"A ser cruel se aprende. Y la empatía y solidaridad, también". Un cuento de de Magela Demarco y la ilustradora Caru Grossi que invita a reflexionar sobre el acoso, el ciberacoso y las burlas. A su vez, propone desactivar discursos legitimados que se reproducen generación tras generación.
“Nuestras palabras tienen poder. Nuestras miradas y gestos, también. Nos pueden entristecer, angustiar, derrumbar. O nos pueden acompañar, impulsar, abrazar y permitirnos descubrir que tenemos alas, por si queremos volar”. Así se resume en la contratapa de “Palabras semilla” el concepto que la escritora y periodista Magela Demarco y la ilustradora Caru Grossi abordan en este libro infantil, editado por Brujita de Papel y acompañado de una guía de actividades.
“Palabras semilla” anima a reflexionar acerca de los modos y formas en que nos dirigimos a los demás. Y, en caso de darnos cuenta de que pudimos lastimar a alguien, a tener una conducta reparadora. También invita a repensar los discursos que legitimamos en nuestros hogares -y en la sociedad en general-, porque los niños reproducen lo que escuchan allí.
Las palabras, al igual que las miradas y los gestos, que muchas veces utilizamos sin pensar, tienen poder. En un contexto en el que situaciones de acoso y ciberacoso crecen a pasos agigantados, ser conscientes de los efectos que generan es importante y urgente. Este libro realiza un aporte en tal sentido, que Demarco y Grossi llevan a cabo con gran nivel de reflexión y de manera amorosa.
Sobre el tema, las autoras, que ya tienen experiencia trabajando juntas en materiales para las infancias, con temáticas actuales y perfil didáctico, charlaron con LA CAPITAL.
– ¿Cómo se te ocurrió abordar el tema del acoso, la discriminación, las burlas desde el poder, las connotaciones de la palabra?
– Magela Demarco: Cuando somos chicos -lo digo también desde el rememorar mis vivencias y mis padecimientos en la infancia- no somos conscientes del poder que tienen las palabras. No nos damos cuenta de que hay frases hirientes que te pueden doler igual o más que si nos pegaran una piña en el estómago o nos dieran un empujón, las decimos y punto. No nos detenemos a reflexionar en sus consecuencias. Y me pareció importante poder hacerlo desde el libro. Las palabras tienen poder. Las palabras feas materializan sensaciones, angustias, dolores en el cuerpo. Y las palabras, los gestos y las miradas amorosas te ayudan a tener confianza, te arrullan, te alientan, te acompañan, te potencian y te alientan a caminar más rápido.
– ¿Cómo surgió el concepto de “palabras semilla”?
– Me gusta la metáfora de que todos somos semillas y que, antes o después, germinamos, florecemos. Y las palabras que nos dicen y las que nos decimos pueden acelerar estos procesos, retrasarlos o hasta incluso cercenarlos. Y, al mismo tiempo, las palabras, miradas y gestos -ajenos y propios- hacen germinar diferentes cosas: tallos vigorosos, pimpollos, flores y cosas bellas o espinos y abrojos que nos lastiman.
– ¿Cómo han influido las redes sociales, esa sensación de anonimato o impunidad, en el impacto negativo de las palabras?
– Las redes sociales tienen sus cosas buenas, pero tienen otras bastante malas. Perdemos el contacto real, cara a cara con la otra, con el otro. En lugar de ver a esa otra persona, la “miramos” a través de una pantalla, es decir, tercerizamos la mirada, la mediatizamos a través de un objeto, una red social que, claro está, persigue determinados intereses económicos, ideológicos, etcétera. En lugar de dar abrazos, mandamos emojis; en lugar de mirar a los ojos y percibir cómo se siente esa persona, miramos sus “estados” de Whatsapp, que no dicen todo, que simulan algo y esconden otro tanto. Cuando media una pantalla, se hace más difícil poder empatizar con ese otro, esa otra. Cuando alguien está triste y le damos un abrazo, se rompen algunas barreras y logramos llegar al corazón. Esto no se logra detrás de una pantalla. Y sí, el anonimato le permite a odiadores y discriminadores seriales sacar su lado oscuro de formas más impune.
“Siempre trabajo desde mis vivencias”
– ¿Cómo encaraste en esta oportunidad el poner en imagen las ideas, las palabras de Magela?
– Caru Grossi: El texto en este libro es súper amplio y metafórico. Sabíamos desde un principio que queríamos hablar muy claramente del dolor que nos causan ciertas situaciones, palabras, gestos o miradas, y de lo potenciadoras y amorosas que nos pueden resultar otras. Desde allí comencé a trabajar. Las ilustraciones son en gran parte un relato que tiene que enriquecer el texto, que lo nutre de otras posibilidades, así es que surge una narración gráfica que nos trae otros elementos, personajes en segundo plano o situaciones. Me encantan los textos metafóricos de Mage, me dan mucha libertad para proponer. Luego, consensuamos, nos consultamos e intercambiamos para sumar y lograr libros más integrados y que comuniquen esa esencia que queremos lograr. Yo siento que primero los vivimos, los atravesamos y, después, salimos al mundo a compartirlos.
– ¿Cómo trabajaste las palabras que “pegan” y las que “abrazan”?
– Me apoyé en dos conceptos o líneas visuales. En la primera, quería dejar bien claro que cuando usamos palabras o gestos que “pegan, lastiman, dañan” nos deshumanizamos, nos alejamos de nuestra naturaleza empática, nos volvemos grises, nos desconectamos de la vida. Por eso, la paleta en tonos apagados y variedad de seres descoloridos que la identifican. En la segunda parte, donde las palabras nos “abrazan, acompañan, nutren”, las páginas se inundan de vida y color, con personajes llenos de magia, cálidos, empáticos. Aparece con fuerza la naturaleza, hay flores, hojas y muchos animales, aparece la conexión con la vida, se hace presente el amor en sus diversas formas. Si observamos con cuidado, nos damos cuenta de que los personajes del principio se repiten en la segunda parte. Cambia el contexto, el entorno, las palabras y gestos de quienes los acompañan, aparecen el amor y la empatía como base. Estos personajes nos muestran diversas corporalidades y posibilidades, saliendo de los estereotipos que solemos ver y que tantas veces dibujé.
– ¿Qué fue, desde el punto de vista específico de la ilustración, lo que quisiste comunicar?
– Que tenemos la posibilidad de vivir una vida más plena, llena de amor y alegría si nutrimos y enriquecemos nuestro día a día, rodeándonos de espacios y personas que nos hagan bien, dando y recibiendo palabras calificadoras, teniendo actitudes amorosas, cerca de la mayor cantidad de naturaleza posible, cuidando y honrando todas las formas de vida que nos rodean. Vivimos en una sociedad súper antropocéntrica. Yo siento que es urgente que nos bajemos del pedestal como humanos y entendamos que somos parte de un todo que debemos cuidar, donde cada forma de vida es sagrada y no hay una más valiosa que otra.
– A la hora de trabajar el libro, de las largas charlas que me imagino habrán tenido con Magela, ¿se te vinieron recuerdos de tu propia experiencia cuando niña?
– Sí. Siempre trabajo desde mis vivencias, así que sí, mucho recorrido hacia atrás buscando todos esos lugares donde me sentí discriminada o donde yo he discriminado también. Estamos tan acostumbradas a juzgar, a criticar y a comparar y compararnos. Desde pequeños somos entrenadas en estas formas completamente violentas de comunicación y así seguimos naturalizando la violencia cada vez a niveles más altos. Siento que esto viene cambiando y hay otra conciencia, pero hay muchísimo que trabajar. Tenemos que ser más explícitos y cultivar cada día la calificación afectiva y amorosa, la propia y del otro, en el reconocimiento de nuestras singularidades, poder ver el valor y agradecer esa manera única de ser y habitar esta tierra. Y para trabajar con los más pequeños, primero tengo que trabajar mis propias violencias y dolores, porque si no pongo conciencia, seguramente estaré repitiendo lo que aprendí en casa, en la escuela, en la vida. Y eso es lo que nos planteamos revisar con este libro.
Guía de actividades
“Siempre en mis libros hay guía de actividades, porque creo que es una herramienta útil para las y los docentes, madres, padres y personas a cargo de niñas y niños. Como son temas que me movilizan particularmente, me dan ganas de brindar este complemento”, recordó Demarco.
En este caso, la trabajó junto a Ivana Rugini, que es Licenciada en Educación. “Ella me ayudó a dar un marco pedagógico y educativo a la guía. Como a ambas nos interesa, nos preocupa y ocupa el cuidado de las infancias y las adolescencias, nos entendemos muy bien”.