La joven pianista local se presentará en dos oportunidades en el Festival Mar del Plata Jazz: este miércoles en ECEM y este viernes en el Auditorium. Aplicada, cuenta cómo descubrió el género y a quienes admira.
Se le cruza decir que una de las cosas que hace es escuchar música, pero rápidamente sonríe y pone cara de obviedad, mirada cómplice. Porque si hay algo que hace Ornella Contreras es escuchar música. A los 20, le escapa a los motes: ni niña prodigio ni joven prodigio. Es una pianista estudiosa y aplicada -a los 11 empezó en el Conservatorio con piano clásico, a los 14 descubrió el jazz- que entiende que la única forma de mejorar es mediante la práctica constante. Y en eso está.
Ya logró empezar a insertarse en el ambiente jazzero de la ciudad de Buenos Aires, donde “¡hay clubes de jazz!”, se alegra. Lidera el Ornella Contreras Trío, toca en la banda de rock de su hermano y le gusta ser “la pianista suplente” cada vez que la convocan.
En el Festival Mar del Plata Jazz que empieza en varias sedes, se presentará dos veces: una de ellas será este miércoles a las 21 en el escenario de ECEM (La Rioja 2065) junto al trompetista Esteban Garvie, para repasar los clásicos del género. Y este viernes liderará el Ornella Contreras Trío en el Teatro Auditorium, con Eloy Michelini en batería y Diego Rodríguez en contrabajo, ambos oriundos de Buenos Aires.
Además, enseña piano, compone y grabó sus primeras canciones, pero ese primer material aún no la convence.
Por Bill Evans, Duke Ellington y Telonius Monk siente un amor casi de hija. Es que “con ellos empecé a conocer el lenguaje” del jazz, cuenta en una entrevista con LA CAPITAL, siempre sencilla, de sonrisa amplia.
La joven artista entiende que todo cuanto viva abreva en la música. “Todo tiene que ver con la música, o sea todo te atraviesa, cualquier cosa que tenga atrapada siempre va ahí, a la música. Es mi forma de expresión, todo deriva en la música, aunque sea de manera inconsciente”, describe.
De sus colegas pianistas, destaca a Carla Bley, Hiromi Uehara y Marie Lou Williams, todas contemporáneas. “Es increíble lo que hacen”, evalúa y agradece que el género esté al fin abriéndose a las mujeres músicas, tan talentosas como sus pares varones.
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Movediza, no se queda en los viejos sonidos. “Escucho muchas otras músicas, estoy en lo tradicional y clásico, yendo a los muy tradicionales, con pianistas más actuales, es toda la gama, es difícil estructurar los distintos tipos de lenguajes porque más allá de que se llame jazz son distintas formas”, explica.
-¿Y si son distintas formas qué es lo que vincula al jazz?
-En realidad es la improvisación, es agarrar una melodía y seguir improvisando. Es expandir y depende en qué formato, si es en trío, en cuarteto, en dúo. En un principio, improvisar es como agarrar un estándar, que es una canción clásica, tener ese material como para adaptarlo a lo que uno tiene, a los recursos de uno, es esa melodía que la podés tocar de mil formas. Podés elegir el registro, la base rítmica, son las distintas perspectivas que se le puede dar a una melodía o a un tema, eso ya es improvisación o yo lo considero así. Sobre esa base uno puede crear sus propias melodías. Una de las cosas que me dijeron (los docentes) es que pensara en una pregunta y en una respuesta musical. Eso va generando la música.
-¿Dejás escrita alguna improvisación que te guste?
-A veces sí, yo suelo hacer canciones y composiciones de esa forma, pero también a la hora de improvisar queda o en la grabación o en la memoria.
-¿Por qué el jazz, como aparece este género en vos?
-Yo empecé conociendo el jazz por esa institución, ECEM, que ofrecía una beca de jazz. Antes tocaba música clásica, estudiaba en el conservatorio. Y vi eso y dije bueno, a ver qué es el jazz, empecé a buscar jazz en Youtube, en Internet, y y me empezó a gustar, me empezó a llamar la atención. Además escuchaba esa música en las películas. Entonces empecé por ahí por una cuestión de decir “a ver qué onda”. Estudié unos temas, di la audición y me aceptaron y ahí empecé con una beca de ensamble junto con otro músico. Yo no sabía nada, estaba en cero, pero bueno, me empezó a fascinar. Además me dieron discos para escuchar música más allá de los consejos. Fue super orgánico.
-¿Cómo fue el salto del piano clásico al piano de jazz?
-Es distinto, pero además tampoco era que yo sabía tanto en ese momento de clásico, estaba estudiando, tenía 14, era pequeñita. Pero sabía sobre rock, tenía una banda de rock en la escuela, iba a La Chacra. Entonces esa combinación de las dos cosas hizo que entrara al jazz, sabía algo de improvisación por el rock y blues, de lo clásico tenía la lectura y comprensión de solfeo, de armonía, sacaba cosas de oído, que es importante. Me gustaba pero me costaba, me cuesta en realidad, me gusta estudiar mucho.
-¿Qué es lo que te cuesta?
-Y todo en realidad, o sea, me cuesta estudiar, aprender, tocar, la rítmica, el fraseo, la articulación, la técnica… son tantos desafíos que te hacen crecer un montón, o por lo menos eso es cuestión de tener contacto con gente, tener que charlar, tener que representarte, más allá de lo musical. Es un montón de cosas, a mí me gustan.
-¿Le dedicás mucho tiempo al estudio?
-Sí, lo más que puedo: entre estudio, tocar, las clases es todo el día, bastantes horas.