Opinión

Medicina, nuevas competencias, reinvenciones, ¿un nuevo médico?

Por Jorge Laborda Molteni (*)

En la medicina, desde hace décadas, están sucediendo grandes cambios debido a los avances científicos en prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades junto a los asombrosos desarrollos tecnológicos. Cabe preguntarse si estos cambios conducen a tener más medicina o una mejor medicina, sumado el momento distópico, doloroso y angustiante que expuso como nunca antes la crisis de recursos humanos en el sistema sanitario.

Con el personal de salud que no termina de recuperarse de las secuelas físicas y anímicas de la pandemia de Covid-19, con desafíos que exigen mayor conocimiento, flexibilidad, creatividad y capacidad de adaptación a estas nuevas y críticas circunstancias. El tiempo se detuvo, se vivió en slow motion y en paralelo se produjo la gran aceleración, la tecnología continuó avanzando.

En este entorno, la innovación que no es sólo tecnología, obligó a aprender nuevas maneras de gestionar y de liderazgo preparándonos para nuevos escenarios, anticipar obstáculos futuros, también leer la complejidad en toda su dimensión a través del prisma de la medicina y la condición humana en un crítico contexto de hipocondría social y medicalización de la vida.

Nuevos aprendizajes 

Dentro de las macrotendencias en educación y entrenamientos técnicos también con simuladores, hoy los profesionales de la salud necesitan ser educados en la resolución de problemas complejos con pensamiento crítico, gestión de personas, inteligencia emocional, flexibilidad cognitiva y conducta ética en la atención centrada en el paciente.

La implementación de esta visión requiere una serie de reformas educativas e institucionales en un aprendizaje transformativo para reconceptualizar la formación del médico actual y futuro de una profesión hoy en crisis que comienza a no ser atractiva en términos económicos, de exigencia y calidad de vida para quienes egresan de la enseñanza media.

Las universidades se enfrentan a un mundo acuciado de tecnología disruptiva, y han empezado a revisar sus procesos pedagógicos poniendo énfasis en la importancia de innovar, emprender, liderar y trabajar en equipo. La educación médica actual debe centrarse en el conocimiento integrativo.

La naturaleza de los trabajos también está cambiando como consecuencia de la creciente adopción de tecnologías cognitivas y de la digitalización de procesos. La automatización, la robótica, la nanotecnología, la impresión 3D, la genética y la biotecnología junto a los sistemas de inteligencia artificial (IA) están transformando la fuerza del conocimiento y laboral hasta niveles hasta hace poco inimaginables, en que las nuevas habilidades y alfabetización digital tecnológicas serán cruciales.

Medicina personalizada, nuevos paradigmas

La enfermedad ahora se aborda como un problema de ingeniería con un planteamiento multidisciplinar. Cuatro tecnologías avanzan a ritmo frenético, la inteligencia artificial, la computación, la genética y los sensores que monitorizan constantes vitales. La inteligencia artificial ya se aplica para el diagnóstico.

El siguiente paso, combinarla con el perfil genético y el ‘big data’ para lograr tratamientos cada vez más personalizados. Estamos ante una revolución, el paso de una medicina masiva y curativa camino a una medicina personalizada de precisión fármaco-genómica y preventiva.

Medicalización, ¿cómo salir ?

Resulta necesario y motivador que distintas disciplinas y escuelas discutan cómo se plantea científica, intelectual y metodológicamente uno de los desafíos más fascinantes de la medicina, la actual relación médico–paciente.

Ivan Illich, autor de Némesis Médica, también de Expropiación de la Salud, fue un visionario que puso en primer plano la medicalización social, los efectos adversos de los fármacos y la iatrogenia. Cuando irrumpe una nueva máquina la sociedad se deslumbra, esto fomenta el consumo y la hipocondría social. La tecnología no es sorda, quien la hace sorda es el médico que la usa mal y le confiere poderes desmesurados.

Por otra parte, la medicalización de individuos asintomáticos con fines preventivos se está convirtiendo en una fuente inagotable de iatrogenia y de derroche de recursos de salud en beneficio de la industria y los profesionales involucrados. ¿ Cómo salir de tanta medicalización ? Hay que empoderar al ciudadano, que tome las riendas de su salud con conocimiento validado analizando beneficios, riesgos y sus expectativas procurando una vida saludable.

El modelo médico hegemónico imperante hasta no hace mucho ha sido reemplazado por un modelo basado en la autonomía de los pacientes, dato inocultable de una compleja realidad que no podemos ignorar.

La finitud, obstinación terapeútica

Pese a los grandes adelantos que la han prolongado, la pérdida de valor de la vida humana es signo distintivo también de nuestro tiempo, el progreso se ha desentendido de la ética. Ignorando la fugacidad de la vida y su finitud, la hipocondría ha ido ganando terreno en una sociedad obsesionada por conseguir la ¨vida eterna¨, mundo por demás contradictorio.

La obstinación terapéutica es otro debate, también la obstinación familiar ante la inexistencia de directivas anticipadas, como la futilidad médica. Sin que nos hayamos dado cuenta o poco se mencione, hemos parido a fuerza de tecnología y empecinamientos terapeúticos, una nueva clase de enfermos que malviven un tiempo muerto que no encuentran su final.

Una multitud institucionalizada reposando en camas inteligentes, encerrados en sus cuerpos deshabitados mantenidos artificialmente a costa de grandes recursos. ¿Quién define la frontera entre la vida biológica y la existencia humana? Albert Camus en su célebre libro La Peste, decía, ¨La mejor manera de conocer a una sociedad es observando como en ella se ama y como en ella se muere¨. Así, la vida, su finitud y este cambio de época que transitamos nos resitúan en una trama mayor que no comprendemos acabadamente, mucho menos dominamos.

Reflexiones finales

El mundo va camino a poblaciones más longevas, con menos posibilidades de cuidados, portadoras de patologías crónicas, también solas. Estos factores sumada a la severa crisis de la salud pública en que se encuentra la Argentina, generan gran incertidumbre en tiempos actuales y por venir.

La gran cuestión además es el equipo de salud, cuidar a quienes nos cuidan. Optimizar su formación, su vocación y su adecuada remuneración devolviendo así autonomía, cultura médica, excelencia profesional y ambientes de trabajo saludables.

Los médicos serán cada vez menos reparadores de órganos enfermos y más intérpretes, consejeros de conductas y de estilos de vida que promuevan acciones salutogénicas, nueva versión de médicos integradores con conocimientos multi y transdisciplinarios.

Nos ha costado siglos darnos cuenta que nuestro bienestar biológico, social y mental, la salud y la enfermedad no son meros accidentes en nuestra vida, corresponden a situaciones ecológicas, epidemiológicas, económicas y sociales que hacen parte del día a día, de los lugares que habitamos y que nosotros mismos creamos. Lo que hasta ayer era necesario, hoy se torna imprescindible. La salud y el futuro de la medicina en su carácter multidimensional trasciende lo biológico y la tecnología, está en manos de todos los actores sociales.

(*) Consultor en Gastroenterología

Hospital Privado de Comunidad

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