El actor dialogó con LA CAPITAL antes de presentarse en la ciudad con la obra basada en el best seller del brasileño Cristóvão Tezza.
Michel Noher presenta esta noche en Mar del Plata “El hijo eterno”, la obra por la que recibió una nominación al premio ACE en la categoría actuación en unipersonal.
La puesta, basada en el best seller del brasileño Cristóvão Tezza, dirigida por el multipremiado Daniel Herz, subirá a escena a las 21.30 en la sala Roberto J. Payró del Teatro Auditorium.
“La gente se va sorprendida de la obra, lo que me parece de lo más lindo, cuando a uno lo descolocan un poco. Me parece importante, sobre todo por la temática, es una obra que habla del amor, de la dificultad de amar al otro por lo que el otro es y lo que tiene que brindar y no por las expectativas que se ponen y en ese sentido es muy profunda y al mismo tiempo muy simple, muy humana”, definió Michel Noher sobre la pieza, que cuenta con producción de su padre Jean Pierre Noher.
– El punto de partida es un momento de por sí bisagra en la vida de un padre y se cruza con otro factor, inesperado en ese caso como es el Síndrome de Down. Un tema con conocimiento y concepción que fue cambiando con el paso de los años ¿Cómo lo analizaste y abordaste?
– Me gusta describirlo como un largo camino desde el miedo y el desconocimiento hacia el conocimiento y el amor. Es interesante lo que va ocurriendo en la obra porque al mismo tiempo que ese padre va evolucionando en su mirada, también la mirada de la sociedad va evolucionando. La obra comienza en 1982 y la visión que tenemos sobre esa temática hoy en día es muy diferente de ese momento, en el que directamente se hablaba de mongolismo y Síndrome de Down era una jerga demasiado clínica.
Son 25 años de historia en una hora de teatro y la obra está basada en un texto literario autobiográfico de Cristóvão Tezza. Tuve oportunidad de conocerlo, tanto a él como a su hijo, vio uno de los ensayos generales y fue espectacular contarle su propia historia.
– La obra es un desafío porque además de estar solo en el escenario, te desdoblás en varios personajes.
– Me gusta llamarlo nudismo teatral, porque la verdad es que no hay nada en escena, estoy yo con una silla y una historia para contar. En esa historia van apareciendo muchos personajes que se entrecruzan, tienen diálogos y me toca a mí solo contarlos y atravesarlos y es muy lindo y parte de la sorpresa que se lleva la audiencia tiene que ver con eso.
– ¿Cómo fue el proceso de preparación para el personaje?
– Fue muy intensivo. Tuve unos 15, 20 días de trabajo solo sobre el texto en soledad, para aprenderlo y un mes y medio de ensayo súper intensivo al que vino el director de la puesta original brasilera (Daniel Herz). Además tuve mi equipo de Buenos Aires, con Nacho Sciotti con quien trabajé en otras oportunidades y es un gran director que tuvo la generosidad en este caso de ponerse en un rol más de asistencia. Los últimos 15 días trabajamos a pleno ya en el Cultural San Martín, donde estrenamos la obra y fue un trabajo muy intenso y un desafío absoluto. La verdad que estar solo en escena sigue siendo fuerte cada vez, lo comparo con la diferencia entre jugar un picadito con amigos o estar haciendo jueguito, solo, con una granada.
– ¿Cómo fue abordar la visión de la paternidad, además de la temática universal de la aceptación y el amor?
– Tiene algo particular y lindo, que es contada la visión de un padre y es una temática no tan abordada en el arte en general. Hemos visto mucho teatro y mucho texto sobre la maternidad, textos, obras sobre la maternidad, tenemos mucho pensamiento elaborado sobre la madre, sobre lo que debería ser, lo que se supone que fuera y no tanto sobre el padre, entonces es lindo ver también la visión paternal a través de un padre, que nos permitan pensarnos a nosotros como padres y a las madres pensarnos como padres. Me parece que eso la hace muy particular.
– En tu caso el texto llegó junto con tu paternidad ¿Cómo influyó en la composición?
– Sin dudas uno no puede trabajar más que con lo que uno es. Claro que el actor trabaja mucho con la imaginación pero la imaginación está llena del bagaje personal. Entonces no sé cómo hubiese sido encarar este proyecto antes de ser padre pero sin dudas hubiese sido muy distinto. Hoy Antón, mi hijo, sobrevuela en cada una de las presentaciones que hacemos con la obra.
– Este padre y tu personaje de Fidel en ‘Cien días para enamorarse’, tienen puntos de contacto. ¿Es la aceptación desde distintos puntos de vista?
– Sí, para mí son dos enfoques distintos de la misma temática. El personaje de la obra se ve imposibilitado de aceptar sus circunstancias y el personaje de Fidel se ve imposibilitado de aceptar sus sentimientos. Hay algo hacia el afuera y algo hacia adentro. A Fidel le cuesta aceptarse a sí mismo y en la obra, el personaje necesita aceptar las circunstancias que le han tocado atravesar como padre. En ese sentido son perspectivas distintas pero creo que se mezclan porque cuando uno no está aceptando las circunstancias también hay algo de no la aceptación de sí mismo y viceversa.