El español Juan Florez Estrada murió el domingo a la noche tras haberse accidente en un acantilado, cerca de la Playa Escondida. El guardavida Marino Serafini lo asistió y estuvo en sus últimas horas con él.
—Me llamo Juan, soy de Madrid, tengo 39 años.
Esas fueron las palabras finales que el hombre que se había caído de más de 10 metros por un acantilado, y que yacía gravemente herido entre piedras y el mar, le decía, casi como un mantra, al guardavidas que había nadado para ayudar y rescatar a esta persona que se llamaba Juan, era de Madrid y tenía 39 años.
“Se fue de la playa con vida, hicimos todo lo que pudimos“, dice Marino Serafini al otro lado del teléfono y la angustia en su voz se siente, casi que se puede tocar. El guardavidas fue el primero en llegar a donde se había accidentado Juan Florez Estrada y su muerte le duele hasta las lágrimas.
Juan Florez Estrada había decidido recibir el 2023 en América Latina, en un viaje personal y en solitario. El 30 de diciembre, en un vuelo de Iberia, viajó desde España a Paraguay, donde comenzó su travesía.
Tras dos semanas en Paraguay, Juan tenía planeado venir a Argentina, para pasar unos días de enero en Mar del Plata. El viaje lo tenía organizado y salió desde Asunción el sábado 14 de enero a las 2.40 de la madrugada para poder llegar a Mar del Plata a las 8.30 y disfrutar de la costa argentina hasta el viernes 20 de enero, cuando retornaría a Paraguay a las 19.35.
“¡Preparando la segunda parte del mejor viaje de mi vida!“, había compartido en redes sociales Florez Estrada el pasado jueves, a horas de su vuelo para llegar a Argentina.
Ya en Mar del Plata, el domingo a la mañana el turista español compartió en redes sociales un divertido posteo que decía “los que leen no roban y los que roban no leen!!!. A por el día… En Mar de Plata!!!”, acompañado de unas fotos del libro La guerra de los Mundos, con un billete de 1000 pesos argentinos en su interior.
Ese domingo a la tarde, Juan fue hacia las playas de la zona sur de la ciudad y fue hasta uno de los sectores más alejados. Allí, al llegar a un acantilado, le pidió a otro turista que pasaba por la zona que le sacara una foto, para que saliera su cuerpo entero y el mar de fondo.
Juan se paró en el borde del acantilado y un fragmento se desmoronó, lo que ocasionó que cayera más de 10 metros hasta una zona de piedras de muy difícil acceso y resultara mortalmente herido.
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Marino Serafini (40) es guardavidas de refuerzo que la Municipalidad designó en Playa Escondida, el balneario nudista ubicado sobre la Ruta 11, a la altura del kilómetro 552 y próximo a Miramar.
El domingo a la tarde, todas las playas de Mar del Plata estaban repletas de gente y Serafini miraba atentamente el mar, para asegurar que la gente que se bañaba en su sector estuviera fuera de peligro. En ese contexto, escuchó gritos de personas y advirtió que empezaban a ir hacia un sector de piedras, una zona peligrosa que se tiene que evitar.
El guardavidas corrió para alejar a las personas de ese lugar y a gritos le informaron que un hombre había caído por el acantilado. La gente que estaba allí quería ayudar, solidarizarse, pero se ponían en peligro a medida que se acercaban. Serafini le pidió a los presentes que fueran hacia la playa y se tiró al mar, en una zona de piedras hasta que avistó al hombre que había caído del acantilado. Salió del agua, se acercó y le empezó a hablar, en ese momento todos los protocolos de primeros auxilios que el guardavidas había aprendido se activaron instintivamente.
“Me llamo Juan, soy de Madrid, tengo 39 años”, le decía la víctima al guardavidas, quien sostenía la charla para que no perdiera la conciencia. Hablarle, mantener contacto visual, inmovilizarlo. Serafini asistía a Juan de manera instintiva.
Serafini no sabe cuánto tiempo pasó, difícil calcular si transcurrían segundos o minutos mientras ayudaba a mantener con vida al hombre que había caído por los acantilados. Al lugar llegó personal policial del Destacamento El Marquesado y, desde arriba de los acantilados se pusieron a disposición. El guardavidas pidió a los gritos algo para tapar al hombre y alguien de los presentes le arrojó una toalla, para poder abrigarlo y que no tuviera frío.
—Me llamo Juan, soy de Madrid, tengo 39 años- repetía la víctima.
Dos gomones de Prefectura Naval del destacamento de Miramar llegaron a la zona. Era de tan difícil acceso donde estaban el guardavidas y la víctima que los botes no podían acceder, por lo que un prefecto se tiró al agua y ayudó con la asistencia.
Ya entre Serafini y el nadador de Prefectura suben al turista español a una camilla rígida que flota, para poder inmovilizar a víctimas que sufren traumatismos y le colocan un collarín en el cuello. Estos elementos no se los podían pasar donde estaban, entonces los dejaban en una playa a unos 20 metros y el guardavidas y el prefecto tenían que ir y volver todo el tiempo, mientras atendían a la víctima.
Entre los dos pudieron asegurar a la víctima a la camilla, que se mantenía consciente, con dolor, con frío, pero realizando contacto visual con ellos.
—Me llamo Juan, soy de Madrid, tengo 39 años- repetía.
Comenzó a hacerse de noche y si bien la temperatura disminuyó, ni el guardavidas ni el prefecto sentían frío. La adrenalina y la situación extrema hacían que lo único que les importaba era la persona a la que asistían.
Al lugar también llegó el personal de Riesgos Especiales y se formó un equipo de trabajo en conjunto entre el guardavidas, el prefecto y quienes estaban sobre el acantilado.
Los rescatistas hicieron rapel para descender. Montaron a la víctima en otra camilla y la subieron. Luego subieron al guardavidas y al prefecto, a quienes sacaron del agua y les dieron camperas para que se abrigaran.
“Yo llegué nadando, nunca pensé en más nada que en ir para adelante y ayudarlo. Se fue de la playa con vida, hicimos todo lo que pudimos“, dice entre lágrimas Marino Serafini.
Juan Florez Estrada fue trasladado en una ambulancia del SAME hasta el Hospital Interzonal, donde falleció el domingo a las 21.48, a los pocos minutos de ingresar.
Se llamaba Juan, era de Madrid y tenía 39 años.