Este verano dirigió seis obras, tres de las cuales debutaron en 2020. La directora de teatro cuenta cómo trabaja y qué busca en cada nuevo proyecto. La magia, el mandato paterno y la fugacidad de los espectadores.
Por Paola Galano
Nunca pensó que no podía hacer lo que quisiera por haber nacido mujer artista en una familia de imaginativos. Dice que fue su papá, el director y empresario Enrique Carreras, quien la formó para, “desde la cuna”, asumir que podría conducir su destino bajo la forma que eligiera.
“En su tiempo, en mi casa mi viejo era el que marcaba y el que organizaba las creencias familiares. Eso de que nosotras podíamos ser o crear siempre estuvo, digamos que desde la cuna sentí que yo iba a poder hacerlo, que podía hacer lo que yo quisiera. Por ahí las limitantes iban por otro lado”, expone María Carreras, directora de teatro y formadora de artistas.
Y dice: “Las mujeres hemos construido una solidaridad y un trabajo cooperativo muy horizontal en todos estos años, creo que en todos los ámbitos pero en el teatral lo veo día a día. Eso hace nos hayamos sostenido y que hayamos logrado peso, porque empieza a haber muchos nombres de mujeres que son referentes de lo artístico en la ciudad a la par de los varones. Eso me parece buenísimo”.
Ese mandato de potencia que tuvo en su familia lo trasladó a su propio trabajo como directora teatral. Este verano, por ejemplo, la mayor de las hermanas Carreras presentó seis espectáculos teatrales, tres de ellos estrenos para la temporada 2020.
Las debutantes fueron las obras “Actriz”, con la actuación de Sandra Maddonni, “Bajo terapia” que resultó premiada con un Estrella de Mar como mejor obra marplatense, y “Actos de amor”, que montó al aire libre, bajo un tilo histórico ubicado en el hermoso jardín de Villa Victoria.
Los otros tres espectáculos “más viejos” fueron “Invisibles” que estrenó el año pasado, “La pipa de la paz” y “Lejana tierra mía”. Estas dos últimas tienen varios años en cartel; las tres siguen con sus funciones en diversos escenarios locales.
“Actriz es un proyecto que yo quiero mucho, porque a la autora, Carolina Molinari, la conozco desde chica, es la hija de una amiga y viene de una familia en la que ninguno es artista. Entonces que ella se dedicara a escribir, a actuar y a dirigir es como si lo hubiera hecho mi hija”, cuenta a LA CAPITAL.
La pieza, que entrelaza la vida de Liv Ullmann, la actriz noruega que protagonizó varios filmes de Ingmar Bergman con reflexiones de la actriz que la interpreta, cosechó gran éxito en el circuito independiente porteño. Y cuando María la vio, no dudó. “Dije ‘esta obra la quiero hacer'”, repasa.
“Tuve que esperar un poquito para poder hacerla, porque estaba viajando por todos lados y ahora se dio la posibilidad. Desde que la vi le dije a Sandra que había una obra que me gustaría que hiciera”, agrega y dice que trabaja junto a la coreógrafa Marta Sol Bendaham, quien se dedica a cuidar los movimientos de Sandra sobre el escenario. “Es un lujo impagable, esto es trabajar en Hollywood, en Broadway y es un lujo de amor entre compañeros que nos ayudamos unos a otros porque amamos lo que hacemos y queremos hacerlo cada vez mejor. Hay pequeñas satisfacciones que son increíbles”.
“Siempre la magia”
María considera que cada obra es única y que en ella habita una suerte de misterio, que prefiere llamar “magia”. “Me parece que cada espectáculo tiene una magia, una magia distinta, y eso es lo que hay que saber desentrañar. Tenés que saber a quien se lo estás contando”, reflexiona.
En “La pipa de la paz”, que interpretan Carlos Vega y Gonzalo Pedalino, la magia se abre a la platea cuando ésta logra volver a entrar, como en un espiral de tiempo y de ficción, en la propia casa materna. “Es una obra que propone ir a esas raíces que tienen que ver con la infancia, al amor, a la poesía”.
Lo sensorial, lo “desenchufado” es lo que late de manera mágica en “Actos de amor”. “A mí me gusta todo lo tecnológico pero también me gusta volver a lo básico, este es un espectáculo distinto, podés meterte en un mundo diferente mediante los sonidos naturales, tiene mucho de sensorial”, describe.
Y ejemplifica que en “Actriz”, lo mágico se enraiza cada vez que el público puede meterse en el mundo femenino de una actriz famosa. “Es descubrir una confesión que parece de fantasía o muy real”, asegura.
-¿Cómo te organizás para poder trabajar en tantas obras?
-En realidad se van preparando los espectáculos de forma escalonada, no es que al mismo tiempo se va preparando todo. Además está la idea de poder formar equipo, porque junto con los actores que están arriba del escenario están las personas de producción, de artística y de comunicación. En todos los aspectos ellos se ponen el proyecto al hombro y son todos muy profesionales en lo suyo. Son quienes mantienen el espectáculo y siguen tan vivos como el primer día. Yo llevo la cabeza de la organización pero el trabajo está repartido entre muchas personas.
-¿Se está dando esto de que muchos elencos te piden que los dirijas vos?
-Sí, yo creo que ese es el premio que estoy teniendo en esta etapa. Después de hacer muchas cosas, de que he trabajado con tanta gente, y que he generado nuevos espacios para nuevos actores durante tanto tiempo, ahora ellos me vienen a buscar y me proponen ideas. La verdad eso es una gran satisfacción, aparte de lo que se genere con cada proyecto. Para mí es un retribución hermosa en este momento. Así pasó con “Invisibles”, que fue una obra que trajeron las actrices. Con “Lejana tierra mía” también, me la acercó Rodolfo Barone, “Bajo terapia” me la trajo Marcelo Rigl, y “La pipa de la paz” fue idea de Carlos Vega. Después yo les doy mis toques.
-¿Cuál es tu impronta, tu marca como directora?
-Eso es algo que me dicen, me dicen que se nota mi mano. Yo me fijo en cuidar todos los detalles, en que la obra más allá del tema y del género no sea aburrida. Porque creo que, en ese sentido, los espectadores son muy fugaces y hay que atraparlos, no hay que permitir el aburrimiento para nada. Creo que dentro de lo posible, por imaginación, por creatividad, por recursos, por dinámicas de programación, hay que tratar de generar cosas diferentes a la hora de contar historias, no diferentes porque sí, diferentes con sentido. No quedarse en la primera más fácil. Igual son detalles que parecen ínfimos, pero a la hora del resultado final se notan. También me gusta que haya sentimientos y verdad en escena todo el tiempo, que fluya una energía más allá del tema y del género o de la situación, que haya un interés común en contribuir a contar la historia más allá de las individualidades o de los egos. Porque el proyecto es más importante que cada uno de los que lo hacemos. La gente cuando llega no se pone a pensar en todas estas cosas, pero simplemente siente que no entra a un lugar muerto o vacío o frío, sino que siente que hay una energía de todos queriendo que vos estes ahí y seas partícipe.