La Ciudad

Música y previa en la arena: Playa Grande, epicentro de la movida de los más jóvenes

Sin los controles de años anteriores, las tardes son de playa y tragos y las noches, de boliches. Radiografía de los gastos y las costumbres de los que eligen a Mar del Plata para disfrutar de las vacaciones.

Si a esta temporada la están “salvando” los jóvenes, el sector de Biología en Playa Grande constituye uno de los epicentros de la movida juvenil: después del mediodía, comienzan a poblar la franja de arena para pasar el resto de la jornada hasta la caída del sol.

Conservadoras, celular y parlante forman parte del “kit” esencial que algunos jóvenes llevan a orillas del mar durante sus vacaciones.

Heladerita portátil con mucho hielo, latas de energizantes y un par de botellas de vodka son “el equipaje” de Diego y su grupo durante la estadía playera. Llegado el lunes pasado desde Luján -junto a Lautaro, Mateo, Alejo, Paco, Mariana y “Wanchope”-, el joven se convierte en barman a metros del mar.

El vaso, de “más o menos un litro”, contiene algunos hielos, casi la mitad de vodka y una lata de energizante. “Tenemos pocas horas de sueño, salimos todas las noches. No nos privamos de nada”, dice con una sonrisa pícara. Esa ausencia de privaciones incluye un presupuesto diario de “unos 50 mil pesos”. “La verdad que muchos de los precios en los boliches están sobrevalorados, incluso acá está más caro que en Capital, que ya es caro. Pero bueno, estamos de vacaciones”, agrega Lautaro.



El grupo comparte gastos en cuanto a preparar la “vianda” que llevan cada tarde al bajar a la playa. “Pensá -explica a LA CAPITAL- que con 10 mil pesos compramos una botella de vodka y cuatro latas de energizante. En el boliche, cada trago cuesta seis mil pesos”.

Para ellos, la comida no integra el ítem de los imprescindibles”. “Nos arreglamos con un sanguchito”, añade Lautaro que se prepara para festejar hoy sus 24 años.

“A diferencia de otros años, esto es una fiesta. Mirá”, dice y señala a su alrededor. Con la experiencia de haber pasado otras vacaciones en Mar del Plata, el joven destaca: “Por suerte no están los controles de otros años, que no se podía hacer nada. Te encanutaban todo antes de bajar a la arena”.


Festividad

Valentino, Facundo, Bautista y Luciano -entre 22 y 24 años- llegaron desde Tucumán para pasar 10 días de vacaciones. “Es mi primera vez en Mar del Plata y está tremendo. Da para repetir”, cuenta Valentino.

Con sus amigos tomaron un vuelo hasta Buenos Aires y desde allí vinieron en ómnibus. “Hicimos de todo -describe mientras toma un mate-, salimos todas las noches, siempre a los boliche de acá”.

Los jóvenes se movieron con un presupuesto diario de entre 35 y 40 mil pesos. “Sin medir, para pasarlo como Dios manda. Eso no incluye el alojamiento”, dicen. Durante el día repitieron el programa: “Vinimos siempre a la playa”.

“No hay plata”, la frase fetiche del presidente de la Nación Javier Milei parece no hacer efecto tampoco en el grupito integrado por Ramiro, Carlos, Jesús y Sol, de entre 18 y 19 años, que llegaron el sábado pasado desde la ciudad de Buenos Aires y se quedarán hasta mañana.

Mientras los chicos agujereaban un melón para usarlo como “copón del vino”, Sol cuenta: “Salimos todas las noches a los boliches de acá, vamos variando”.

El presupuesto también muta de acuerdo al boliche. “A alguno entré gratis por ser mujer, pero también depende de la hora a la que vayamos: cuanto más temprano, menos pagás. Pero también tenés que consumir adentro”, explica. La previa comienza al atardecer, sobre la arena. “Es como un continuadito”, grafica la joven.

Las tarifas de las entradas de los boliches instalados en Playa Grande van creciendo a medida que se desplazan de norte a sur. “Pueden pasar de cuatro mil a diez mil pesos”, describe y se queja aunque reconoce que van igual.

La música, que va desde lo electrónico al trap, es emitida por una camioneta pintada con el nombre del energizante que sponsorea a los boliches de la zona. “Acá es el único que se vende, el otro está prohibido. Hay un monopolio”, resume Hernán mientras balancea el cuerpo intentando acompañar los ritmos.

Entre tantos jóvenes aparece alguna familia en el sector de Biología. “No sabés si le pifió de playa o vaya a saber por qué eligen estar acá”, cuenta Ayrton, el guardavidas del turno tarde, que asegura que el volumen de la música va ‘in crescendo’ a medida que el sol va descendiendo.

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