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“Mi hija tiene pesadillas: se despierta al soñar que acuchillan a su madre”

El juicio por el femicidio de Cristina Fuentes estuvo plagado de escenas de dramatismo, como cuando el ex marido de la mujer contó los sufrimientos de la niña de 7 años, única testigo presencial del crimen.

El juicio por el femicidio de Cristina Fuentes (32) es uno de esos que se hacen solamente por obligación legal: la semana próxima, cuando el Tribunal Oral Nº 3 dé su veredicto, Juan Agustón Torancio (25) será condenado a prisión perpetua por matar a su ex novia de 79 puñaladas.

A pesar de que la defensora oficial, Gabriela Zapata, adelantó en el inicio del escueto debate -finalizará mañana con el alegato de la fiscal Andrea Gómez- que planteará la inconstitucionalidad de la máxima pena prevista por el Código Penal argentino, los magistrados Juan Manuel Sueyro, Fabián Riquert y Mariana Irianni, muy posiblemente fallen de igual forma. De hecho, la propia letrada reveló en el comienzo de la audiencia que no discutirá la materialidad del crimen ni la autoría.

Es que el asesinato de Fuentes no tuvo, en ningún momento, misterio alguno. Desde que la fiscal Gómez arribó a la ensangrentada vivienda de Batán, esa mañana del 12 de diciembre de 2017, se supo que Torancio, detenido en el lugar, había sido el autor.

Se trata de un típico caso de femicidio. Y durante la primera audiencia del juicio, en la que declararon diversos testigos, la situación quedó de manifiesto aún más que antes.

“Mi hija tiene pesadillas: se despierta al soñar que acuchillan a su madre”, dijo uno de ellos, Rufino Palma, ex pareja de Fuentes, sobre la niña de 7 años que había tenido con la mujer. El testimonio demolió emocionalmente a los presentes: es que la menor fue la única persona que se hallaba en la casa cuando Torancio entró y apuñaló, 79 veces, a su mamá.

“Ella tenía a upa a la nena y él la corrió directamente para después acuchillarla”, contó a LA CAPITAL una fuente allegada a la causa.

Para el momento en que Palma, absolutamente conmovido y con las dificultades para hablar propias de un hombre humilde y de trabajo, atestiguaba ante los jueces, Torancio ya había salido de la sala por un pedido expreso presentado a través de la defensora. “No quiere estar presente durante el debate”, explicó Zapata a los magistrados.

Por eso, una vez que le leyeron los cargos que afrontaría y el tipo de pena que podía recibir, el imputado abandonó el recinto. “Sos un cobarde”, le gritó, en repetidas ocasiones y entre lágrimas, la hermana de la víctima, quien también declararía luego como testigo.

Cualquiera que transite el derecho aunque más no sea de forma lateral, podrá entender que este caso está prácticamente cerrado. Si bien no es común que un medio de prensa se aventuren sentencias, las partes intervinientes e implícitamente el propio Torancio, al negarse a dar su versión de los hechos -durante la investigación y ahora- coinciden en que es así.

Ese es el motivo por el que culminó la exhibición de la prueba y mañana se producirá el alegato de la fiscal Gómez. El análisis de los peritos, según se decidió, será incorporado por lectura. Y la próxima semana, seguramente, los jueces darán a conocer la sentencia.

Carencias

El crimen de Cristina Fuentes es el ejemplo exacto que cabe en la figura de femicidio. Pero también es un caso explícito que deja ver lo que puede significarle a una mujer vivir en un contexto de carencias. Esas condiciones muchas veces revisten el ambiente en el que germina la violencia en general y, por consiguiente, también la machista.

De acuerdo a la investigación judicial, Fuentes tuvo tres hijos con su primera pareja. Pero luego comenzó una relación con el hermano de ese hombre. Es decir, con quien había sido hasta entonces su cuñado: Rufino Palma. Con él vivió cinco años y tuvo una hija más, la niña que hoy tiene 7 años.

Palma se dedica a la construcción y limpieza de chimeneas. En ese marco, concurrió a la casa de Torancio y del hermano de este -ambos oriundos de Corrientes-, a realizar diversos trabajos. Con el paso de los días, Torancio -peon de albañil- conoció a Fuentes y empezaron a hablar por Facebook.

Después de varias idas y vueltas, y en medio de una evidente crisis de pareja con Palma, Fuentes decidió iniciar una relación sentimental nueva con Torancio. Así, abandonó al padre de su cuarta hija y se fue a vivir con él. Estuvieron juntos siete meses pero la situación lejos estuvo de ser la que la mujer esperaba.

Según los datos recabados, el albañil correntino maltrataba a Fuentes. Le prohibía salir de su casa y también se negaba a que trabajara, lo cual, como se dijo antes, la obligaba a vivir entre carencias y necesidades que sólo podían ser satisfechas por Torancio.

La violencia ejercida por el imputado comenzó a recrudecer y fue entonces que Fuentes decidió irse de la casa: le contó lo que ocurría a Palma y regresó a la casa de él, donde solía asistir periódicamente a visitar y a cuidar a la hija de ambos.

Si bien su vida parecía atravesar una mejora con aquella decisión, el desenlace fatal no tardó en llegar. Un corto tiempo después de haber tomado esa determinación, Torancio la fue a buscar a la vivienda de Batán. Esperó que Palma se fuera a trabajar y cuando ella se disponía a llevar a su hija al jardín la interceptó en la puerta.

Casi sin mediar palabra, Torancio obligó a Fuentes a entrar nuevamente a la casa, le quitó a la niña de sus brazos y con un cuchillo la asesinó de 79 puñaladas. Cuando los vecinos escucharon los gritos llamaron al 911, y al arribar los policías de la comisaría octava se encontraron con la escena del crimen, y el autor del hecho desplomado en el lugar.

Entregado tras haberse convertido en femicida.

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