Por Raquel Pozzi
La conceptualización de “Oriente Medio” o “Medio Oriente” como tales tiene fuerte implicancia terminológica eurocéntrica. El término es controversial dentro del mundo académico pero se ha naturalizado para generar una delimitación imaginaria en el público en general para su uso y aplicabilidad.
Delimitar geográficamente a “Medio Oriente” es aún más controversial porque se entremezclan cuestiones territoriales-estratégicas con las conexiones culturales y sociales. El ejemplo más claro es considerar que el mundo musulmán es Medio Oriente y esta aclaración requeriría de una profundización mayor. En este artículo nos centraremos exclusivamente en la región cuyo avistaje propone caos profundo y preocupante: El Golfo Pérsico.
La rígida relación entre Estados Unidos e Irán sugiere apartados y análisis diferentes, pero es preciso realizar una salvedad: la fisura o grieta en política internacional se manifiesta claramente cuando algunos prefieren mantener la vista firme sobre Irán y otros sobre Estados Unidos.
Alejada de esas líneas, considero que en la tensa relación entre ambos estados existe un hilo conductor: odios históricos que han gestionado socios históricos, como también enemigos permanentes. El presidente norteamericano prefirió retirarse intempestivamente del Acuerdo Nuclear firmado por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Alemania, Unión Europea con la República Islámica de Irán, sin otorgar espacios de diálogo sobre lo que consideraba como fisuras dentro del acuerdo.
La conducta extravagante y caprichosa del mandatario es naturalizada y se ha constituido en la carta de presentación con la cual dirime todos los conflictos, si el receptor otorga un atisbo de debilidad. Mucho más alta se escucha la voz de Trump, sin embargo la historia del pueblo persa no es justamente dar pasos de cangrejo. Y mucho menos en tiempos de los Ayatolá.
El caos generado a partir de la salida del acuerdo es destructivo, otro concepto que me permito utilizar para enfrentar la teoría del “Caos constructivo” elaborado en el año 2003 con la invasión en Iraq, a través de la diplomacia transformativa de Condolezza Rice (Asesora de Seguridad Nacional y Secretaria de Estados Unidos en tiempos de G. W. Bush) en combinación con las doctrinas militares de Weinberger y Powel.
Sintetizando, Rice consideraba que “la misión y los objetivos sean claros y la campaña fuese corta y decisiva” y que el uso de la fuerza militar debía ser aplastante e inexorable para conformar un Nuevo Proyecto en Oriente Medio. Es tan deleznable el “caos constructivo” de Rice, como también lo es el “caos destructivo” de Trump.
¿Hacia dónde se dirige la política exterior de Trump?
Sin respuestas. La única certeza en el mundillo de los analistas internacionales es que todos los acuerdos en la era de Trump son desacuerdos. Pero hay algo interesante de rescatar: volvimos a foja cero en la reconfiguración del esquema global.
El Reino Unido de Gran Bretaña vuelve a estar bajo las sombras de Estados Unidos en clara enemistad con sus antiguos socios de la Unión Europea. Boris Johnson, el flamante primer ministro, enarbolando las banderas de los buques británicos en el Golfo Pérsico demuestra una vez más que las actitudes caprichosos de la política londinense puede generarles otra deriva más como la del Brexit. Sin embargo, es imperioso para Johnson mantener el pulgar levantado de Washington.
No son tiempos del Acuerdo de Sykes-Picot (1916) donde la frontera siria-iraquí fue trazada de manera secreta entre el Reino Unido y la Tercera República Francesa. Aunque es irrebatible porque han pasado más de cien años, la angustia traumática de la pérdida de la hegemonía sigue siendo el desvelo para los británicos y el sólo hecho de estar cerca del liderazgo que ostenta Trump lo acerca un poco a épocas victorianas.
Pero el presidente norteamericano tiene intenciones más ególatras, el desencuentro constante con la República Popular de China en cuestiones comerciales fue lo más rimbombante. En realidad las sanciones comerciales de Estados Unidos se ha expandido a otros estados como una mancha de aceite. Un ejemplo: Japón. Volviendo a “Medio Oriente”, la configuración de un nuevo “desorden regional”, lo que algunos llaman operación quirúrgica, retrasa la declaración de una guerra contra Irán, porque en ese desorden Trump es consciente que puede ser emboscado en una escalada o bucle de acciones y reacciones del estado persa que lejos está de lo que el imaginario social conoce de Irán.
La República Islámica de Irán atraviesa una crisis económica que se agravó con las sanciones de Estados Unidos y la torpeza de la Unión Europea al no sostener ese acuerdo. Aún así cuenta con otros factores no menos importantes:
1-Población mayoritariamente joven, culta y con fuertes lazos religiosos-políticos fuertemente controlada por la Guardia Revolucionaria, como también milicias paramilitares -Basi- que controlan el territorio.
2-Territorio iraní con grandes cadenas montañosas, desiertos y salitrales, es un factor no menos importante en una guerra convencional dónde la invasión al estilo de Iraq, sería imposible.
3-Las instalaciones nucleares subterráneas donde lleva a cabo el Programa Nuclear de extracción de Uranio, enriquecimiento, refinamiento, reactores que producen Plutonio como también almacenamiento y transformación en combustible Nuclear.
Aún en tiempos de inteligencia artificial, es difícil detectar el centro neurálgico de las instalaciones mencionadas. Podríamos nombrar más factores (virus informáticos, sistema digital de inteligencia, servicios de inteligencia “False flag”) pero estos tres factores determinan que la Operación quirúrgica de Trump en el Golfo Pérsico va por otros carriles: la detección de los verdaderos amigos y enemigos en la región.
Oriente Medio en orden, menos para Estados Unidos
No es preciso mencionar constantemente que el sistema post segunda guerra mundial expiró. La lucha más clara en la región la detentan el Reino de Arabia Saudita con La República Islámica de Irán, luego otros actores como el Estado de Israel que se asocia a los saudíes según las conveniencias.
En Yemen actúan en conjunto los saudíes e iraníes; en Libia el co-gobierno en el noveno país de mayor reserva de petróleo del mundo miembro de la OPEP cuyos yacimientos son considerados actualmente como objetivos militares; Qatar en la recomposición de los vínculos luego de la crisis diplomática en el Consejo de Cooperación del Golfo y el Sultanato de Omán que aparece desapercibido, pero sin embargo es tan importante como Irán en el control del Estrecho de Ormuz.
Los conflictos en Oriente Medio generalmente mantuvieron un status quo siempre que no haya involucrado sus tentáculos algún estado hegemónico como el caso de Estados Unidos. Pero hay otros actores estratégicos que apuestan fuerte como Rusia y Turquía, quienes han levantado el brazo de la victoria de Basar Al-Assad en Siria.
Oriente Medio está en orden cuando el comportamiento de buena vecindad mantiene ciertas reglas. Sin embargo, la impotencia de Estados Unidos de Trump es no poder trazar un nuevo mapa con nuevos límites territoriales. Mientras exista la idea hegemónica de nuevos diseños cartográficos, Oriente Medio será un desorden.