Es poco sabido que en 1920 Alfonsina Storni escribía colaboraciones para el diario LA CAPITAL. Era la única mujer que firmaba sus columnas en ese matutino. Tenía 28 años, criaba sola a su hijo de 8 y ya había publicado cuatro libros.
Por Gustavo Visciarelli
“¿Nos casamos por amor?” es el título de un artículo publicado el 15 de octubre de 1920, época en que tales preguntas causarían, por lo menos, escozor.
En ese texto Alfonsina no se manifiesta contra el matrimonio y hasta afirma que “en el casamiento se asienta la organización de la familia y de la sociedad”. Sin embargo, fiel a su naturaleza, no tarda en referirse con sarcasmo a los mandatos sociales: “Está en el ambiente, en la razón y en la moral que hay que casarse”.
En verdad, sus cuestionamientos apuntan a los matrimonios fundados en razones ajenas al amor. ¿Y qué es el amor? “La más alta selección individual”, escribe Alfonsina, para descerrajar luego este concepto: “Para que esta selección se realice con verdadera amplitud debemos suponer en hombres y en mujeres una libertad moral que nuestra organización social no permite”.
“Selección física con ribetes de selección anímica es, entre nosotros, hablar de amor. En estos casos creemos que amamos”. Y seguidamente afirma: “…con gran frecuencia el amor no existe en absoluto porque la selección del amor, la verdadera selección del amor, cede ante las necesidades materiales: “una mujer que me convenga”, dice el hombre, “un hombre que me convenga”, dice la mujer. Y matrimonio hecho. Infinitas mujeres han ahogado lo mejor de su naturaleza y pasan de niñas a madres sin que la dulzura divina del alto amor les haya azulado el alma”.
Luego la escritora narra casos que dice haber conocido. El de la humilde joven de 18 años que se casa con su empleador de 45 para “hacer rabiar” a quienes le hicieron sentir el escarnio barrial porque su madre, viuda joven, “despierta sospechas”. Y el de la mujer que, temerosa de llegar soltera a los 30, cree haber enamorado a un modesto empleado de Correo que, en verdad, sólo repara en la favorable situación económica de su futura esposa.
Según Alfonsina, si cien casos de matrimonio fueran llevados a la estadística “llegaríamos a la tristísima conclusión de que cinco responden a una profunda y verdadera selección, treinta a una superficial y aparente selección; quince a presiones familiares y cincuenta a una conveniencia material y torpe que enturbia la divina finalidad del alto amor”.