por Pablo Garcilazo
Él fue a ver a su novia. Caminaba tranquilamente por la avenida Luro y 186, unas cuadras pasando la avenida 180. Destino: llegar a la panadería para comprar facturas y tomar mate con ella. En ese andar subió al cantero de la avenida para cruzar y un coche desbordo y lo atropelló.
Mauricio quedó en coma cuatro durante cinco meses, pesaba 38 kilos, los médicos afirmaron su muerte dos veces. Inconsciente cayó de su cama otras dos. Tenía 21 años.
Una vida por delante. Un día el médico le propuso a su familia: “Capaz muere, pero si lo llevan a su casa, por ahí se despierta”. Y despertó, confirmó que siempre estuvo vivo, preparando el regreso un día después de su cumpleaños. Reafirmó que para él la muerte era la vida. Dios y la esperanza iluminaron su existencia para siempre.
Estuvo tres años en silla de ruedas. Fue atendido en Cerenil y uno de esos días con mucha valentía le dijo a su novia que no sabía quién era, que no la conocía, que apenas sabía quién era él y agradecía su compañía y amor. Le pidió que empezará su vida amorosa de nuevo, que él ya era otro. Las secuelas del accidente no le prohibieron olvidar.
Y Mauricio, Murki, un día caminó. Quedaron atrás las muletas, la silla de ruedas y hoy camina, destinos si los hay, llevando la palabra de Dios a barrios como General Pueyrredón o Las Heras. Esperanzar es un verbo, y en esa tranquilidad característica en su postura, hay una fortaleza y entusiasmo (el que lleva un Dios adentro) de vivir.
Aquel médico que lo atendió y lo creyó muerto un día se llevó la gran sorpresa. El abrazo conmovedor unió la naturalidad de estar en la tierra: la vida y la muerte.
Hace poco le quisieron robar con un arma en una parada de colectivos. Me contó una sutileza que da claridad en medio de oscuridades y turbulencias. El tranquilo le advirtió a quien quería robarle: “Te están mirando” (por Dios).
El muchacho buscaba la cámara de seguridad, cerca del poste de luz, de la mano de enfrente, se asustó y salió corriendo.
Murki hoy es peluquero a domicilio, hace gimnasia tres veces por semana y en ese camino, el de vivir, nos encontramos para darle dicha a esta gran aventura.
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Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando a Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.
(*): pinceladasmdq@gmail.com