Por Luis Tarullo
Mil trescientos. Un número aplicable a múltiples cosas, situaciones, hechos, circunstancias.Mil trescientos pesos aproximadamente cuestan 80 dólares en el mercado legal, 26 kilos de pan o 10 kilos de asado de buena calidad. En el año 1.300 DC se fundó la ciudad española de Bilbao y en el 1.300 AC los chinos -cuándo no- inventaron al ábaco.
Y así se podría seguir aplicando el 1.300 hasta casi el infinito, pero sería ocioso continuar, cuando la intención es mucho más cercana y sencilla: enumerar la cantidad de puestos de trabajo en blanco que, según las cifras oficiales, se crearon en marzo pasado.
Cualquiera puede, a primera vista, pensar que falta un cero. Pero leer y releer las estadísticas lleva inevitablemente a esa conclusión: esa es la cantidad exigua.
Es muy probable que se hayan creado muchos más puestos laborales en negro, pero ello es continuar con la eterna enfermedad argentina de la informalidad, que se repite desde hace una pila de años, destinando a la banquina a millones de personas y generando grietas impresionantes en la sociedad y en las arcas públicas.
Al mismo tiempo, se suceden situaciones insólitas que generan inmensos interrogantes que permiten dudar cada vez más de la sanidad de la economía argentina y de los pasos que se están dando para emerger.
Para ejemplo, se dice, basta un botón. Y en ese sentido hay más de uno. Por caso, un par de compañías relacionadas con la actividad agropecuaria -una de ellas reciente receptora de capitales chinos, sí, chinos, los mismos que el gobierno promete traer de a toneladas- han despedido decenas de empleados.
Incluso, una de ellas, la que recibió justamente esa supuesta generosa cantidad de inversiones, clausuró una planta en la Zona Núcleo, paradójicamente en una época donde el campo sigue dando muestras de una vitalidad que lo convierte en la actividad más próspera y traccionadora del país.
Sacrificios para todos
El propio gobierno reconoció estos días que los capitales no llegan porque saben que todavía hay mucho riesgo y poca rentabilidad. Y el argumento es que, entre otras cosas, hay que bajar costos.
Desde la UIA, con flamante nueva conducción, que en realidad es rotación de nombres en la comisión directiva, siguen los reclamos, las advertencias sobre la importación pero las coincidencias con la administración sobre los costos. Y, de paso, se pronuncian por un Pacto de la Moncloa a la Argentina.
Pero todos los gobiernos, la misma UIA y los sindicatos tuvieron montones de oportunidades. Cuidado: el Pacto de la Moncloa no se puede hacer en la Argentina tal como fue en España, por miles de razones, sobre todo históricas, pero también sociales y culturales.
Además, deberían hacer sacrificios todos. Todos. Sin excepción. Uno de los puntos del pacto fue el congelamiento de salarios y precios. Salarios y precios. En fin, sería bueno que lean el Pacto de la Moncloa antes de hablar. Parece que muchos parlotean -en todos los sectores- y pocos lo han leído.
En tanto, continúan las negociaciones salariales y varios sindicatos le están dando el gusto al gobierno públicamente, aunque por abajo también se salen con la suya. Andan varios orillando el 20, 20 y pico por ciento de aumento, pero pactan sumas fijas, adicionales y algunos etcéteras y las consabidas cláusulas gatillo para el caso de que se dispare la inflación, que todos saben que se va a disparar. No como el Correcaminos, pero quizás como el Coyote.
Una de las novedades fue el acuerdo de la UOM, que aunque se lo quiso disfrazar con un guarismo menor, el gremio lo presentó al fin como 25 por ciento.
Se trata, dijeron, de 12 por ciento retroactivo a abril, 11 desde septiembre y una suma no remunerativa de 4.000 pesos en dos tramos: 2.000 en octubre y 2.000 en febrero de 2018. Ello, según la UOM, conforma 25 por ciento.
La UTA, en tanto, firmó por 21 por ciento, pero además varias sumas fijas de alrededor de 1.500/1.600 pesos y mejoras en los viáticos, por lo que también supera aquel porcentaje inicial.
Ahora se viene la paritaria camionera. Con amenaza de medidas de fuerza, pero también es posible que si se firma menos de lo que reclama el gremio, se oculten las sumas superiores en los adicionales y otros ítems en las múltiples escalas y rubros de la actividad del sindicato de los Moyano.
Números muy particulares, mágicos casi a esta altura. En estas especiales instancias de la economía argentina seguramente más interesantes que ese 1.300, que puede ser importante para algunas cosas pero lamentablemente intrascendente para otras, urgentes y necesarias.