Gueto y Sofi son perros que llegaron desde Campana para formar parte del Operativo Sol a Sol en Mar del Plata. Hasta ahora, ya participaron de 200 procedimientos en los que se encontraron los más diversos tipos de droga. El mito del consumo de sustancias para que sean eficaces y el método de búsqueda.
Gueto pasó toda su vida haciendo lo mismo. Desde que tenía cinco días lo adiestraron para ir detrás de un sólo objetivo: encontrar droga donde quiera que haya sido escondida.
Para Gueto, claro está, la droga no es droga, sino un olor más. Él sabe, por obra de la repetición constante, que si se posiciona sobre el sitio desde el cual olfatea que llega ese vaho inconfundible obtendrá una recompensa: comida o pelota. Lo mismo va para Sofi, quien ya comenzó a demostrar por qué fue elegida y especialmente entrenada.
Existe el mito de que los canes utilizados para detectar estupefacientes son instruidos precisamente en base a la administración y el consumo obligatorio de tales sustancias. Nada más alejado de la realidad, según cuenta Silvio Cemarelli, quien tiene 51 años y, como Gueto, dedicó prácticamente toda su vida a lo mismo: estudiar el comportamiento de los animales.
Con 9 años, Gueto (presta servicios desde hace siete) es parte del Operativo Sol a Sol como un efectivo más. Llegó a Mar del Plata proveniente de Campana, al inicio de la temporada estival junto a su compañera Sofi, debutante en este tipo de acciones policiales. Ambos animales fueron, según los miembros de la Delegación de Investigaciones del Trafico de Drogas Ilícitas local, “claves” para detectar y secuestrar diversas dosis de estupefacientes en los más de 200 procedimientos que ya se llevaron a cabo este verano en distintos puntos de la ciudad.
“Nos facilitan mucho la tarea, porque marcan directamente dónde está la droga. Muchas veces son cantidades muy chicas y en un auto o en una casa hay que revisar todo. Pero con los perros es mucho más directo”, asegura Leandro Piboleau, director del área.
El comisario y adiestrador Silvio Cemarelli junto a Gueto, en la puerta de la Delegación de Investigaciones del Trafico de Drogas Ilícitas local.
Comisario y adiestrador recibido en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Cemarelli nacido en Arrecifes comenzó su carrera como policía en la Escuela Juan Vucetich de La Plata y no bien pudo pasó a integrar el Cuerpo de Caballería de la fuerza. Se desvelaba por comprender la conducta de los corceles en general: tanto es así que hoy preside la Fundación Facet, cuyos integrantes se dedican a la equinoterapia.
Aunque también expandió su pasión a los reptiles, Cemarelli decidió en 2004 dedicarse al adiestramiento de perros, obsesionado con la orientación de los mismos a la táctica policial. Así, se formó con colegas suyos de Bélgica y actualamente es él quien contribuye a la divulgación del entrenamiento animal en Argentina y Uruguay, donde recientemente brindó una charla especializada.
Selección y adiestramiento
Para la desmitifación de que los canes son entrenados a partir del consumo de las mismas drogas que luego deberán detectar, Cemarelli hace un repaso del proceso. La selección del animal es el paso previo al adiestramiento. Es decir, no es cualquier perro el que escogen los especialistas para la instrucción sino uno que descienda de otros que ya a su vez ya hayan sido parte de una práctica igual o similar.
Los llaman “trabajadores” y son los que pueden haberse dedicado a la búsqueda de estupefacientes o de personas, a acciones antitumulto, e incluso a prácticas deportivas y de competencia. Se analiza entonces el linaje, básicamente. “La sangre trabajadora, la cultura del trabajo animal”, la llama el adiestrador.
Cemarelli cuenta que Gueto, por ejemplo, es un ovejero belga malinois, una de las cuatro razas existentes de pastores de ese país, junto con la groenendael, tervueren y la laekenois. En ese sentido, reitera que la genética es de suma importancia para el éxito del entrenamiento.
“Desde que nace al perro y queda seleccionado le digo que es el mejor después de mí, porque es un animal de manada, y en las manadas la jerarquía es lo que vale”, dice el entrenador canino, y la comparación surge directa a una estructura como la de la policía. En ese marco, agrega: “Es la función que va a cumplir. A partir de ahí se trabaja hasta los dos años, cuando ya está en condiciones de trabajar, con estimulación temprana para mejorar sus conexiones, sus terminales, sus sociabilidad… Como con un bebé”.
Gueto puede estar tranquilo a un metro de distancia, pero no va a permitir que lo toque un desconocido. Y eso, cuenta Cemarelli, se debe a que fue entrenado con una doble condición: que preste servicio en el área de seguridad y prevención, como así también en la búsqueda de droga y de personas. Sofi, en cambio, su nueva compañera en la dependencia de Campana -donde otros tres perros reciben instrucción-, sólo fue adiestrada para la última de las actividades citadas, por lo cual “es más juguetona y la puede tocar cualquiera”.
Sumados a esa localidad bonaerense, hay centros de adiestramiento y residencia de canes para tareas de búsqueda en La Plata y Mar del Tuyú, con dos ejemplares en cada una de esas ciudades. “Entre el 30 y el 40 por ciento del avance de la instrucción de la ‘máquina’ -como Cemarelli llama cariñosamente a los animales- depende de la genética, y lo restante del medioambiente, o sea de las tácticas de entrenamiento”, indica.
Y es entonces que el adiestrador describe algunos de los múltiples ejercicios que se implementan en las hasta cinco sesiones -de entre 15 minutos y una hora- que se realizan con los canes. El trabajo inicia cuando los animales tienen tan sólo días, como se explicó antes. Incluso, mientras aún son amamantados por su progenitora, período que se extiende generalmente hasta los dos meses.
En ese lapso, los perros son estimulados desde el juego constante, con pelotas o distintos tipos de objetos. A su vez, y como es de público conocimiento, su capacidad de olfato empieza a desarrollarse hasta superar exponencialmente a la del ser humano, al punto tal que el can puede hasta dividir los diferentes olores provenientes de un mismo objeto.
Cuando ya se nutren por sí solos, hay un cambio de etapa del adiestramiento. Entonces, comen dos veces por día alimento balanceado en horarios diferentes, pero durante los ejercicios pueden recibir pequeños trozos de porciones una vez que cumplan con la “prenda” pautada. En su defecto, también se les demuestra que, alcanzado el objetivo, el entrenador impulsará un juego con pelotas u objetos de hule.
La “prenda” entonces, en el caso del entrenamiento para la búsqueda de estupefacientes, consiste en olfatear las sustancias para dar con su ubicación. Y para que los perros identifiquen esos objetos se los adiestra en base al olor de los mismos que se les impregna a telas o materiales pasibles de ello.
“El perro está ahí haciendo eso por su recompensa, que es primero comida y después pelota. Cuando la gente dice que los drogan… A los perros que buscan explosivos no se les da de comer explosivos. A los que buscan gente no se les dan personas… Son dos años de este tipo de prácticas hasta que recién salen a trabajar”, remarca Cemarelli.
En uno de los ejercicios, el objeto impregnado con el olor, por ejemplo, de la marihuana, es escondido detrás de algún mueble. Otra en el fondo de un valde que debajo tiene otro balde en el que hay un trozo de alimento balanceado. Y así. Las técnicas son muchas y se reproducen hasta el hartazgo, porque el animal, al cabo, es de costumbre.
Gueto en acción durante un procedimiento.
Depresión por desconcierto
y falta de una estructura
“Hay perros que después de que los retiran, a los 11 o 12 años, se deprimen si no siguen con este tipo de prácticas”, menciona Cemarelli. Y lo asemeja a lo que les pasa a muchos humanos cuando se jubilan.
A algunos de los animales, expresa el adiestrador, continúa entrenándolos para que no pierdan incentivo, ya que el deconcierto que les puede generar la falta de una estructura de hábitos se traduce, según los especialistas, en un debilitamiento de su sistema inmunológico y, por ende, de su salud.
Gueto pasó toda su vida haciendo lo mismo. Y si bien ya tiene muchos operativos en su lomo, viejo es el viento y sigue soplando.