El guano de una granja agrícola y los efluentes de un criadero de cerdos serán los recursos de un biodigestor comunitario próximo a ser habilitado en la localidad balcarceña de Los Pinos, con el que habrá de producirse energía limpia y sustentable para el pueblo; gas en el principio, también electricidad en el futuro.
por Oscar Lardizábal
Los Pinos, una localidad de 340 habitantes vecina a Balcarce, está muy cerca de aprovechar los mismos problemas ambientales que la afectan para la generación de biogas para uso domiciliario, y convertirse de este modo en un inédito modelo de energía alternativa a partir de residuos producidos por actividades agrícolo-ganaderas.
Lleva adelante la iniciativa un equipo transdisciplinario de investigadores y docentes del INTA Balcarce, de la Universidad Nacional de Mar del Plata y del CONICET.
El proyecto consiste centralmente en la construcción de un biodigestor (la obra civil ya está terminada) que tendrá como recursos el guano de una granja avícola y los efluentes de un criadero de cerdos, ambos cercanos a las manzanas pobladas.
El gran cambio será, entonces, que esas mismas fuentes de contaminación se transformarán en los recursos para un biodigestor de 100 metros cúbicos, volumen apreciablemente mayor al de uno doméstico, aunque a la vez de dimensión menor a los de gran potencia que, gestionados por el sector privado, participan ahora del plan estatal de energías alternativas Renovar.
Consejo de Administración de la flamante cooperativa.
Empresa comunitaria
Una de varias particularidades en el caso del pequeño pueblo balcarceño, según destacó la bioquímica Mercedes Echarte actuando como vocera del grupo desarrollador, es que se trata de un biodigestor comunitario, a ser administrado por una cooperativa, la Cooperativa de Servicios y Consumos Los Pinos, en cuyo consejo también tendrá voz y voto la Municipalidad de Balcarce.
El proyecto y especialmente la conformación de la cooperativa está implicando, en paralelo al desarrollo técnico, un intenso trabajo social y organizativo, para el cual también hace su aporte el grupo de Economía Social y Solidaria de la Universidad Nacional. También es posible gracias al financiamiento del instituto alemán Wuppertal y subsidios de la Comisión de Investigaciones Científicas de la provincia de Buenos Aires, el INTA y la UNMdP, mientras que la empresa Wemar S.R.L asumió la dirección de la obra civil.
Pese a marchas y contramarchas, y a algún momento de incertidumbre, los papeles para la oficialización de la cooperativa ya están “al salir” en el INAES, y fueron seleccionados los dos vecinos de Los Pinos que serán los operarios de la planta. Ambos ya recibieron capacitación del INTI y fueron acompañados en un recorrida por biodigestores en distintas partes del país para observar su funcionamiento.
De izq. a derecha: Elisa Erbetta (becaria Conicet), Liliana Iriarte (docente UNMdP). Mercedes Echarte (Investigadora INTA-Conicet), María Besuvio (vecina de Los Pinos, tesorera de la cooperativa) y María del Carmen Rosso (vecina, síndica de la cooperativa)
Tecnología nacional
El biodigestor, con su reactor de concreto de 100 metros cúbicos, 6 metros de diámetro y una altura de 3,60 metros, ya está prácticamente terminado, ahora se extiende la red de cañerías y se hacen las pruebas hidraúlicas previas a la habilitación.
“De momento, prioritariamente, –señaló Echarte– pensamos usar el gas que se produzca en distribución domiciliaria para uso directo, sea en cocinas o calefones. El día de mañana, y si se tuviera la posibilidad de ampliar la instalación, ésta también servirá para generar electricidad, lo que sería otra buena noticia para Los Pinos, donde la provisión eléctrica ahora es muy inestable. Y, así, tener un sistema de soporte con una fuente segura sería muy conveniente. Claro, que para éso hace falta otra dimensión del proyecto y más inversión”.
“Hicimos el diseño del digestor con el INTI y el ingeniero de Mar del Plata nos dio una gran mano” destacó la bioquímica y añadió: “Hemos procurado que todo fuera de tecnología nacional, no un mero ensamblado de partes traídas del exterior; lo único que tuvimos que importar fue la bomba”.
En una primera etapa el biodigestor podrá cubrir las necesidades de los socios de la cooperativa, cuyo número actual es apenas de 20.
Echarte destacó los esfuerzos de inversión que realiza la granja avícola para solucionar los desafíos relacionados con la contaminación que supone la misma actividad, y subrayó también que en el establecimiento porcino los animales son criados sobre hormigón, condición que da garantías de que el efluente a destinarse al biodigestor sea el mejor.
Para estos productores de aves y de cerdos se presenta el beneficio de poder disponer convenientemente, y sin costo, de sus residuos, de manera de alejar el riesgo de recibir multas o sanciones por un manejo incorrecto.
Un modelo para pueblos rurales
“Estamos a punto de concretar lo que nos propusimos –concluyó Mercedes Echarte–: generar una instalación con tecnología nacional, bajando los costos de construcción, dándole un uso comunitario al biogás, aliviando a la vez problemas ambientales, y así creando un modelo con participación de los vecinos que podría ser asimilado por tantos pueblos de menos de 2.000 habitantes que comprende el ámbito rural bonaerense. En síntesis, es una combinación de factores que no es común que se dé en un proyecto de este tipo”.