Por Sergio Juan Delgado
Muchos de mis compañeros y yo sentimos un cambio a partir de que fuimos a la guerra. Desde que fui hasta que volví hubo un cambio en mí, en mi persona. Pasé a ser otro Sergio con el tema de la guerra: un Sergio que se tuvo que ir recuperando poco a poco a través de los años. Tuve que volver a encontrarme, encontrar a aquel que había dejado en la guerra justamente.
Al volver de Malvinas sentí angustia y dolor interno. ¡Cómo me dolía el alma! Sufría por dentro por lo que había vivido. Me latía el corazón, a veces por un momento demasiado fuerte y no sabía por qué era. Y con el tiempo me di cuenta que era todo lo que había vivido, todo lo que había sufrido. Yo estuve un año internado y cumplí tres años de rehabilitación. Todo eso me hizo despegar más tarde que los demás. Durante todo ese tiempo tenía contenido adentro lo que era la guerra, me parece. Y cuando explotó, explotó mal. Me lo tomaba con muchos problemas, con adicciones, lamentablemente, con un montón de trastornos psíquicos.
Nuestros logros como ex soldados combatientes fueron muchos. Primero que nada ayudarnos entre nosotros mismos. Eso de empezar a juntarnos para después formar un Centro hizo que nos mantengamos unidos entre nosotros. Y lo mejor que nos podía pasar era estar con un compañero, porque era el único que sabía lo que había vivido. Me parece que lo que más rescato es el bien que nos hicimos a nosotros, a nosotros mismos. Siempre nos sentimos con el deber de Malvinizar, de dejar la causa a otras generaciones, que son las que van a tomar el mando el día de mañana y las que van a lograr que las Malvinas vuelvan a ser argentinas.
40 años después, la otra batalla que estamos librando es involucrarnos en la sociedad para ayudar. En el centro de ex combatientes tenemos un lugar que es de bien público, donde prestamos un montón de servicios y nos hace bien hacer el bien. Le diría a quien quiere tirar la toalla, quien quiera abandonarse, que lo mejor que hay es seguir luchando por uno mismo. A mí me explotó una granada en las piernas, que no es poca cosa. Casi pierdo una. Tardé ocho años en rehabilitarme. Pero lo mío fue una lucha día a día. La verdad que no hay que bajar los brazos nunca, hay que seguir siempre adelante.
La guerra es un monstruo grande que pisa fuerte. Es algo muy dañino, algo que deja mucho rencor, algo muy feo, que deja secuelas, trastornos, un montón de cosas feas. La paz es un logro que lo tenemos que hacer entre todos. Ese relacionarnos a nivel mundial entre todos, justamente tratando de lograr la paz, que lamentablemente estamos pasando por un momento muy difícil. Y el camino a la paz es la tolerancia.
(*): Soldado Clase 1962, Cía. B, Reg. Inf. Mec.7, ciudad de La Plata.