Pulió su discurso sobre la temporada para alinearlo al de Kicillof. Avanza en un acuerdo con la Provincia para vacunar en instalaciones municipales. Y mantiene una coincidencia vital con Alberto Fernández.
Por Ramiro Melucci
Trabajar en conjunto, aun en años electorales. La meta que trazó el presidente Alberto Fernández en el acto de inauguración de la unidad de refuerzo sanitario no parece de fácil cumplimiento. La dinámica política previa a las elecciones suele ser una amenaza contra esa clase de propósitos. Pero en Mar del Plata, sobre todo después de lo que se vio la semana pasada, hay un claro intento de caminar en esa dirección.
En el mismo acto que el primer mandatario encabezó por videoconferencia desde la residencia presidencial de Olivos, el intendente verbalizó su objetivo de seguir gestionando con la Provincia y la Nación no solo para enfrentar la pandemia, sino también una vez que el coronavirus deje de ser el enemigo público número uno. Existe, entonces, una invitación mutua de dejar al margen las diferencias partidarias e ideológicas. Los hechos mostrarán si se logró.
Por lo pronto, en la semana en que el Presidente y el jefe comunal reflejaron esa coincidencia conceptual, Montenegro redujo al mínimo las diferencias con Axel Kicillof sobre los asuntos de gestión. Es cierto que por una cuestión personal no acudió al encuentro de los intendentes con el gobernador en Miramar, pero también que después se alineó a la postura de la Provincia sobre la temporada.
El propio Kicillof reveló en la conferencia de prensa sobre la situación epidemiológica que había mantenido una charla con Montenegro por una frase vinculada al movimiento turístico. A fines de enero, el intendente dijo a una radio nacional, con los reparos del caso, que esta iba a ser la peor temporada de los últimos 20 años. La semana pasada, tras colocar una ofrenda floral en el monumento a Patricio Peralta Ramos por el aniversario de Mar del Plata, aclaró que es la mejor temporada que se podía tener en pandemia. Exactamente lo que repite cada martes el mandatario bonaerense después de reunirse con los intendentes.
Al pulir esa línea de su discurso, Montenegro también deja atrás las diferencias que tuvo con Kicillof sobre la restricción de las actividades nocturnas. La temporada es lo que es y punto.
En la misma semana en que tuvo una coincidencia conceptual con Alberto Fernández, Montenegro redujo al mínimo las diferencias con Axel Kicillof sobre los asuntos de gestión.
Al mismo tiempo, el municipio avanza en un entendimiento con la administración bonaerense para que también se vacune en centros de salud, el CEMA y dos polideportivos. La propuesta de la Secretaría de Salud era resistida en un principio por Zona Sanitaria VIII. Gastón Vargas, el titular de la dependencia provincial, argumentaba que los espacios municipales no estaban preparados para almacenar la vacuna a la temperatura necesaria. Los últimos encuentros saldaron esos problemas de logística.
Montenegro aprovechó para sentar postura sobre la inmunización. No se vacuna ahora, aclaró, porque la prioridad son los grupos de riesgo. Pero lo hará cuando corresponda. El enunciado contiene una disidencia con Kicillof y el Frente de Todos (Alberto y Cristina Fernández también se vacunaron), pero reafirma la confianza en la Sputnik V, fustigada en su momento por el ala dura de Juntos por el Cambio.
El gobernador ha dicho que todo intendente que quiera darse la vacuna puede hacerlo. Cree que los referentes de cada comunidad ayudarían a terminar de desmantelar la campaña antivacuna, que le atribuye en gran medida a la coalición opositora. Llegó a revelar que le pidió a Horacio Rodríguez Larreta que se inmunizara. El jefe de Gobierno porteño tuvo Covid, pero no puso el brazo. Con un argumento idéntico al que difundió luego Montenegro.
La carta pública del intendente fue incluso más oportuna porque el prisma de la opinión pública ya no está en los méritos o los deméritos de la vacuna rusa, sino en la cantidad disponible.
Alberto Fernández inauguró el jueves por videoconferencia la unidad de refuerzo sanitaria de Mar del Plata.
También el debate por la presencialidad de las clases entró en un pacto de no agresión. Al intendente le preguntaron por la protesta del grupo de padres organizados y no dio lugar a la controversia: dijo que todo reclamo hay que escucharlo para después tomar la mejor decisión. Lejos de cualquier alegato sobre la presencialidad plena.
Las diferencias la marcaron los concejales. En la comisión de Educación oficialistas y opositores libraron una larga discusión por un proyecto para solicitarle a la Legislatura bonaerense y al Congreso de la Nación que declare a la educación “servicio público esencial” durante la etapa escolar. Hubo chicanas de diversa índole, pero el Frente de Todos hizo valer su mayoría en ese ámbito para sepultar el pedido de los ediles afines al intendente. Justo el mismo día en que Juntos por el Cambio realizaba una “jornada nacional de clases abiertas” para reclamar el regreso a las aulas.
Esta vez casi no saltaron chispas en el Concejo por el pliego del transporte. La comisión conducida por el oficialista Agustín Neme directamente no se reunió. El gobierno evalúa los cambios solicitados por la oposición y los usuarios en la audiencia pública para determinar cuáles son procedentes y cuáles una excusa para bloquear el proyecto.
La Secretaría de Obras añadió el esperado informe sobre la inversión que deberán hacer las empresas durante los años de concesión. Son $ 4.300 millones calculados a diciembre del año pasado. Como ya había aclarado el subsecretario de Movilidad Urbana, Dante Galván, las adjudicatarias recuperarán los fondos a través del boleto. Vito Amalfitano, voz del Frente de Todos en el tema, respondió con más críticas. Indicio de que es improbable un acuerdo con la principal bancada opositora.
El antecedente del presupuesto y de otras iniciativas parlamentarias muestran que asoma más factible un trato con Acción Marplatense. El bloque presidido por Horacio Taccone elevará en un texto todas sus propuestas de modificación. El gobierno se comprometió a analizarlas. Montenegro sabe que un proyecto como el que está en tratamiento, que marcará la vida de los marplatenses por al menos las próximas dos décadas, no puede salir a los empujones con una mayoría muy ajustada. Por más que el reglamento del cuerpo legislativo lo permita, no sería la mejor señal política. Ni la más coherente con su proclama acuerdista.