no se resigna a quedarse en su rol de prócer ni que su carrera se reduce a lo creado en el famoso cuarteto de Liverpool.
por Hernani Natale
El músico británico Paul McCartney propuso anoche una cita con la historia grande de la música popular contemporánea, en un colosal concierto brindado en el porteño Campo de Polo Argentino, en el que puso de manifiesto un brillante presente que revitaliza y realza aún más su ilustre pasado.
En lo que fue su cuarta visita al país, en el marco del “Freshen Up Tour”, lanzado con la excusa de presentar su exitoso último disco “Egypt Station”, el ex beatle dejó en claro que no se resigna a quedarse en su rol de prócer ni que su carrera se reduce a lo creado en el famoso cuarteto de Liverpool.
En tal sentido, aunque el show de casi tres horas tuvo una buena cuota de clásicos beatles, con aquellas composiciones que atravesaron varias generaciones, también alcanzó momentos épicos al repasar canciones de Wings, el grupo que McCartney lideró en los ’70, y varias creaciones surgidas en los últimos años.
De esta manera, el concierto presentó un recorrido que abarcó desde “In spite of all the danger”, la primera precaria grabación realizada por Los Beatles, cuando aún se hacían llamar The Quarrymen; y los inoxidables e infaltables “All my loving”, “Lady Madonna”, Hey Jude”, “Eleonor Rigby”, “Blackbird” o “Let it be”, entre otros; hasta las más recientes “My valentine”, “Queenie Eye”, “Who cares” o “Come on to me”.
Aunque también se destacaron “Junior’s farm”, “Letting go”, “Let me roll it”, “Nineteen hundred and eighty five”, “”Live and let die” y “Band on the run”, lo que demuestra que Paul nunca se durmió en los laureles.
Pero lo más notable es que aquellos clásicos de los Beatles, que suenan en las radios desde hace más de 50 años, parecieran cobrar cada vez mayor vigencia y vitalidad en manos de McCartney y su actual banda.
Seguramente, la gran cantidad de años que el ex beatle lleva con esta formación, integrada por Paul “Wix” Wickens, en teclados; Abe Laboriel Jr., en batería; Rusty Anderson, en guitarra; y Brian Ray, en guitarra y bajo; a los que en esta gira se les sumó la sección de vientos Hot City Horns, conspiran para que todo suene compacto y con alto vuelo.
Minutos antes del show, se proyectó un video, en donde se mostraba un edificio que, en un extenso recorrido desde los cimientos hasta su terraza, dejaba al descubierto imágenes de McCartney a lo largo de su carrera.
Todo esto preparó el clima ideal para el calmo ingreso de Paul y el arranque con el emblemático acorde de “A hard day’s night”, seguido de un setlist que fue y vino en el tiempo.
Un McCartney relajado, de buen humor y particularmente preocupado en hablar en castellano, con el uso de expresiones típicamente argentinas, como “buena onda” y “copado”, se ocupó de que no quedaran ritmos ni tópicos por abordar en el concierto.
De esta manera, hubo evocación con las canciones de las distintas etapas de Los Beatles, desde la simpleza de “Love me do” y “From me to you” a las crudeza de “Helter Skelter” y “I’ve got a feeling”; como así también pasajes más rockeros, con incluso un breve cover de “Foxy lady”; y emociones varias con el recuerdo de quienes ya no están.
La “madre Mary” apareció en “Let it be”; John Lennon se hizo presente en la psicodélica “Being for the benefit of Mr Kite” y “Here today”; George Harrison en “Something” y Linda Eastman en “Maybe I’m amazed”, una hermosa composición que recrea el impacto del primer flechazo.
Pero McCartney tuvo el pulso suficiente para saber romper con los toques melodramáticos en los momentos justos y para que no todas las dedicatorias lindaran con lo emotivo, tal como ocurrió con “Got to get you into my life”, una canción de amor a la marihuana, o con “Birthday”, dirigido al carismático baterista Laboriel, quien justo cumplía años.
Los tramos finales del concierto con la festiva “Obladì-Obladá”, “Band on the run”, “Live and let die” con su infaltable pirotécnica, la coreada “Hey Jude” y gran parte del midley que cierra el recordado disco “Abbey Road” dejaron sin aliento al público.
Pero además, dejaron la sensación de haber presenciado un recital que, de punta a punta, reflejó al igual que en el video del inicio, que Paul McCartney es un artista único que está en los cimientos, en todos los pisos y en la terraza del gran edificio de la música popular contemporánea.
Télam.