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Mar del Plata, la ciudad elegida como excusa en el atentado a la Embajada de Israel

El informe del Mossad desclasificado en los últimos días y que en la medianoche de este miércoles fue publicado por el portal Infobae regresa sobre algunos puntos esenciales del atentado a la Embajada de Israel perpetrado el 17 de marzo de 1992, entre ellos la compra de la camioneta utilizada como coche bomba. En esa etapa de la operación, asoma el nombre de Mar del Plata como una excusa perfecta.

Por Fernando del Rio

El hombre que el 24 de febrero de 1992 entró a la agencia de autos de Juan B Justo al 7530, en el barrio porteño de Floresta, llevaba lentes oscuros y hablaba con un acento tan extraño que despertó en el empleado Carlos Llorens cierta curiosidad y una atención mayor a la que solía tener con otros clientes. También el dueño de la concesionaria notó esa excentricidad.

Con cordiales modos el hombre se presentó como un ciudadano brasileño, estudiante, y que para ganarse la vida se dedicaba a comprar y vender vehículos. La entrometida tonada no parecía ser propia del “portuñol”, aunque tampoco resultó un impedimento para que las negociaciones se iniciaran de inmediato. El cliente señaló la camioneta Ford F 100 color verde y con cúpula que estaba exhibida en el medio del salón.

—Puedo pagar hasta 21.000 dólares por ella —dijo con cierta dificultad.

El dueño de la agencia abrió grandes sus ojos porque ese monto superaba en un 50 por ciento el valor de mercado de esa camioneta. Era cierto que este vehículo estaba impecable y que el propio Barlassina había acondicionado para hacerla mucho más atractivo. Tenía aire acondicionado original, cubiertas nuevas, cúpula, llantas desplazadas blancas, faros accesorios y defensa. Pero, así y todo, la oferta se imponía como irrechazable. Además, la camioneta llevaba varios meses en su poder y ya era tiempo que saliera un comprador como la gente.

La camioneta usada como coche bomba.

Barlassina había adquirido la camioneta Ford F-100 el 27 de febrero de 1991 a un fotógrafo policial llamado José Antonio Galbucera. Un aviso clasificado ese día en el diario Clarín informó a Barlassina sobre la existencia de la Ford F-100 y luego fue cuestión de horas ponerse de acuerdo con Galbucera, quien a su vez se la había comprado en 1990 a un verdulero.

La camioneta había recuperado su esplendor por los neumáticos que le había cambiado Barlassina y por el lustre que le había hecho dar. Por eso al escuchar la oferta, y porque los agencieros suelen no encariñarse con sus automóviles, le dio una charla explicativa al hombre misterioso sobre las bondades de la “chata”.

El comprador dijo llamarse Elías Ribeiro Da Luz y, convencido, pidió reserva sobre la camioneta. También que en horas de la tarde regresaría con el dinero porque debía organizarse para traer los 21.000 dólares, pero que lo haría sin demora.

La compra

Tal como lo había prometido, el comprador llegó por la tarde con el dinero pero el precio final fue de 20.500 dólares.

—¿Me podría poner que la venta fue de 21.000, para quedarme con la comisión? —se hizo entender, a lo que el agenciero no se negó. Seguía siendo un precio exorbitante y acaba de hacer un gran negocio.

El empleado Llorens realizó toda la documentación y el hombre que seguía siendo un misterio, pero con identidad manifiesta, entregó un documento a nombre de Elias Griveiro Da Luz, N°. 34031567 del Registro General del Brasil y con domicilio en avenida Rivadavia 1500 de la localidad de “Piñac”, provincia de Buenos Aires. Los papeles se llenaron a nombre de Da Luz, pero el formulario 08 quedó en blanco porque quien se iba a quedar con la camioneta no iba a ser él. Ya les había aclarado que era solo un intermediario, pero entonces le precisó que la camioneta viajaría a Mar del Plata, porque allí estaba el comprador definitivo. Fue la excusa final para la maniobra de encubrimiento y para cerrar con premura la operación.

Al contar los billetes, Barlassina detectó que en cinco de ellos había algunas escrituras en un idioma que no era ninguno de los que él podía identificar. Le pidió a Da Luz si se lo podía cambiar y el hombre se comprometió a hacerlo al día siguiente.

Con la cédula verde, el formulario 08 firmado, el formulario 12 y el último pago de patente, Da Luz se bajó los lentes de sol y manejó la Ford F-100 hacia la salida. Esa fue la última vez que lo vieron.

Lo que desconocían Llorens y Barlassina era que ese acento tan extraño en el español no era influencia del portugués, sino del árabe.

La investigación

La escena tiempo después se narraría frente a instructores policiales y se volcaría a uno de los expedientes más infructuosos de la Justicia argentina. Tanto Llorens como Barlassina contarían que a ese hombre misterioso le habían vendido, apenas tres semanas antes del atentado a la embajada de Israel, la camioneta Ford F-100 que terminó por transformarse en coche-bomba.

A 30 años del atentado, esta semana el diario New York Times publicó un artículo basado en el reporte desclasificado del Mossad, el Servicio de inteligencia de Israel. Sin embargo, en los primeros minutos de este jueves el portal de noticias Infobae profundizó el análisis de ese informe e incluyó un mayor nivel de detalle, lo que permite, además de corregir algunas apreciaciones, alcanzar conclusiones más determinantes. Por ejemplo, con un importante grado de certeza le pone nombre y apellido a ese hombre misterioso, el hombre con lentes oscuros.

Hussein Ahmad Karaki era el jefe de operaciones para America Latina del ESO (por sus siglas en inglés, el servicio de Operaciones de Seguridad Externa) del Hezbollaz. Tenía algunos nombres de cobertura zomo Ez Al-Din o Rami, pero solía tomar identidades brasileñas para justificar su extraño e impreciso español. Elias Griveiro Da Luz no existía más que en la impostada documentación.

Uno de los puntos centrales de la investigación realizada por la Corte Suprema de Justicia fue el que rodeaba a la utilización o no de un coche-bomba. El propio presidente argentino Carlos Menem, en discursos inmediatamente posteriores al atentado, había sugerido algunas dudas sobre el origen del estallido, al hablar de que “dicen que fue desde adentro y otros hacen referencia a una explosión a un coche bomba y otros hacen referencia a una explosión en cadena”. Sin embargo, el cráter frente a la embajada y los restos de un vehículo “potencialmente sospechoso” despejaron cualquier otra hipótesis más que la del coche -bomba.

Entre los escombros de la Embajada de Israel, y también a casi 200 metros de allí, los investigadores recuperaron distintas partes de un vehículo. Un trozo del block encontrado, un indicio de chapa patente que se correspondía con aquella pieza mecánica, el dominio C-1.275.871. Esos elementos dieron inicio a una búsqueda hasta localizar la agencia de la avenida Juan B. Justo y a su dueño Roberto Barlassina. Otros dos vestigios de compresor carbonizado y uña de paragolpes tipo universal para F-100 no original-, pertenecientes respectivamente a una pieza industrial “de lujo” (el aire acondicionado) y a un accesorio de la unidad terminaron por confirmar que la camioneta estallada era la adquirida por Da Luz.

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