No se trata de fotos coloreadas. Son imágenes captadas hace un siglo mediante la técnica del autocromo, anterior al uso del celuloide.
Quizás se trate de las primeras fotos color -y posiblemente las únicas, al menos conocidas- que se tomaron en Mar del Plata. Datan de 1920 y fueron logradas con un procedimiento llamado autocromo que, aunque oneroso, se comercializó con gran éxito desde 1907 hasta la década del ‘30.
Pero en principio detallemos lo que estamos viendo. Una de las fotos nos muestra el chalet que María Unzué de Alvear poseía en Boulevard Marítimo y Alsina. Aporta, además, un detalle insólito: un hombre circulando en su…cuatriciclo a motor!
En otra observamos uno de los magníficos salones del Club Mar del Plata, que se hallaba en Luro y la costa y fue destruido por un incendio el 10 de febrero de 1961.
(Uno de los magníficos salones del Club Mar del Plata, que se hallaba en Luro y la costa).
La tercera imagen rescata fotográficamente otra pieza de aquella Mar del Plata perdida: el chalet San Carlos que estaba en Güemes y Garay, hoy hotel Cóndor. Debajo del arco de entrada vemos a un niño que no es ajeno a esta historia.
Ahora volvamos al autocromo. Fue el primer procedimiento que permitió obtener fotografías color y comenzó a ser comercializado por los hermanos Lumiere en 1907. Para no sobreabundar en datos técnicos, digamos que se trata de una pieza fotográfica elaborada sobre una placa de vidrio a la que se adherían partículas de almidón. Un complejo proceso permitía la obtención de imágenes color que, al igual que las diapositivas, necesitaba de una fuente lumínica para su observación.
Estas fotos que compartimos fueron tomadas por un empresario porteño llamado Manuel Iriarte, antiguo propietario de una joya patrimonial que aún perdura en Mar del Plata: Villa Tur, situada en Güemes 2342. Integrante de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados, dejó invalorables registros de nuestra ciudad entre 1920 y 1930.
(Chalet San Carlos. Estaba en Güemes y Garay, donde hoy se encuentra el hotel Cóndor).
Afortunadamente, estas reliquias se conservan y podemos compartirlas gracias a la gentileza del señor Ignacio Iriarte, nieto de aquel fotógrafo e hijo de José Ignacio Iriarte, que es el nene que aparece posando debajo del arco de entrada del desaparecido chalet San Carlos.