Policiales

Ordenaron la prisión preventiva para el “depredador sexual” que violó a sus cinco hijas

El Juzgado de Garantías N°2 aceptó el pedido de la fiscal Andrea Gómez para que el hombre de 68 años, imputado por cinco casos de "abuso sexual reiterado con acceso carnal agravado por el vínculo" continúe alojado en la Unidad Penal 44 de Batán.

Depredador sexual“, así es como identifican en los pasillos de Tribunales al hombre que está imputado por haber violado durante años a sus cinco hijas -que hoy tienen entre 15 y 27 años- y que el Juzgado de Garantías N° 2 ordenó la prisión preventiva para que continúe en la Unidad Penal 44 de Batán mientras avanza la causa en su contra.

Este “depredador sexual”, C. L. B -su nombre no será publicado para que no puedan ser identificadas las víctimas, sus propias hijas-, tiene 68 años y a pesar de que se pudo argumentar que por ser parte de la población de riesgo del coronavirus debería salir de la prisión, el juez Saúl Errandonea decidió mantener al imputado por “abuso sexual reiterado con acceso carnal agravado por el

vínculo” alojado en el Penitenciario de Batán, pero por las medidas adoptadas en el marco de la pandemia por el COVID-19, “se deberá prescindir de la comparecencia del imputado ante éste Juzgado para su respectiva notificación personal, poniendo en conocimiento de lo resuelto electrónicamente a C. L. B. y a las autoridades penitenciarias”.

C. L. B. se encuentra detenido desde el 20 de mayo, luego de que a raíz de la denuncia de una de las víctimas, la policía lo detuviera mientras iba con otra de sus hijas a un campo familiar – en lo que podría haber sido otra violación. El hombre, por recomendación de la Defensoría Oficial, se negó a declarar ante la fiscal Andrea Gómez y, con la cantidad de carga probatoria en su contra, todo parece indicar que esperará encerrado el juicio y la condena, que podría ser de hasta 15 años de prisión.

Para el juez Errandonea, la prisión preventiva se ve justificada “no solo en la magnitud de la pena en expectativa de los delitos, sino también en las circunstancias que rodean al presente caso, la situación de vulnerabilidad que alcanza a las víctimas y a su grupo familiar, teniendo en cuenta lo vivido por ellas, como así también el relato respecto del temperamento del imputado, resultando ser un hombre violento, lo que hace presumir que de encontrarse en libertad el imputado podría influir sobre las mismas y los testigos para torcer el rumbo de la presente investigación. Estas circunstancias operan como objetiva base para arribar a la fundada presunción de peligrosidad procesal que demanda la medida de coerción personal que aquí se habilita”.

Según surge de la investigación, C. L. B. era un hombre sumamente violento que tenía atormentada a toda su familia: a su esposa la golpeaba y la amenazaba, a sus cinco hijas las violaba y a sus hijos los castigaba física y verbalmente. Además, poseía armas en su casa -que fueron secuestradas- con las que en más de una ocasión amenazó a todos los integrantes de la familia.

Este “cuadro de perversión” se conoció el 20 de mayo, cuando R. E. B., de 20 años, se animó a ir hasta la Comisaría de la Mujer y contar los tormentos que sufría ella y sus cuatro hermanas, que eran abusadas constantemente desde hacía años por su padre. Puntualmente en su caso, la joven aseguró que su padre comenzó a violarla cuando tenía 7 años tanto en su casa del barrio Peralta Ramos Oeste como en unos departamentos que el hombre tenía para alquilar en la Avenida Peralta Ramos.

Según se desprende del relato de R. E. B. -y coincidente con el de las otras víctimas- los abusos por parte de su padre, en un principio, eran tocamientos por debajo de la ropa en sus partes íntimas, pero la perversión y los abusos aumentaban con el paso del tiempo y, desde los 10 años, comenzó a penetrarla.

Además de los abusos, eran víctimas de golpes e insultos. Al hombre lo describieron como “una persona la que se le tiene miedo”, por eso es que nunca antes pudieron denunciarlo ni contar nada.

Junto a la denuncia en la Comisaría de la Mujer y a su relato, R. E. B. aportó una tarjeta de memoria con una grabación en la que se ven imágenes de la última vez que fue abusada por su padre, que corresponden al 18 de mayo, es decir dos días antes de que se presentara ante la policía. Además, la médica de la policía, Claudia Carrizo, constató que la víctima tenía “series lesiones” compatibles con reiterados abusos sexuales de larga data.

Una a una, las hijas de C. L. B., con el hombre ya detenido, contaron sobre los tormentos que vivieron y aseguraron que fueron violados, salvo la mayor quien dijo que jamás fue penetrada por su padre, pero que sí la manoseaba. En uno de los testimonios una de las hijas, gran esfuerzo y entre llantos, contó que cuando tenía 16 o 17 años, su padre la llevó a un hotel alojamiento para violarla.

Cada día que pasaba era peor“, fue la conclusión de otra de las víctimas, que le explicó a los investigadores que una vez, por negarse, su padre la azotó con un cable en todo el cuerpo y toda esa semana fue víctima de maltratos físicos y verbales. “Cada día era peor”.

A medida que las mujeres crecieron se pusieron en pareja y abandonaron el hogar, y si bien escapaban de los tormentos, sabían que otra de sus hermanas quedaba a merced del “depredador sexual” que era su padre. Tal fue el caso de la menor, que hoy tiene 15 años y tuvo que declarar en Cámara Gesell en un testimonio que no solo dio cuenta de los abusos que sufría, si no de los malos tratos físicos y psicológicos a los que era sometida.

La detención del violador

El 20 de mayo, cuando R. E. B. realizaba la denuncia en la Comisaría de la Mujer otra de sus hermanas la llamó por teléfono y le dijo que junto a su padre estaban por salir de su casa del barrio Peralta Ramos Oeste hacia el campo de la familia “para darle de comer a los chanchos”. La denunciante pidió ayuda urgente a la policía, ya que aseguraba que su padre volvería a violar a una de sus hermanas.

Al tomar conocimiento de esa novedad por parte de los uniformados que atendían a la víctima, la fiscal Gómez ordenó que el personal del CPC Sur, que realiza retenes en ese sector de la ciudad, en el marco del cumplimiento del aislamiento social preventivo y obligatorio por la pandemia del coronavirus, endureciera los controles para evitar que el hombre y su hija lograran acceder al campo.

Finalmente, esa noche la policía interceptó al auto en el que se trasladaban la mujer y su padre, al que detuvieron y pusieron a disposición de la Justicia.

 

 

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