La serie sobre los reptilianos que invadían la tierra generó fascinación y temor hace treinta años. Parecería que el miedo tiene hoy un desafío más complejo para lograr el mismo efecto. O tal vez no.
por Agustín Marangoni
Tenía cinco años. Mi hermano y mis primos, todos más grandes, se desesperaban por ver V Invasión extraterrestre. Yo no. Me aterraban las escenas en las que se veía la piel humana desgarrada y la coraza de reptil debajo. Me escondía atrás de los sillones marrones que tenía en el living mi tío para no ver, aunque, reconozco, me generaba una atracción muy fuerte esa comunidad de extraterrestres. Cuando se venía una escena de alto impacto, cerraba los ojos o me tiraba atrás del sofá, lo más lejos posible de ese televisor tamaño mueble. Hasta que un día no aguanté y me quedé mirando.
Diana agarró una rata con la mano, abrió la boca y se la tragó viva. Me acuerdo la sensación corporal que me generó la escena. Esa noche dormí horrible y juré que nunca más iba a ver nada relacionado con V Invasión extraterrestre. Creo que fue el primer miedo que registré en mi vida, el más explícito y real. Cumplí con mi palabra a pesar de que en la escuela todos comentaban los capítulos o cambiaban figuritas de la serie. Yo me quedaba afuera, solo, sin contarle a nadie el miedo que sentía. Hasta me incomodaba la canción que cantaban las chicas en los recreos:
V (palmas palmas)
Invasión (palmas palmas)
Extraterrestre (palmas palmas)
con Diana (palmas palmas)
y sus iguanas (palmas palmas)
con Donovan (palmas palmas)
y sus pistolas… (palmas palmas)
(La canción seguía: con Elizabeth y sus poderes, si te ríes o te mueves te daré un pellizcón, sangre roja, sangre verde… o algo así).
Treinta años después, youtube me sugirió un resumen de V con escenas destacadas en hd. No pude resistir la curiosidad de ver cómo había envejecido la serie y mi miedo, tan infantil y tan grave. Vi otra vez la nave blanca, a Robert Englund, una pelea en la que Donovan le arrancaba la piel humana a un reptiliano, el logo de reminiscencias nazis y la escena de Diana y la rata. Esa escena de la rata.
Se me ocurre que el diseño de los miedos hoy es un tanto más sofisticado porque necesita quebrar defensas más entrenadas. La filósofa italiana Michela Marzano, en su libro La muerte como espectáculo, asegura que el caudal de imágenes violentas que circula por la web –y que los medios de comunicación muestran a toda hora– hace que uno pierda la sensibilidad y se vuelva indiferente ante cualquier exceso. Frente a imágenes reales de violaciones, torturas, atentados y asesinatos a sangre fría, una máscara de goma y un hámster suena a chiste, claro. Además de ser visualmente inverosímil.
Sin embargo, el asunto puede ser más complejo. A pesar del exceso diario de violencia, tal vez todavía esté intacta la capacidad de fabricarnos un mal momento con cualquier cosa que estemos dispuestos a creer. Incluso una estupidez. Así de vulnerables podemos ser. Como chicos de cinco años.