Amparado en Osvaldo Soriano, el escritor que le abrió las puertas de la literatura, el periodista local acaba de publicar su primer libro de cuentos. La brevedad y el azar, factores claves en sus historias.
“Si un texto me aburre a las quince o veinte páginas, lo dejo. Porque la vida es muy corta y los libros son muy largos”. Esas palabras -de una cita más larga- del escritor Osvaldo Soriano abren “A un ladrido de la humanidad”, el primer libro de cuentos del periodista Martín Kobse. Más que una advertencia, para el marplatense esa cita funciona como “una declaración de principios”.
Este nuevo libro de once cuentos cortos tiene mucho que ver con Soriano. El amor por la literatura se despertó en este “marplatense por adopción” -nació en Chivilcoy- a partir de conocer historias como las de “Triste, solitario y final”, “Cuarteles de invierno” y “A sus plantas rendido un león”, entre otras novelas.
“Me deslumbró que pudiera modificarse la realidad, combinar acontecimientos históricos con episodios inventados, conectar personajes reales con otros de la ficción o con el mismo autor”, indicó Kobse, quien se desempeña en Radio Universidad y en el canal de TV de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Durante la presentación del libro.
Más tarde, en 1989 tuvo la chance de entrevistar a Soriano. Y el vínculo se terminó de sellar. Fue “una tarde de lluvia”, recordó. Soriano le dedicó un ejemplar de “Cuarteles de invierno” y le sugirió leer a Joseph Conrad.
Las novelas de Soriano lo introdujeron en “la lectura de ficciones” porque hasta entonces solo era un lector de diarios, revistas y libros de historia, “especialmente de los autores que mencionaba Soriano en sus artículos periodísticos”, repasó, en esta entrevista con LA CAPITAL.
“Cuando empecé a escribir cuentos, lo hice con el deseo de imitar a los autores que admiraba -explicó-. Después me di cuenta de que ese medio me permitía construir un mundo propio, con mi voz y mis ideas. Eso me resultó maravilloso e imposible de rechazar”.
Relaciones familiares, el azar, el misterio, aquello que no llega a decirse, textos breves y finales abruptos parecen caracterizar las historias de Kobse. Algunos de los cuentos “fueron escritos hace más de veinte años, en una época en la que me dediqué con entusiasmo, casi obsesión, a la escritura”, dijo. Otros, en tanto, son más recientes.
“Desde que en los ´90 descubrí a Paul Auster, no tuve dudas de que el azar es clave en la vida de todas las personas. No hay día que no compruebe esto, para bien o para mal. Es cierto que uno tiene las riendas de su propia vida y pienso que vamos hacia donde nos lo proponemos o hacia donde nos llevan nuestras propias desidias, aunque en todo momento aparecen circunstancias que no figuraban en los planes”, aseguró.
“A un ladrido de la humanidad” se gestó, según contó, bajo este mismo paradigma azaroso. “La decisión de hacerlo estaba tomada desde hacía un año, con una determinada editorial. Sin embargo, distintas circunstancias fueron aplazando todo. Parecía que el proyecto naufragaba”. Hasta que ocurrió el llamado del editor Javier Chiabrando y cambió ese destino.
-Todos los cuentos tienen en común un final abrupto, a veces desconcertante. ¿Trabajaste especialmente los remates?
-El remate aparece solo, no lo planeo. Es algo que tengo incorporado, aprendido. Me gustan los cierres como los de los cuentos de Raymond Carver. No es algo que haya elegido, sino que fui incorporando casi de manera inconsciente con la lectura de distintos autores, entre los que puedo nombrar a Ernest Hemingway, Antón Chéjov y Gabriel García Márquez.
-Otro aspecto formal que aparece de la lectura de tu libro es la brevedad de las historias, ¿te gusta el cuento corto?
-Mis historias no son breves por una cuestión estratégica. La síntesis siempre me ha parecido una virtud. Incluso cuando me he propuesto escribir textos más extensos, me ha costado mucho. Aunque ahora, que he retomado la escritura luego de todo lo que implicó publicar y presentar mi libro de cuentos, estoy abocado a una historia con más desarrollo, tal vez una novela. Como lector, prefiero las historias breves. Tal vez por esa razón priorice la lectura de cuentos o relatos.
-¿Cómo definirías tu relación con la literatura y la lectura?
-Es una de las relaciones más sólidas y duraderas que he tenido. No nos hemos separado desde el día en que decidimos que podíamos estar bien juntos. He intentado el siguiente juego con algunos amigos: Tenés que elegir un libro antes de que el incendio haga desaparecer tu biblioteca. Como es imposible hacerlo, extiendo la posibilidad a dos. Recién cuando la posibilidad llega a 15 o 20, el juego se convierte en posible. No sé cuánto podría aguantar sin poder leer. No lo he intentado y, afortunadamente, siempre he podido hacerlo. Pero mi relación con los libros no se limita a la lectura y la escritura. He sido librero, distribuidor, corrector y, desde hace algunos años, editor de un espacio literario.
-En algunas de tus historias también aparece el ajedrez. ¿Encontrás relación entre la literatura y el ajedrez?
-Juego ajedrez desde los cinco años, cuando mi papá me regaló un juego que aún conservo y mi abuela me enseñó los movimientos de las piezas. Nunca dejé de hacerlo, pero desde hace un par de años comencé a dedicarme con seriedad, ayudado por amigos que son muy buenos ajedrecistas y generosos conmigo. La primera semejanza que encuentro entre el ajedrez y la literatura es la soledad en la que se encuentran quienes emprenden una u otra actividad. Por otro lado, ni el escritor ni el ajedrecista pueden echarle la culpa de su fracaso a un tercero. Y ambos, para alcanzar sus objetivos, deberán trazar una estrategia válida, bien apuntalada por movimientos tácticos, y necesitarán de una voluntad de hierro para no claudicar ante las adversidades del desarrollo del juego o de la trama.