Por Juan Lamarche
Los juegos olímpicos desarrollados en Brasil nos permitieron acercarnos a los deportes poco conocidos a los que nos atornillamos al fútbol durante todo el año. Se dice a menudo de sus beneficios con respecto a la salud, a la inclusión social de los jóvenes, es cierto, pero hay otras dimensiones poco trabajadas. Se alude a que lo importante es competir. Mentiras. El deportista juega a ganar, aun cuando sea practicado por aficionados, como en mi caso, las maratones, queremos mantener o mejorar nuestros registros.
Los deportistas se sujetan y custodian las reglas del juego en el que participan. También la violencia es una dimensión presente, sobre todo en el fútbol, bien lo sabemos, me han comentado que en el fútbol infantil existe violencia, a veces alentada por los padres, en los deportes con reglas violentas como el boxeo y el rugby se asumen las reglas y no hay violencia agregada.
En resumen, las relaciones entre los deportistas son solidarias, inclusoras, abiertas, amistosas, familiares y amigos se acercan a alentar y conciliar, en los clubes hay una vida social enriquecedora y creativa, jóvenes y maduros comparten afectos en camaradería.
El periodista Ezequiel Fernández Moores, un gran periodista que ejerce el deporte, de la izquierda ideológica abierto al contexto político, social y cultural, que ha trabajado en Página 12, ahora en La Nación y en el exterior, ha escrito un libro brillante sobre Ringo Bonavena. Escribe: “Una vez estuve en un congreso en Inglaterra y conocí a David Golblatt, un sociólogo inglés con el que tuve una larga charla. El me decía que el deporte tenés todo: la vida, el drama, la gloria, la política, la economía y además tenés muchísimas historias humanas. Yo creo que no hay ningún otro escenario que tenga todo como el del deporte y siento que todas las cosas que me gustaría decir, todavía lo puedo hacer con el deporte”.