Junto a José Piergentili y Santiago Mancuso son tres profesores de educación física que escribieron "Juegos que nunca fallan", un libro en el que comparten los trucos para que los grupos de todas las edades redescubran la importancia de volver a jugar.
por Paola Galano
Desde hace más de veinte años comparten una amistad y una misma vocación: la enseñanza de la educación física en las aulas, en las colonias de vacaciones, en los campamentos, con alumnos y alumnas más o menos grandes. De tanto trabajar, José Piergentili, Santiago Mancuso y Pablo Migliorata se dieron cuenta de que tenían en su poder “un libro secreto”, es decir, una especie de compendio de juegos capaces de movilizar a grupos humanos disímiles.
Fruto de esa percepción, es el libro “Juegos que nunca fallan“, que acaban de presentar en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Mar del Plata y en el que comparten saberes y trucos propios de los profes con mucho camino recorrido.
También pasaron por la Feria del Libro de Buenos Aires y, además, la publicación fue declarada de Interés Deportivo y Recreativo por el Ente Municipal de Deportes y Recreación de General Pueyrredon y de Interés cultural por la Secretaría de Cultura del mismo municipio. Y ya está en las librerías de la ciudad.
“Una compañera docente en un curso de capacitación nos preguntó si nosotros (los que coordinábamos el curso) teníamos un ‘libro secreto’ del que sacábamos los juegos que hacíamos en esas jornadas. Eso nos hizo reflexionar sobre la cantidad de recursos (juegos, actividades, herramientas didácticas) que tenemos los docentes y que no solemos compartir. Son nuestras propias cajas de herramientas”, contó Migliorata a LA CAPITAL.
“Nos dimos cuenta de que teníamos material para socializar todos esos recursos, a lo largo de más de veinticinco años de trabajos en patios de escuela, colonias de vacaciones, campamentos y en un sinnúmero de experiencias vividas como profes de educación física”, agregó uno de los tres autores de este libro.
Migliorata reconoció que “pareciera que la educación física tiene un permiso social para jugar que otras áreas del aprendizaje no lo poseen”. Y en ese sentido, contó que los tres profes intentan en este libro “aportar ideas y acciones para que todos se atrevan a jugar y así puedan descubrir el valor de la actividad lúdica”.
En ese sentido, “Juegos que nunca fallan” presenta “ideas para que el juego no sea patrimonio exclusivo de la educación física y sea de utilidad para docentes de diferentes materias, trabajadores sociales, acompañantes terapéuticos, entrenadores y cualquier persona que desee jugar en sus prácticas cotidianas”, indicó.
“Suele ser subvalorado”
– ¿Por qué les parece importante reivindicar el valor del juego?
– Justamente haber vivido tantas experiencias positivas, constructivas y creadoras de vínculos duraderos nos compromete a reivindicar una práctica que muchas veces es mirada de manera despectiva. El juego suele ser subvalorado, visualizado como un mero espacio de esparcimiento o descarga de energía por parte de las niñas y niños en los recreos o, cada vez menos, en la vereda o la plaza. Nosotros nos apoyamos en algunos referentes teóricos como Mónica Kac que habla del juego como acto político y como “fenómeno cultural productor de experiencia”. Estamos hablando de una práctica subjetivante que genera valores, propicia el encuentro con los otros y como dice Mario Skilar nos permite escribir nuestra propia historia. Cuando hacemos talleres con adultos y adultos mayores y les preguntamos por los juegos de su infancia inevitablemente vemos cómo se les enciende la mirada y comienzan a rememorar su historia en esos tiempos. Y esto no es algo menor porque tiene que ver con una transmisión cultural entre generaciones.
– ¿Qué beneficios genera jugar?
– En todas las etapas históricas o culturas que se analicen, las niñas y los niños han jugado siempre por el solo placer de jugar. Pero a la vez, sin saberlo, en cada juego se ponen en marcha distintos mecanismos que tendrán gran importancia en el desarrollo futuro de cada sujeto, como la comunicación, la expresión, el pensamiento, lo vincular y la corporeidad. El sociólogo francés Roger Caillois señala que el juego vivifica las manifestaciones principales de toda cultura. Sostiene que las reglas transforman el juego en instrumento de cultura fecundo y decisivo. Y que los juegos ilustran los valores morales e intelectuales de una cultura contribuyendo a precisarlos y desarrollarlos.
– ¿Por qué los profes de educación física son los únicos que proponen juegos aún en los cursos más grandes dentro de una grilla escolar?
– La Educación Física por ser una disciplina que se ocupa de la cultura corporal utiliza con frecuencia el juego para sus prácticas. El deporte, las prácticas en la naturaleza, la recreación entre otras se nutre de lo lúdico para su desarrollo. Por lo que venimos hablando de la importancia fundamental que tiene el juego no sólo en el desarrollo de la infancia sino en aspectos constitutivos de la vida social seguramente necesitaría de profesionales exclusivos del juego, cosa que por lo menos en nuestro país no existe (o si los hay, por ejemplo los Técnicos en Recreación, son una minoría). Actualmente estamos trabajando en un proyecto que se llama “Jugar por Jugar” junto a la gente de Terapia Ocupacional (la Juegoteca), el grupo de Derecho a Jugar, los profes de Recreación del Emder, graduados y estudiantes universitarios y terciarios de todas las áreas. En este grupo tan amplio y heterogéneo vemos al juego en su sentido amplio y a su inclusión en todos los ámbitos de la vida. Y sobre todo valorizándolo como un derecho tanto de niñas y niños como de todos los ciudadanos.
“Una fuerte presencia social”
– ¿Qué diagnóstico hacen del juego entre niños, niñas y jóvenes en la actualidad? ¿Se sigue jugando?
– Nosotros hicimos un trabajo en escuelas municipales donde les preguntábamos a las y los estudiantes del segundo ciclo de primaria ¿A qué jugamos? (en el barrio, en la casa y en la escuela). Las respuestas realmente nos sorprendieron. Un porcentaje muy alto se volcó por los juegos en “la play” (o la compu) y a “ la pelota”. Pero detrás de esos juegos vinieron la escondida, la mancha, el elástico, la rayuela y las bolitas. Esto nos dio la pauta de que en el marco de esta era híper tecnológica donde el acceso a los recursos informáticos están cada vez más a mano, se sigue jugando a los juegos que los más grandes jugamos toda nuestra vida. Más allá de las dificultades en cuanto a apropiarse del espacio público y la invasión “cibernética” el juego, que según Huizinga es anterior a la cultura, sigue teniendo una fuerte presencia social.
– ¿El libro está pensado para que también jueguen los adultos?
– Nosotros decimos en el libro que los “Juegos que nunca fallan” están dirigidos a un público de 0 a 99 años. Parece un chiste pero en realidad es un posicionamiento claro hacia lo que nosotros entendemos por el fenómeno lúdico. Puedo jugar a perseguir (una “mancha”) a chiquitos del nivel inicial y ese juego va a ser muy divertido. Lo puedo hacer en primaria o secundaria y funciona. Juego a la mancha en la Colonia de Vacaciones OJA (Organización Juan Agradecido) con chicos con discapacidades severas y la pasan muy bien. Utilizo ese mismo juego con gerentes de una multinacional en una capacitación empresarial, ¡lo hemos hecho!, y hay que pararlos porque quieren seguir jugando. Justamente por lo que estuvimos hablando al principio, el carácter ontológico del juego hace que no sea una práctica exclusiva de la infancia. Lo que reivindicamos es lo humano del juego, y eso nos incluye a todas y todos.
– ¿Qué juegos son los que propone el libro? ¿Juegos grupales, para campamentos o para otros fines?
– Nosotros no comulgamos con miradas “clasificatorias” del juego, lo que implicaría una visión utilitarista del mismo. Por eso se nos ocurrió dividir los capítulos según las cartas del truco: hay juegos “4 de copa”… humildes pero necesarios, juegos “as de espadas”… los infalibles y así vamos dividiendo a los juegos según características un poco arbitrarias pero más cercanas a la realidad de lo lúdico. Estos juegos los pueden utilizar docentes de todas las áreas, trabajadores sociales y todos aquellos que con un poco de imaginación y creatividad se animen a generar ese escenario donde todo es posible.
– ¿Qué perfil tendría una sociedad cuyos integrantes no juegan?
– Justamente en el proyecto con escuelas municipales ¿A qué jugamos? cuando les preguntábamos ¿a qué jugás en tu barrio? pudimos observar que en algunos lugares no tan castigados por la inseguridad la lista de juegos era muy larga y en otros la lista era casi nula. “A qué vamos a jugar si a la tardecita ya se empiezan a escuchar los tiros”, contestó uno de los chicos. Esto nosotros lo vemos con mucha preocupación. Primero por el derecho vulnerado de esa infancia. Y luego porque ese chico que no pudo jugar perdió la posibilidad de aprender a acordar con el otro, respetar las reglas, aceptar ganar y perder, visualizar sus posibilidades y limitaciones y muchísimas experiencias de vida que todas y todos tenemos derecho a experimentar.
– ¿Cómo se conocieron los tres autores, son compañeros de trabajo?
– Los tres somos profesores de Educación Física y la vida nos fue juntando en distintos trabajos y proyectos. Somos de la misma generación, jugamos los mismos juegos y nos dimos cuenta de que nos apasionan cosas muy parecidas. Una de esas cosas que nos gustan mucho es jugar y somos jugadores actuales de todo lo que se puede, entendiendo al juego como una de nuestras formas de esparcimiento y desarrollo personal y social. Por eso fue un proceso muy placentero la escritura del libro, nos salió como jugando.
– ¿Vendrán otros libros en conjunto?
– Seguramente sí. Ya tenemos algunas ideas. La práctica de tantos años nos dio mucho material. Tenemos miles de anécdotas sobre situaciones vividas a partir del juego y creemos que todavía hay mucho por hacer con este tema.