De acuerdo a datos oficiales, sólo el 10,5% de las autoridades de organismos científicos y tecnológicos son mujeres. "No sólo hay dificultad en el acceso, sino que además recibimos menos plata para los subsidios", asegura la investigadora del Conicet, Valeria Edelsztein.
por Luciana Mateo
@LucianaMateo
LA PLATA (Corresponsal).- Si bien en Argentina las mujeres representan el 60% de quienes se dedican a la ciencia, la participación femenina baja considerablemente a medida que se asciende a los puestos superiores. Tanto es así que, según el último reporte de Unesco, sólo el 10,5% de las autoridades de organismos de ciencia y tecnología son mujeres.
“No sólo hay dificultad en el acceso a los puestos jerárquicos, sino que además recibimos -e incluso pedimos- menos plata para los subsidios, hay menos directoras de grupo y hay muy pocas decanas y rectoras”, dice la doctora en Química e investigadora del Conicet Valeria Edelsztein sobre el famoso “techo de cristal”, la limitación que encontramos las mujeres para obtener reconocimiento y ascenso en el ámbito laboral.
En efecto, y siguiendo con los datos aportados por Unesco en septiembre de 2018, las directoras de proyectos científicos en el país solicitan y reciben, en términos generales, un 25% menos de recursos que sus colegas hombres.
Asimismo, Edelsztein -también docente de la UBA y divulgadora científica- se refiere a las denominadas ‘paredes de cristal’: “Si se empieza a desagregar por disciplina y se pregunta en qué áreas se desempeña ese 60% de investigadoras argentinas, se ve que hay un gran prominencia en Humanidades y Ciencias Sociales y en áreas históricamente relacionadas con el cuidado de la salud, como Medicina -sobre todo en Ginecología y Obstetricia- y Enfermería. Pero no hay prevalencia femenina en Cirugía”, explica. Y agrega que “en Argentina, en las carreras como Ingeniería, Informática o Matemática el porcentaje de mujeres decae enormemente: por ejemplo, en este momento, en Informática son sólo un 15%”.
Discriminación
“Este problema es muy difícil, se lo vamos a dar a un varón” o “vos tendrías que estar lavando los platos” son algunas de las frases que escuchó la licenciada en Física y doctora en Ciencias Exactas Paula Bergero en las aulas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) durante la década del ‘90.
“A la Facultad ingresa alrededor de un 30% de mujeres pero a medida que se avanza en los escalafones, el porcentaje disminuye brutalmente hasta bajar a un 1%”, relata.
Bergero, que forma parte del Instituto de Investigaciones Físico-químicas Teóricas y Aplicadas (Inifta) de la UNLP, sostiene que la discriminación no sólo se observa en el ámbito académico sino también en el laboral. “Hay estudios recientes que demuestran que los proyectos presentados por mujeres tienen menor tasa de aprobación, pero que cuando una evaluación es anónima, esos porcentajes se emparejan”, asegura.
Las razones de la disparidad hay que buscarlas -como siempre- en la cultura: a qué jugamos de niñas, cómo nos visten o qué expectativas tienen los adultos sobre nosotras influirá de manera inequívoca sobre nuestras aspiraciones y oportunidades a futuro.
“Hay cuestiones que tienen que ver con cómo nos formamos desde la infancia, qué vemos en nuestra cotidianidad sobre quiénes se dedican a hacer ciencia”, explica Edelsztein.
“Por ejemplo, en los dibujitos animados de la época en que crecimos -o incluso ahora- los científicos son todos hombres: Neurus, los científicos de Los Simpson, de Futurama y de las Chicas Superpoderosas, Dexter… hasta los que no son seres humanos, como el de Pato Aventura, son varones”, analiza.
Y remarca que “además, representan el típico estereotipo: un varón de edad avanzada, con guardapolvo, que hace cosas extrañas que nadie más entiende”.
Bergero coincide en que “los problemas de una mujer que se dedica a la ciencia empiezan cuando nace; ya carga con todos los estereotipos respecto de los intereses y actitudes que tendría que tener”.
La investigadora platense aporta algunos datos que dan cuenta de que la desigualdad de género se construye desde los primeros años. “Hasta aproximadamente los 6 años, los niños y las niñas se auto-perciben como igualmente capaces e inteligentes, pero a partir de esa edad la autopercepción femenina sobre su inteligencia se va menoscabando”, señala.
Ocurre que –continúa Bergero- “en la escuela recibimos menos atención por parte de los docentes y somos menos estimuladas en ciencia”.
“En general, cuando una mujer elige seguir una carrera científica tiene que vencer una primer barrera: su autopercepción. Porque tiene que imaginarse en un lugar que le han dicho que no es para ella”, asegura.
A esto se suma que “hay una invisibilización histórica del aporte de las mujeres a la ciencia, entonces cuando somos niñas no tenemos referentes femeninas”.
En la misma sintonía, Edelsztein destaca que “luego está también a qué jugamos: por más que se está rompiendo un poco con el binarismo, sigue estando muy presente la idea de que a los varones les regalamos juguetes de construcción, más relacionados con la exploración y la investigación, y a las nenas no”.
“¿Qué universos posibles tienen mujeres y varones?”, se pregunta Edelsztein. “¿Tienen los mismos? No, porque desde la infancia les acotamos esa posibilidad”, concluye.
El libro que cuenta la historia de las inventoras ocultadas
En 2012 Valeria Edelsztein publicó el libro ‘Científicas. Cocinan, limpian y ganan el premio Nobel (y nadie se entera)’, en el que puso en evidencia cuán ocultas permanecen muchísimas mujeres inventoras, descubridoras y científicas para la historia de la humanidad.
Así, por ejemplo, nos enteramos de que en el 2640 a.C. la primera emperatriz de China Si Ling Chi descubrió la seda; que en 1077 de nuestra era Teodora -hija del emperador Bizancio Constantino Ducas- introdujo el tenedor en Europa y que Caroline Herschel descubrió en 1786 el primer cometa.
También que Jacoba Felicie –una florentina nacida a fines del siglo XIII- fue enjuiciada por “atreverse a curar y a aplicar las técnicas y los procedimientos de los doctores varones siendo mujer”, y que a principios del siglo XX la norteamericana Mary Anderson inventó el limpiaparabrisas.
Progresos en materia de género
En los dos últimos años -al calor de las movilizaciones contra la violencia y en pos de la equidad- florecieron distintas comisiones de mujeres que reclaman por un enfoque de género dentro de los organismos de ciencia y tecnología.
Entre otras cuestiones, buscan obtener una mayor participación femenina en los congresos y charlas, que se amplíen las licencias por ma/paternidad y que se aplique la “Ley Micaela”, que obliga a capacitarse en género a todas las personas que integran los tres poderes del Estado.