El volante marplatense juega en la tercera división de Suiza.
Por Marcelo Solari
No es algo fuera de lo común en la vida de un deportista profesional tener que afrontar diferentes momentos en los cuales la toma de decisiones puede resultar determinante. A veces no es sencillo, porque esa decisión implica dejar atrás muchas cosas. Todo sea por perseguir los sueños.
La situación no es nueva para Nahuel Manzo, quien desde muy chico se enfrentó a esta encrucijadas. El futbolista marplatense era la joya de las divisiones inferiores del fútbol local. Tenía el talento natural pero también le agregaba el sacrificio de la dedicación. Y a sus 10 años, varios clubes de AFA ya se habían fijado en él. Pudo haber sido River Plate y fue Independiente. Después Racing Club y, por último, San Lorenzo de Almagro. Hasta que llegó otra vez el momento de decidir. Sin lugar en el “ciclón”, se abrieron varias opciones. Su madurez, el apoyo de la familia y ciertas sugerencias lo animaron a aceptar el desafío de irse a Europa, aunque a través de un mercado no tradicional: la tercera división de Suiza (Liga Promotion).
-¿Cómo se dio tu llegada al AC Bellinzona después de desvincularte de San Lorenzo? No es un camino demasiado habitual…
-Tenía posibilidades a nivel local, incluso tratativas avanzadas con un par de equipos. Pero un día llegó un mensaje de mi representante, Federico Almerares, con una propuesta de un equipo de la tercera división de Suiza. Le pregunté si era conveniente deportiva y económicamente para mi carrera y me dio las mejores referencias del lugar, con el agregado de la posibilidad de entrar en Europa. El contrato era bueno, para vivir bastante bien, y yo iba a ir solo. Una cosa muy importante que puse en la balanza fue que acá los equipos ni siquiera estaban autorizados para entrenar, todavía. Y allá ya iban cuatro fechas del torneo. Entonces era también la posibilidad de volver a jugar rápido al fútbol, que era lo que más quería después de una cuarentena tan larga.
-¿Te costó tomar esa decisión?
-Es que se dio todo tan rápido que mucho tiempo para pensar, no tuve. Pasó todo en una semana. La conversación empezó un martes, el viernes viajé para rescindir con San Lorenzo y el miércoles ya estaba viajando para Suiza. Todo de golpe.
-¿Con qué fútbol te encontraste?
-Me encontré con un fútbol muy dinámico, muy físico. Me sorprendió. Y muy técnico, también. Pasan bien la pelota, controlan bien, tiran bien los centros. Tal vez son un poco distraídos a la hora de marcar, desordenados, y es como que te dan un tiempo más. Pero noté mucho ritmo físico. Y aparte son más grandotes de contextura. Del lado italiano son todos los equipos promedio, como nosotros. Cuando nos tocó del lado francés, son todos gigantes. Y por ahí teníamos el preconcepto de que por ser grandotes, iban a ser un poco toscos, pero no. Tienen buen control de pelota, juegan bien.
-¿Estás jugando de volante central?
-Sí, de “5” y titular. Llegué, fui al banco en el primer partido y no me pusieron. Después entrené una semana y jugué todo el segundo tiempo. Y a partir de ahí, jugué tres partidos seguidos en ocho días. Estaba un poco cansado después de seis meses de cuarentena y tuve descanso al siguiente partido, entré desde el banco. Y eso fue todo, porque otra vez se suspendió. Pude disfrutar cinco partidos nada más.
-¿Cómo conseguiste el permiso para poder venir a Mar del Plata?
-Lo habló mi representante con la gente del club. Allá estaban cerrando todo, ya no estábamos entrenando, estaba haciendo un frío bárbaro y acá empezaba el verano. Y les dijo que si venía para Argentina iba a poder entrenar con un profe, con mejor clima, acompañado, con mi familia. La gente del club lo vio bien y me dieron permiso hasta el reinicio de los entrenamientos, que iba a ser en enero para volver a jugar en febrero. Pero aparentamente se va a postergar un poco. Así me dijo el director deportivo porque está todo bastante complicado.
-Y eso que Suiza es un país de avanzada…
-Sí, pero está en el medio entre Francia, Italia y Alemania. Entonces, por algún lado siempre es vulnerable a los contagios. Estuve hablando con algunos compañeros y parece que quieren cerrar restaurantes por cinco semanas. Está muy seria la cosa.
-Bellinzona está en el cantón italiano. ¿Eso te benefició para poder comunicarte?
-Totalmente. Cuando estaba en San Lorenzo y terminé la secundaria había estudiado cinco meses italiano. Porque tengo la ciudadanía y por si llegaba a tener alguna oportunidad en el futuro. Mi papá sabe hablar, mi abuelo es italiano, y siempre hablaba un poco con ellos para acostumbrar el oído. Y la verdad, cuando llegué se mi hizo mucho más fácil. Y también porque en el plantel somos cuatro argentinos, dos uruguayos y uno de los dueños del equipo es uruguayo, así que se habla mucho castellano. Además, los suizo del equipo son del cantón italiano, el entrenador también es de la región. Y uno de los ayudantes de campo es argentino. Se me pone atrás en las charlas y enseguida me pregunta si entendí.
-¿La Liga Promotion es una competencia semiprofesional?
-Sí, porque algunos tenemos contrato profesional, de dedicación exclusiva, y otros no. Hay compañeros que tienen otros trabajos y también juegan en el club. Yo me dedico todo el tiempo al fútbol. A la mañana siempre trato de recuperar después de los partidos. Como acá pero con otras facilidades, como las cámaras de hielo, un gimnasio excelente con todas las máquinas y sauna. Voy todos los días y siempre hago algo. Y a la tarde entrenamos.
-¿Cómo es el estadio?
-Es una linda cancha, con capacidad para unos 5.000 espectadores. En los partidos que jugamos como local, iban más de 1.000 y la asistencia era limitada por la pandemia. Tiene una tribuna parecida a la de la cancha de Nación, tiene pista de atletismo y alrededor, gradas de unos cinco o seis escalones. Todas las canchas tienen pantalla y reloj electrónico. El césped está bueno en todas, la pelota corre muy bien. Y las que no están bien, las reemplazan por sintético.
-¿Cómo planificás el futuro más o menos inmediato?
-Tal como están planteadas las cosas y después de esta primera experiencia, lo primero que quiero es que se pueda volver a jugar. Y adaptarme bien al fútbol suizo, que es diferente al nuestro en muchas cosas. Y por supuesto, tratar de crecer y progresar en Europa. Con este equipo o subiendo de nivel. Lógico que si te llama un equipo de primera división de Argentina, lo ves con otros ojos, pero no es fácil. Y al estar en Europa también está bueno intentarlo allá.
-¿Aunque te haya quedado pendiente debutar en Primera con San Lorenzo?
-Lo cierto es que me quedaba un año más de contrato con San Lorenzo, hasta junio de 2021. Pero después de rescindir, firmé por dos años con Bellinzona. No hay una cláusula de salida, pero está hablado. Los representantes de la empresa para la que trabaja Federico Almerares son de Suiza, tienen relación con el club y es lógico que si aparece una opción para ir a una categoría más arriba, se analizará para resolverlo de la mejor manera. Obvio que me quedó la espina por no haber podido debutar en Primera. Pero hubo un cambio de técnico, eligió a otros jugadores, empecé a tener menos continuidad y no fui el único que eligió irse. Yo siempre digo que tenés que estar preparado y también tener esa cuota de suerte. Yo, ese golpecito de suerte, por ahora no lo tuve. Me iba bien en la Reserva, era el capitán y la mitad de la semana entrenaba con la Primera. Pero tenía una competencia enorme con jugadores de tremenda jerarquía como (Juan) Mercier, (Néstor) Ortigoza, (Gerónimo) Poblete o (Facundo) Quignon.
-¿Es tan determinante la suerte? ¿O pasa por estar en el lugar indicado, en el momento indicado, con la gente indicada?
-Bueno, yo meto todo eso en un combo en el cual la suerte juega un papel muy importante.
-¿Lo de la gente indicada también? Porque hay representantes con más o menos conexiones, con más o menos escrúpulos…
-Yo no voy a mentir. Hay gente que te dice: “Tenés que tener a tal o cual representante para poder firmar contrato”. Es una realidad. Pero también lo es que yo, en San Lorenzo, no tenía representante cuando firmé. En los siete años y medio que estuve, me lo gané solito. Me acompañaba mi papá para que no estuviera solo.
-Y estabas en San Lorenzo cuando ganaron la Copa Libertadores, en 2014…
-Sí, de alcanzapelotas. Yo iba siempre atrás del arquero visitante y me tocó estar justo ahí cuando metió el gol de penal Ortigoza. Fue una experiencia muy fuerte. Le tomás cariño al club y en parte te hacés hincha. Era el momento más importante en toda la historia del club. Esa Copa fue toda muy particular, pero ese día en especial, mucho más. No entrenamos a la mañana, las peñas llegaban de todo el país a las 10 de la mañana y el partido con Nacional era a las 10 de la noche. Las tribunas reventaban de gente. Antes del partido tocó J. Balvin, que ahora es muy famoso y en ese momento nadie le dio ni cinco de pelota. El tipo saludó y se fue. Nade le prestó siquiera un mínimo de atención. La gente estaba en otra cosa.
Más allá del fútbol
-¿Cómo es el lugar donde vivís?
-Es hermoso. Bellinzona tiene 16.000 habitantes y está muy cerca de una ciudad importante, Lugano que tiene casi 70.000. Estoy a una hora y media de Milán y un montón de lugares del norte de Italia me quedan a dos horas o dos horas y media de casa, aunque por ahora no pude recorrer mucho. Eso sí, cuando fuimos a jugar de visitantes, los paisajes desde el micro, son increíbles. Cuando salís de los túneles aparecen lagos, montañas, casitas, una vaca. Parece un cuento de hadas, con unas vistas increíbles.
-¿Y la gente es buena onda?
-Sí, aunque son un poco cerrados. Pero como somos varios sudamericanos, tenemos hecho el grupo entre nosotros, nos juntamos para algunas cosas y para otras compartimos con el resto. En general está bien. En el cantón italiano, al menos, las costumbres no son tan distintas a las nuestras.
-¿El club te da la vivienda?
-Sí, me dan departamento que comporato con un italiano que tuve la suerte de que jugó un año en España, así que habla bien español y nos entendemos. El departamento está justo enfrente del estadio, tengo que cruzar la calle y estoy en el vestuario. Y a 5 cuadras de la Peatonal, pleno centro. Cerca de un bar, un restaurant o para ir a pasear a un castillo.
-¿Ese es el rasgo distintivo de la zona?
-A Bellinzona le dicen la ciudad de los castillos. Hay tres o cuatro de la época medieval, y son tal como se ven en las películas. Es una locura. Otro mundo.
-¿Y la vida diaria es muy diferente?
-Acá noto que la gente vive más acelerada. Es totalmente lógico, por las cosas que pasan día a día. Allá estamos en una ciudad chica y tiene otros ritmos, es cierto. La gente vive más tranquila. Anda caminando por la calle a las 2 de la mañana y no pasa nada. Tendría que ser normal en todo el mundo. Pero acá no lo es. Nos parece raro. Ponés un pie en la calle y los autos frenan para dejarte cruzar. Vas a hacer un trámite o entrás a un negocio y se toman su tiempo para atenderte bien o solucionarte un problema. Hay otra educación. Nosotros, acá, estammos un poco acostumbrados a este caos. Entonces vamos allá y nos parece todo tan raro.
-¿Es todo tan prolijo como dicen?
-Las cosas funcionan. Está todo cronometrado. Son puntuales para todo. En el vestuario hay multas si llegás dos segundos tarde. Los trenes tienen horarios milimétricos. Lo que se dice de la precisión del reloj suizo, es la pura verdad.