En la segunda jornada del juicio por el linchamiento de Nelsón Alderete, declaró quien vivía en su misma casa, Javier Moyano y narró una historia de códigos rotos, traiciones, venganzas, droga y violencia para entender la realidad de algunos barrios de la periferia de la ciudad.
Por Juan Salas
La sala del Tribunal Oral en lo Criminal N°3 está “blindada”, con unos siete policías como custodias y otros tantos más afuera, con escudo y casco, a la espera de lo que pueda suceder en una nueva audiencia por el juicio de la matanza en El Martillo, esa seguidilla de muertes del 7 y 8 de mayo de 2017, en los que Brian Falcato (17) y Francisco Chávez (15) fueron asesinados por Nelson Alderete y este último linchado por un grupo de unas 30 personas.
En la sala no hay público, no está permitido, no quieren que las familias de los involucrados se crucen. Además de los policías, se encuentran los jueces, Juan Manuel Sueyro y Fabián Riquert y la jueza de menores, Silvina Darmandrail. Están los cinco imputados: Mariano “Chaqui” Lezcano, Alexis Juarez, Ángel “Baggio” Chavez, Javier Falcato y María Belén Palavecino, acompañados de sus abogados defensores.
También se encuentra el fiscal Fernando Berlingeri, quien inicia con las preguntas al testigo que acaba de entrar, Javier Moyano, amigo íntimo de Nelson Alderete. Moyano clava la mirada en los imputados, la mano le tiembla, uno podría pensar que son nervios o miedo, pero no. Es algo más, otra cosa que lo define. Se sienta y jura que dirá la verdad, toda la verdad.
-Javier Moyano, usted no quería declarar con los imputados presentes. ¿Es por miedo? ¿está nervioso?
-No, amigo. No les tengo miedo, si son unos cobardes. Tengo bronca, mucha bronca por lo que hicieron.
Moyano vivía en un cuarto en el fondo de la casa que ocupaba Nelson Alderete en el barrio El Martillo, eran amigos. La familia Moyano era amiga de Alderete, de su pareja y sus hijos.
Moyano habla y responde al fiscal, a quien le dirá “amigo” -también le dirá amigo a los defensores y jueces por igual-, pero sus palabras no esquivan la presencia de los imputados, parecen dirigidas a ellos, como desafiándolos y diciendo: “Acá estoy, cobardes”. Su relato está teñido por el enojo, por las traiciones, las venganzas y esos código que siente que se rompieron entre personas que se conocían de toda la vida, desde que aun vivían en el asentamiento de la Villa de Paso.
“Esa mañana (por el 7 de mayo) veo que Nelson estaba con Baggio (Chávez) y que esté le da un arma, para que se defendiera del Chaqui (Lescano)”, explicó Moyano, quien aseguró que Ángel “Baggio” Chavez y Nelson Alderete eran amigos, de hecho, habían estado juntos ese mismo día, hasta que “Baggio se le dio vuelta”.
Alderete quería matar a “Chaqui” Lescano por el asesinato de su amigo, Martín Moyano, el 30 de abril de 2017 cuando salió de la cárcel, sin embargo cuando el 7 de mayo se cruzó con el auto manejado por Lescano, disparó y mató a Francisco Chávez.
Moyano explica que Alderete había matado a “un pibe que no tenía nada que ver” con el arma que le había dado “Baggio” y que “Baggio” era primo de la víctima. Era un Chávez y nadie le iba a perdonar que hubiesen matado a uno de la familia con su arma.
“Nelson se puso como loco, nervioso y claro, cómo no vas a estar así. Yo sabía que se iban a venir un par a buscarlo, porque son una banda de cobardes. Y lo iban a hacer. Seguro que lo iban a hacer, pero yo no quería irme de la casa para no perder mis cosas”, cuenta Moyano y agrega: “Yo pensé que se iba a ir a la mierda, le decía: ‘Nelson, andate de acá’. Pero no, estaba pasado de pastillas él y se quedó“.
El testigo cuenta que esa misma tarde, “Baggio” Chavez lo buscó a Alderete y le pidió que le devolviera el arma, que al final nadie había muerto y que “no pasaba nada”. “Yo le dije que no confiara, que estos no sirven para nada, que se le van a dar vuelta. Pero no, el boludo confiaba igual”, dice.
En El Martillo, si bien había conflictos, todos estaban relacionados de alguna manera: amistades, familias cruzadas, parejas. La mayoría se conocía de antes, de la Villa de Paso. Pero el asesinato de Francisco Chávez, de Brian Falcato y luego el linchamiento de Nelson Alderete, cuyo cuerpo fue desmembrado, prendido fuego y comido por perros cambió todo. Rompió todo.
“Yo con estos no me hablaba, no les daba cabida. No nos queríamos“, dice Moyano y mira a los imputados. “No nos queríamos”, repite, como si ese “no querer” fuese motivo suficiente para una enemistad, para justificar que alguien mate a otro en el barrio El Martillo. “Estos salieron de la Villa de Paso y se transformaron. No eran nada y se habrán hecho hombres en otro lado, pero solo entre muchos, pero nunca solos”, agrega.
“Me da bronca, por eso no los quiero ni ver. Me da bronca que amontonaron a toda mi familia que no tenía nada que ver“, vuelve a repetir Moyano y señala a Javier Falcato, padre de una de las víctimas: “Tengo bronca, menos con (Javier) Falcato, con vos está todo bien. Con tu familia tengo cabida. Cobardes fueron los demás, que le cortaron de un escopetazo la cabeza a Nelson. Falcato la liga de rebote, le mataron al hijo y no hizo nada“.
Moyano parece olvidarse que está en un juicio. Que tiene jueces, fiscales y abogados escuchándolo, mirándolo. Sin importarle el contexto o la policía presente, mira a Belén Palavecino y dice: “Vos mandaste al muere al pibe, boluda. Cobarde, vos mandaste al muere al pibe de Falcato. Vos le dijiste: ‘Dale wacho mandate, mandate’. Y el pibe se mandó. Esperaron que lo mataran adentro. Son unos cobardes. Cuando lo mataron recién ahí fueron ustedes. Cobardes”.
Los jueces piden orden a Moyano, que si bien sigue con “bronca” en ningún momento grita ni levanta la voz, no le hace falta para hacerse escuchar. Javier Falcato, al escuchar que Moyano habla de su hijo muerto, se quiebra, no lo soporta y pide retirarse de la sala.
Moyano termina su relato. El fiscal Berlingeri no hace más preguntas. El abogado Cristian Moix, que representa a Belén Palavecino pide la palabra:
-Ese 7 de mayo, ¿tuvo una discusión con Belén Palavecino?¿La amenazó?
-No, amigo. Yo no amenazo, voy directo. No tuve ninguna discusión, menos con una mujer. Ni cabida ahí.
-¿Pero entonces, no intercambió disparos con Belén Palavecino, no lo sacó ella corriendo por un descampado?
-Amigo ¿sos o te hacés? A mí no me sacó corriendo nadie. Yo me la banco, no soy un cobarde. No me metí porque estaba mi familia, mis sobrinos, mis hermanas.
No hay más preguntas.