Por Ariel Wolman
“No me molesta, pero si yo lo hago al revés tengo una demanda. Si yo te digo `a ver si es de verdad…`, todos dirían ‘¡ehhh!’. Y vamos todos presos. Si lo hacés vos es gracioso; si lo hago yo voy preso. Porque la igualdad (entre el hombre y la mujer) no existe. No la vendamos como humo. Pero no importa, vinimos a otra cosa…”, dijo Luciano Castro en el programa que conduce Dallys Ferreira en Paraguay.
¿Qué le hicieron al actor argentino para que respondiera eso? Dora Ceria, co-conductora del ciclo, le tocó el hombro para comprobar que era “de verdad” (no se sabe si se refería a que si existe realmente o si quería hablar de su físico tan elogiado).
De esta manera, el artista desató un importante debate al plantear la disparidad de percepciones ante el contacto físico entre hombres y mujeres.
El actor, al que conocemos desde hace muchos años, tiene muy en claro la tremenda cifra de femicidios en la Argentina y en el mundo, que las mujeres son acosadas en las calles, en los trabajos, y que muchas veces sienten miedo de que algo les suceda justamente por ser mujeres.
Su observación, según entendimos todos, no buscó en este caso colocar al varón en el papel de víctima, sino más bien abogar por la necesidad de establecer reglas claras y equitativas.
Es cierto que existe una discrepancia en la percepción de las interacciones físicas según el género de los involucrados.
Si una mujer toca a un hombre, sea en televisión o en otro ámbito es mucho más aceptado que si un hombre toca a una mujer.
Esto podría ser tomado incluso como inaceptable y podría terminar en una denuncia penal o en una cancelación, como se dice en estos tiempos a la persona a la que la sociedad le bajó el pulgar.
En este caso puntual notamos, luego de la revisión del VAR, que la conductora paraguaya no tuvo una actitud de acoso hacia el actor argentino.
Si hubiera sido al revés, tampoco hubiera existido un abuso sexual o algo similar. Porque está más que claro que el contacto físico no solo es algo lindo, sino necesario, por eso existen los besos, los abrazos, los apretones de manos, las caricias.
Y en última instancia, podemos plantear la importancia de que cada individuo tenga la capacidad de decidir si se sintió vulnerado en una situación, bajo parámetros aceptados por el sentido común.
Para el final dejamos el clásico tema de la cosificación que fue en definitiva lo que despertó supuestamente el toqueteo al actor.
Es evidente que en la sociedad actual persiste una obsesión por los cuerpos, fomentada en gran parte por la industria del entretenimiento y la publicidad, lo que ha generado una cultura de comparación y autocrítica que afecta a la autoestima y la percepción de nuestro propio físico.
Nuestra sociedad, como tantas otras, pondera más las personas fibrosas, musculosas, con poca grasa, sin rollitos, con colas paradas, abdominales marcadas.
Los “cuerpos hegemónicos”, como se les llama en estos tiempos.
Y no está mal que a cada uno le guste lo que quiera, nadie puede meterse en nuestra cabeza para decirnos qué es lo que nos tiene que parecer mejor o peor.
Lo que sí debemos evitar es hablar del cuerpo del otro, sobre todo si la persona involucrada no nos pidió una opinión, porque ahí sí podemos herir o lastimar al prójimo.
Entender eso hará sentir mejor a los demás y, a su vez, que se sientan mejor con nosotros.
(*): Periodista de espectáculos y columnista en Radio Rivadavia. NA.