La cantante colombiana defendió la variedad musical de América latina, en un momento en que la música comercial "se comió todo". Historió el nacimiento de la cumbia y analizó por qué se expandió en la llamada Patria Grande.
La cantante María Mulata defiende las muchas músicas que florecieron en su país, Colombia, desde hace siglos. Investigadora ferviente de la herencia musical negra en los sonidos actuales, la artista busca recuperar esas raíces y manetenerlas vivas, como señal de identidad.
Embarcada en ese trabajo de recopilación, llegó a Mar del Plata para ofrecer un espectáculo que brindará junto al grupo local El recicle. Será mañana sábado a las 21 en el Instituto Marplatense de Música Contemporánea (Chacabuco 3639). Y ese mismo día, durante la mañana, ofrecerá un taller que indagará en los orígenes de la cumbia, desde el canto, el baile y la corporalidad.
María Mulata es autora de varios discos: algunos de ellos son “Itinerario de tambores”, “De cantos y de vuelos”, “Conjuro”, “Cumbia salá”, “Mariquinha”, “Cuestión de amor”. Con una obra musical activa y comprometida, la cantante reconoció que la cumbia, que se diseminó en toda América latina, “cumple una función social”.
“Se fue por debajo de la tierra y sin mucha difusión de la radio y la televisión, cada país la sintió vinculada con lo popular, con todas las formas de cantar, con lo que se vive en América latina. Las penas se bailan, la cumbia y el bullerengue hacen que la gente se sienta más feliz, a pesar de su desgracia. La cumbia abanderó eso, así como lo hizo la ranchera o el tango, las penas se pueden transformar a partir de un canto y de una danza”, reflexionó.
Y consideró que ese fervor hizo que cada país le diera toques propios. “En Chile dicen que la cumbia nació allá y me parece fabuloso, cada país le dio un toque a su manera, en México, en Perú la cumbia chicha, en Argentina la cumbia villera, en Costa Rica la cumbia swing, se transculturó. Y en Colombia no sentimos tanta pertenencia por la cumbia, eso me hace flashear”, observó con su hablar cálido.
Consultada sobre el origen de ese ritmo, recordó que nació a partir de una mezcla: “el aporte indígena, el español y lo afro”. Y contó que lo “más afro” de Colombia es el bullerengue, una música nacida en el seno de un pueblo negro que escapó de la colonia y que resguardó su libertad en la población San Basilio del Palenque. “El bullerengue tiene la misma conformación que la cumbia”, dijo y afirmó que lo español agregó luego matices vinculados al canto y al baile.
Enamorada “de los argentinos y de las argentinas”, observó “una sensibilidad especial en el sur” y una “conexión con el arte” más intensa que en otros lugares. “Sigo investigando en Colombia, si no viviría en Argentina, a pesar del frío. Todo el tiempo voy a festivales, escucho música indígena, música del Pacífico, voy a los festivales de cumbia. Cuando me invitan a ser jurado aprovecho para hablar con los sabedores y con las cantaoras, escucho nuevo repertorio. Me parece super fundamental cantar la cumbia para difundirla, más en esta época en que la música comercial se comió todo, tiene que haber una labor educativa y de academia para transmitir ese saber”, dijo y también se mostró activa en la cuestión feminista que, en Argentina, la activó aún más.
“Antes de viajar a la Argentina, yo creo que sí venía con eso (por el feminismo), sin ser muy consciente. Hice canciones que hablaban sobre el maltrato a la mujer, hice un videoclip donde reuní a dieciocho mujeres de diferentes edades, condiciones e inclinaciones sexuales y canté sobre las mentiras muy bravas que nos han dicho a lo largo de la historia. Visibilizo y ridiculizo los micromachismos de la sociedad latina. Cuando vengo a Argentina por primera vez se me convierte en algo personal y llego a Colombia y hago un chat para mujeres músicas. Y empiezo a reconocer los micromachismos y maltratos que no había aceptado. Creo que acá están en un momento muy bonito, en Colombia estamos despertando. Y pienso seguir hablando de eso en mis canciones”, prometió.