Por Federico Bagnato
Los ravioles de la nona o el asado del domingo, como cuando el tío nos hacía jugar al juego de las estatuas o cuando mi hermana me preguntaba a mí, que no sé nada sobre moda, cómo le quedaba el vestidito de lunares blancos. Así es el estereotipo, como el Fernet con coca, el mate o el partido del fin de semana, el pelo con gel o los tacos altos, la labia masculina del viejo tano o la delicadeza de una muñeca que nunca fue; el viaje a Punta del Este o Miami y las invenciones por el mundo. Todo eso me pasa en un mes, y en todo un año, por no decir en toda la vida. Porque entre que elijo el vestidito, papá me llama para comer asado rápido y mamá me apura porque es fanática de River y quiere lavar todo antes de que empiece el partido, porque después viene el tío a contarnos chistes y a comer los ravioles de ricota de mamá. Y mi hermana me muestra el vestidito de vuelta y pienso que a nadie le importa porque solo hay que ver si ella es simpática o algo así. Como el asado que tiene que estar bueno como el Fernet con coca que nunca falla cuando estás de tacos en un boliche de Constitución y tenés al más fulero que se te pegó al lado como un sticker y quiere tomarte el pelo, porque él sabe que vos también sos media fulera, pero alguien te tiene que sacar a bailar porque si él no lo hace todos vamos a pagar tu angustia cuando vuelvas a tu casa y te mires al espejo durante una hora para dedicarte todos los adjetivos negativos que se te ocurran antes de prometerte no volver a ponerte esos tacos indomables ni la pomada para labios o la base en pomo que te tapa esos granos que pensaste que se iban con la primera menstruación, pero no. Porque ya no sos una mujer tonta que se engaña con el aplauso o se mide sobre un banco de medio metro… No, ahora creciste y tenés hijos como cualquier otra mujer y buscás casarte rápido porque así debe ser para ir al asado del domingo y que el nono del nono no piense mal de vos o algo así. Pero también puede salir mal, como la idea de abandonar a tus hijos o de querer acostarte con tu jefe para que no te echen del laburo. Pero está bien, no te vamos a juzgar. Todos tuvimos ciertos impulsos buscando sobrevivir entre líneas revolucionarias, pero no queda otra que ponerse el cinturón de esta ciudad y caminar silbando bajito.