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Merino: “No siento que me haya costado ejercer por ser mujer, diría hasta que tuve ventajas”

En la tercera entrega de "Penalistas", la abogada Romina Merino, una de las destacadas jóvenes profesionales del derecho local, habla sobre la inserción laboral en un ambiente tradicionalmente machista y asegura que su género "nunca representó una condición".

Por Bruno Verdenelli

verdenelli@lacapitalmdq.com.ar

A pesar de que ya lleva más de 15 años de ejercicio del derecho en el fuero penal de Mar del Plata, Romina Merino es una de las abogadas de menor edad y mayor prestigio.

Tras desarrollar su carrera en el estudio Sivo y asociados, y haber sido parte de distintos juicios de renombre que se llevaron a cabo en los tribunales de la ciudad, consiguió el reconocimiento de sus propios colegas y magistrados.

En la tercera entrega de “Penalistas”, el ciclo de reportajes audiovisuales de LA CAPITAL con profesionales locales del derecho, la letrada fue consultada acerca de la inserción laboral en un ambiente tradicionalmente machista, y aseguró que su género “nunca representó una condición”.

-¿Cómo es esto de ser una mujer joven, atractiva, simpática e inteligente en el fuero penal marplatense?

-¡Qué pregunta cargada de un montón de preconceptos! Ya traés vos los prejuicios a la conversación… Mirá, todas las dudas, las inseguridades que pude haber tenido al inicio de mi ejercicio profesional, ninguna estuvo directamente asociada a mi condición de mujer. Nunca para mí fue un tema esto que vos decís, como si fuera una capacidad disminuida que tenemos las mujeres para litigar en un ámbito en el que hay un ideario colectivo de que es esencialmente de varones. No fue algo que me generase a mí por lo menos un condicionamiento.

-¿Nunca?

-Sí, en mis 20 me sentía todavía transitando los primeros pasos. Pero me hubiese pasado en cualquier otro ámbito del derecho, cuando uno está en pleno proceso de formación, porque salimos de la facultad con un bagaje de conocimiento, pero la práctica te demuestra que es prácticamente otra cosa. Pero no sentí por lo menos, y miro para atrás, que el hecho de ser mujer a mí me hubiera significado una dificultad especial. Tengo también que ser sincera diciendo que tampoco arranqué por mi propia cuenta a desenvolverme en este ámbito. Yo integré, o sea, me incorporé en un estudio que ya venía con mucha trayectoria trabajando en el fuero penal y eso de alguna manera me generó ciertas condiciones propicias como para tener algún algún margen de contención y de respaldo. Quizá si hubiera tenido que desandar el camino sola, no sé si te estaría dando la misma respuesta. No, no siento que me haya costado por esa razón… Te diría hasta que tuve ventajas… Mirá lo que te digo.

-Puede ser un preconcepto, pero también es real que todavía hay muchos espacios que desde el mismo Estado no fueron cubiertos por mujeres. Casi no hay juezas… Por lo cual es un preconcepto y no a la vez.

-Puedo coincidir, pero te contesté de una percepción muy personal. O sea, seguro que no estamos en igualdad total de condiciones. Lo que pasa es que no es algo que a mí me genere… Ni me lo planteo. No me importa nada. Siempre para adelante, independientemente de todo.

-¿Y nunca sentiste que hubiera un destrato o una menospreciación por esto que vos pensás que yo digo que es una posición disminuida? Que no lo es y no lo pienso… ¿Nunca sufriste un hecho de desigualdad de género?

-Ahora me hiciste revisar un poco y al principio, ahora ya no, capaz hubo algún defendido varón en alguna temática bastante sensible que no le gustase que yo fuera mujer. Esta idea de sentir que por ahí no iba a estar tan bien defendido por alguien que pudiera quizá identificarse con la víctima y no con el rol de imputado. Pero lo pude solucionar. Es decir, no fue un caso que tuve que dejar la defensa, sino que se se pudo hablar, se pudo zanjar. Soy tan profesional como un abogado hombre y puedo hacer mi trabajo independientemente de lo que yo pueda pensar de cada caso en particular. Esto es un trabajo y no tengas la menor duda de que te voy a representar sin ninguna clase de de condicionamientos, no me lo permitiría. Pero sacando ese caso concreto, después no. Al contrario, hasta siento que el trato es mucho más, si se quiere, condescendiente o respetuoso.

-¿Por ejemplo?

-Cuando nos toca ir en visita a las unidades penales, digamos. Hay todo un tema donde por mujer a mí me representa a que me traten con más respeto quizá que en otras circunstancias.

-¿Y cómo es llegar a una cárcel de hombres? Porque la fantasía del otro lado puede ser que es muy difícil meterse ahí…

-No, no… Es como ir a cualquier otro lugar que la profesión exija que tengamos que ir. Como si tengo que ir a controlar un allanamiento, o a una diligencia en cualquier otro espacio. Es un ámbito institucional más y entro en función del propósito profesional que tengo para hacer.

-¿Cómo se elige la carrera del derecho penal? ¿Cómo llegas a eso?

-Por circunstancias azarosas de la vida. Cuando estudiaba Derecho no tenía muy claro adónde iba. Me gustaba una materia u otra materia, pero no tenía definido. ¿Viste que hay gente que intuye desde muy temprano, que le gusta tal o cual área? Yo todavía no estaba, hasta el último año de mi carrera, decidida, y ahí es cuando conozco a César Sivo e ingreso a ese estudio jurídico a trabajar (hoy soy asociada de esa oficina), que era profesor de Procesal Penal. Y en esta dinámica de hacer preguntas, de ponerse uno en contacto con el docente, me invitó a trabajar, y ahí esencialmente hacen derecho penal. Así que para mí era una primera experiencia y esa fue la razón por la que yo entré en este fuero. No porque yo sintiera y quisiera desde los inicios de la carrera hacerlo, sino porque se me dio esa oportunidad y después obviamente que me interesó, me gustó y si me preguntás hoy te digo que no lo cambio para nada.

-¿Qué casos te han dejado enseñanzas y también sinsabores?

-Unos cuantos. Es medio injusto tener que elegir. Te cuento de uno que recién arrancaba… O sea, yo estaba muy verde, era muy jovencita y no había ido nunca a un juicio oral. Nosotros éramos los defensores de un chico del barrio José Hernández que estaba imputado de un homicidio en ocasión de robo, uno de los primeros de taxistas… Realmente yo creí desde el primer momento en su inocencia. Él declaró, explicó las circunstancias de esa madrugada… No había estado abordo de ese taxi, pero bueno, había evidencia aparentemente muy concluyente de que sí. Encontraron en la casa, debajo del colchón de su cama, el arma que le habría disparado al taxista… Estuvo un año y medio detenido hasta llegar a juicio. Y pudimos probar que parte de esa evidencia había sido plantada por el gabinete de prevención de la comisaría décima.

-¿Hay limitaciones a la hora de tomar un cliente?

-Por supuesto que las tenemos. O sea, cualquiera de nosotros podría decir: “No, mirá, este es un caso en el que yo prefiero no participar” por lo que sea, sin tener incluso que dar razones. A mí, particularmente, creo que solamente una vez me pasó que era terrible la contradicción enorme que me generaba. Pero también la pude resolver.

-¿Cómo fue eso?

-Tuve que ejercitar esta idea de que es un trabajo, de que no necesariamente uno tiene que compartir o sentirse cómodo. Yo hago lo mejor que puedo en función de representar esos intereses. Entonces, no hay cosas que me generen un prurito especial.

-Dijiste que en la cárcel nunca habías tenido problemas… ¿Y en Tribunales con los escraches e incidentes?

-Ahí sí se arman unos líos bárbaros. Me ha pasado tener que salir por los ascensores internos para evitar esa confrontación. Tener que que refugiarme en el interior de un tribunal hasta que los familiares se vayan… Lamentablemente nos terminamos acostumbrando y uno asume que son los gajes, y entonces te las arreglas como podés… Te escondés un ratito hasta que se van, ves por qué puerta podés salir… Nos han acompañado con custodia policial hasta que pudiéramos subir al auto para irnos. Nos han incluso agredido… Nos atacaron con unos cascotes y tuvimos que correr para volver a refugiarnos en el edificio. Yo sentía el viento de las piedras pasar a la altura de la cabeza…

Fotos y realización audiovisual: Diego Egidio Romero.

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