Érica Vera acaba de publicar su última novela. "Hablamos y leemos mucho sobre el amor, tanto conyugal como filial y, sin embargo, para con nosotros mismos, somos los peores verdugos. Quería contar una historia de amor propio que es, en parte, la mía", confió la escritora en una charla con LA CAPITAL.
Por Claudia Roldós
Establecer vínculos sanos con las demás personas de nuestro entorno requiere, primero, tener un vínculo sano con nosotros mismos. En otras palabras, para amar, primero debemos amarnos. En su última novela, “Olivia” (VR Editoras), Érica Vera pone a su protagonista en un camino lleno de idas, vueltas, dolor, equivocaciones, discriminación, soledad, hasta el descubrimiento y la autoaceptación que la llevan a una vida plena.
Vera acompaña a su Olivia desde que es una niña. Una niña a la que no dejan ingresar a un grupo de danzas porque “está gorda”. La novela habla sobre las restricciones que le impone su familia, las burlas en el colegio, el impacto del divorcio de sus padres, su sensación de soledad e incomprensión, su dificultad para hacer amigos, para encontrar pareja, sus trastornos alimenticios y el no encontrar ropa adecuada para distintas situaciones. Todos esto la lleva a forjar su profesión en ese nicho y a vincularse con personas que la acompañan y guían hacia un camino virtuoso desde distintos lugares.
Con marchas y contramarchas, a través de decisiones acertadas y desacertadas y en clave de novela romántica, Érica Vera construye una historia de aprendizaje y resiliencia que no solo es ágil y atractiva de leer, sino que genera una gran identificación.
Además, la novela hace atravesar a la protagonista y sus familias y amigos por intensas situaciones de vida: enfermedades, tragedias, divorcios, peleas, viajes, desencuentros y segundas oportunidades.
La autora, nacida en Buenos Aires pero que desde hace unos meses reside en Necochea, y que además de escritora se desempeña como docente, se propuso con esta historia darle voz a personas que se salen de “los cánones de belleza” y ponerle palabras a situaciones que, en la realidad, tantísima cantidad de personas sufren en silencio.
“Mariposas en tu piel”, “Flores amarillas”, “Cuando sonríes” y “Miranda. Retrato de amor” son otras novelas de Érica Vera, quien además ha participado de varias antologías y que realiza el podcast “Charla con amigos”, en el que conversa íntimamente con autores y lectores.
“Todavía seguimos observando y opinando de los cuerpos ajenos”, aseguró Vera en una charla con LA CAPITAL, en la que abordó distintas aristas que forman parte de la historia que construyó en “Olivia”.
A meses de estar en los anaqueles de las librerías y que presentó en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires a principios de mayo, a la autora la siguen sorprendiendo las reacciones y, sobre todo, la identificación que recibe de parte de las lectoras y lectores.
“Que muchas hayan pasado o estén pasando lo que Olivia, que no podamos aceptarnos y amarnos tal cual somos, es realmente triste”.
-¿Cómo estás viviendo el impacto, el recorrido de “Olivia”, desde su publicación hasta las reacciones y la identificación que ha generado?
-La verdad es que todo lo que sucede con ‘Olivia’ nunca termina de sorprenderme. Los testimonios, las vivencias compartidas y el dolor que muchas atravesamos a lo largo de nuestra niñez, adolescencia y hasta la adultez, nos unen a esta protagonista de maneras impresionantes. Siempre supe que esta historia generaría “cosas”; cuáles y cómo nunca lo imaginé. Me emociona y me entristece en partes iguales, no te voy a mentir. Que muchas hayan pasado o estén pasando lo que Olivia, que no podamos aceptarnos y amarnos tal cual somos, es realmente triste.
-¿Cómo nacieron Olivia, el personaje y la novela?
-Olivia nació como todas mis historias: de una necesidad. Yo necesitaba hablar, contar, sobre una mujer como ella. Yo quería traer estos temas a la novela romántica contemporánea porque hablamos y leemos mucho sobre el amor; tanto conyugal como filial y, sin embargo, para con nosotros mismos, somos los peores verdugos. Quería contar una historia de amor propio que es, en parte, la mía. Hablar sobre una mujer como cualquiera de nosotras; una mujer que no entra dentro de los cánones de la belleza; que sufre por ello y que indefectiblemente la relación que tiene consigo misma repercute en su vida.
-¿Cuánto pesa su situación familiar, su relación con su madre y su padre, en el enojo de Olivia, con ella misma y con los demás?
-Estoy completamente convencida de que todas nuestras vivencias en el seno familiar nos marcan para toda la vida. A veces podemos romper patrones, deconstruir mandatos y cambiar nuestra historia, pero muchas otras, cuesta y hasta no se logra. Siento que, en cuanto a la creación y el fortalecimiento de la autoestima, es muy importante lo que encontremos en casa. Un mensaje que se contraponga con el que escuchamos fuera (en la escuela, en la sociedad). Un mensaje que nos haga de escudo contra todo lo que oímos y que va quedándose en nosotros. Los padres de Olivia no pueden con eso; no la ayudan, no la acompañan. Cada uno a su manera va hundiéndola más y más, arrastrándola a una constante búsqueda del amor, del reconocimiento y la aceptación. Todo aquello que no ha encontrado en su hogar. Y a eso se debe el enojo y el dolor que carga cada día.
-Algo que parece atravesar la novela es que la mirada propia y la mirada ajena trabajan en conjunto, suelen ir muy de la mano, y lo que más cuesta es separarlas, fortalecerse. Al igual que diferenciar las miradas con buenas intenciones de las que solo buscan lastimar. ¿Lo sentís así?
-Es muy difícil diferenciar las intenciones cuando uno está muy hundido en la oscuridad. Todo desde ese lugar se ve mal y las miradas nunca serán vistas -¡qué paradoja!- de mejor manera. Aunque, a decir verdad, estaría buenísimo y sé que es medio una utopía, que las miradas y las opiniones nos sean totalmente ajenas, ¿no? Que podamos vivir como queramos, como podamos, sin importar lo que los otros tengan para decirnos. Porque, de ese modo, solo tendríamos que trabajar y elaborar sobre cómo nos vemos a nosotros mismos y qué nos decimos.
“Estoy convencida de que la mayoría de nosotros no sostiene una buena relación con la comida”.
-¿Cuánta importancia creés que tiene que la protagonista tome decisiones desacertadas, que se enoje, que corrija rumbos?
-Creo que es súper importante mostrar personajes que sean lo más realistas posibles. Porque ella es mucho más que su lucha y sus demonios. Ella es una mujer resiliente, que se cae y se pone de pie todas las veces que sea necesario. Que, como decís, se equivoca y vuelve a empezar. Una y otra, todas las veces que haga falta. Siento que es importante mostrar esa parte de todos nosotros; la de los errores y los defectos. Porque en definitiva todo eso somos, ¿verdad?
-¿Cuán importante creés que es abordar, en la ficción -y fuera de ella- los trastornos alimentarios y sus contextos?
-Me parece importantísimo y muy necesario. Yo quería hablar de una mujer como Olivia: con sus monstruos y sus caídas y sabía muy bien que la alimentación era un pilar fundamental. Estoy convencida de que la mayoría de nosotros no sostiene una buena relación con la comida porque con ella y a través de ella es que celebramos, lloramos, nos enojamos. Todo lo vivimos “comiendo”. Y es muy difícil quitarle ese tinte a los alimentos. Sin contar que la cultura de las dietas nos explota la cabeza con respecto a lo que debemos y no debemos comer. Y así, desde todos lados, hay una opinión sobre lo que nos llevamos a la boca. Por eso, creo que debemos generar conciencia, trabajar desde las casas y la escuela, para restablecer una relación sana con el cuerpo, la alimentación, la vida saludable que cada uno pueda y quiera llevar adelante. Tanto para con los niños y adolescentes, como para los adultos, por supuesto.
-¿Cuánto complejiza el tema del sobrepeso o la obesidad y quienes instan a las dietas, a los deportes, en el amparo de que “es una cuestión de salud”?
-Me pareció muy interesante mostrar también que el hecho de estar gordo o con sobrepeso, no significa estar enfermo o tener algún problema de salud. Porque estar “sano” no encierra simple y exclusivamente al peso, sino que tiene que ver con muchas otras cuestiones que se escapan al número de la balanza. Se trata de crear vínculos sanos con la comida y con la actividad física también. Porque no podemos negar que se estigmatiza y mucho; tanto al que no hace ningún deporte como al que sí.
-Olivia, en medio de su “viaje” hacia la autoaceptación, decide someterse a una cirugía bariátrica, sin compartirlo con nadie de su entorno. ¿Cómo fuiste delineando los conflictos internos que la llevaron a ese punto?
-Olivia siempre se lo planteó e intentó por todos los medios conseguir el cuerpo deseado de todas las maneras posibles. Con dietas, restricciones. También intentó no hacer nada y tampoco le funcionó. La única y última -según ella- opción era la operación. Creo que fue necesario hacerla pasar por eso, porque al final, aun con todos esos kilos de menos, no encontró la felicidad ni su vida cambió, ni se convirtió en otra persona. No. Dentro seguían habitando los mismos demonios. ¿Y entonces? ¿Ahora qué hacemos? Esas eran las grandes preguntas.
“Siento que es importante mostrar esa parte de todos nosotros: la de los errores y los defectos. Porque en definitiva todo eso somos”.
-¿Cuánto creés que influyen los estímulos externos, la publicidad, las redes sociales y su imagen de perfección en la dificultad para autoaceptarse y tener una relación sana con uno mismo?
-¡Muchísimo! Influyen más de lo que uno puede llegar a ser consciente. Por eso creo que es muy importante saber identificar lo que vemos, elegir qué y a quiénes seguimos y lo que consumimos. Poder deshacernos de todo eso que alimenta nuestros demonios y genera una comunicación negativa para con nosotros. Hay que eliminarlo de nuestras vidas, de una y sin vueltas. Seguir cuentas y gente que promueva el amor, el cuidado de una manera sana e integral. Que tenga en cuenta que cada uno es distinto y que los viajes son personales. Llenarnos de buenas energías, de cosas positivas.
-Uno de los primeros pasos ¿resilientes? de Olivia es tomar algo de lo negativo de su situación y convertirlo en su pasión, en su trabajo. Dedicarse al diseño de modas…
-Encontrar aquello que nos mueve y nos saca de lugares oscuros, me parece fundamental. Cuando la fortaleza nos falla… hacer, moverse, buscar, nos motiva y mucho. A Olivia, es su sueño el que la mantiene a flote. Ojalá todos tengamos ese salvavidas que puede ser nuestra profesión o nuestro hobby.
-Si bien hay cambios, en cuanto a oferta de talles y variedad de estilos y calidad, todavía falta…
-Sí. Afortunadamente las cosas van cambiando y la ley de talles ya está vigente; el problema es que no se aplica como debería. Nos queda mucho camino todavía, pero creo que vamos bien.
-¿Cuán directa es la relación entre el proceso de amigarse con ella misma y el encontrar el amor de pareja sano, real? ¿Cómo analizás su vínculo con Nick y con Ron?
-¡Uf! El amor en una persona que no se ama es muy complejo porque en el otro se juegan muchas cosas que son más de uno que de la pareja. Yo quería que Olivia se encontrara con un hombre como Nick para verse en ese espejo, para aprender, para crecer. Y él también lo hizo, involuntariamente. Creo que la necesidad de amor que ella arrastra la llevó a los brazos de un hombre que, para colmo, era todo lo opuesto a cómo ella se veía. Una combinación explosiva, diría yo. Pero, a su vez, creo que no hubiese logrado llegar a Ron, sin pasar por Nick.
-También parece importante en la novela el pedido de ayuda profesional, el acompañamiento psicológico, además de la contención familiar y de amigas/os.
-Definitivamente. Aliento y aconsejo buscar ayuda cuando vemos que no podemos solos. No es ninguna deshonra. No podemos hacerlo todo y no podemos con todo. Vayamos por eso que nos haga bien; tanto ayuda profesional como la compañía de quienes nos aman. La amistad es un pilar fundamental en mis historias y celebro que mis personajes se vean contenidos y acompañados en todo momento. Y más si hablamos de algún trastorno alimenticio, depresión, o lo que sea que nos esté perjudicando y alejándonos de la luz, es imperioso extender la mano para que nos ayuden a desandar ese camino.
-Sigue pesando lo estético, la imagen, el peso en muchísimos ámbitos pero, ¿sentís que hay un cambio en cuanto a la mirada y la opinión de los demás sobre los cuerpos de otras personas? ¿Es posible la aceptación universal de los demás como son o es una utopía?
-Creo que del dicho al hecho hay un largo trecho. Sí. Tenemos incorporado el mensaje. Sí. Estamos haciendo cambios impresionantes, pero aun falta y mucho. Todavía seguimos observando y opinando de los cuerpos ajenos, de lo que se pone la gente. De cómo viste, de cómo luce. De qué come, de si está más linda o más delgada. El bullying sigue afectando a muchos adolescentes y desde la escuela, tenemos ahí una asignatura pendiente. Aunque quizá nos “cuidamos” de opinar en ciertos ámbitos o frente al otro, en el hogar el mensaje sigue ahí. Por eso, debemos ser conscientes de lo que decimos; tanto entre nosotros como delante de nuestros niños. Se predica con el ejemplo.
-¿Qué puntos en común tienen “Olivia” y “En tus ojos me vi”?
-Son dos mujeres en búsqueda, como creo que lo estamos todas, todo el tiempo. Buscando, rompiendo moldes. Saliéndonos de las zonas de confort. Las dos; tanto Olivia como Gabriela buscan ser. Simplemente. Dejar de lado todos los prejuicios, el qué dirán… y ser. Siendo es como encuentran la felicidad y el amor.
-¿Estás pensando en una nueva novela?
-Siempre. Eso nunca se detiene. Tengo muchas ganas de hablar de salud mental, un tema que me parece interesante para la época en que vivimos y de resiliencia nuevamente. Con tantos dramas y problemas afectándonos; ¿cómo hacemos para amar y ser amados? Seguir contando historias de personas como vos y como yo.
-En “Olivia” se nota la importancia que tiene para vos el mar, la playa. ¿Te puede atraer eso a Mar del Plata, como escenario de alguna nueva historia?
-Amo el mar y desde hace poco tiempo estoy viviendo en Necochea, bien cerquita de Mar del Plata. Como destino de difusión, definitivamente; ojalá pronto ‘Olivia’ me lleve de nuevo por ahí. Y como escenario… ¡nunca digas nunca! Por lo pronto, te aseguro que nunca faltarán la sal y las olas en mis novelas.