Es el promedio en Mar del Plata, lo cual abre la puerta a una industria del divorcio. Aun así, la gente se sigue casando. Cada vez más.
por Agustín Marangoni
La gente se casa por amor. El trámite es gratis y se festeja con fiesta, arroz y luna de miel. Pero parece que el amor se extingue a toda velocidad: en Mar del Plata, según cálculos del Juzgado de Familia, los matrimonios duran un promedio de tres años. Acto seguido, se inicia un camino que arrastra costos fuertes. El trámite de divorcio, de base, alcanza los 20 mil pesos. Si hay bienes e hijos de por medio, más. Mucho más. La cifra se puede quintuplicar sin demasiado esfuerzo.
En Mar del Plata se casan unas 3000 parejas al año, de acuerdo con datos del Registro Civil de principios de 2016. Son 40 casamientos por semana en la sede de la avenida Independencia, 15 casamientos por semana en la sede del Puerto y 7 por semana en la sede de Batán. Unos 250 mensuales, aproximadamente. El 90% de los casamientos unen personas de entre 25 y 35 años. El número de casamientos es proporcional al de otras ciudades grandes del país. A partir de 2010 la cifra aumentó entre un 25 y un 30%. La mayoría se concentra en la temporada alta de matrimonios: de octubre a marzo. Hay quienes dicen que en ese momento del año la cantidad es mayor porque el clima es óptimo para los festejos. También se infiere que al ser en su mayoría matrimonios jóvenes, se casan especialmente para festejar. Son simples especulaciones, no hay una teoría sólida al respecto.
Un dato a tener en cuenta: Mar del Pata es la ciudad con más matrimonios igualitarios de la provincia de Buenos Aires. Supera a La Plata y a todas las localidades del conurbano.
Mucha felicidad al principio, pero el final está anunciado en las estadísticas. Según explica la jueza de familia Amalia Dorado, desde 2012 la cantidad de divorcios en Mar del Plata se mantiene estable y alcanza los 1600 por año, con una oscilación que ha llegado a los 1400. Nunca menos que esa cifra. Según distintos estudios que han realizado desde el Juzgado, hace siete años la cantidad de divorcios estuvo cerca de alcanzar la cantidad de matrimonios. Los motivos, en su mayoría, no son problemáticos, los matrimonios jóvenes terminan con el vínculo porque cambian de pareja, porque quieren estar solos, porque ya no sienten pasión. Muy distintos son los divorcios en las parejas que arrastran décadas, ahí las discusiones son acaloradas, en especial cuando se discute la repartición de bienes.
Con el cambio del Código civil, en 2015, hubo incisos del divorcio que tomaron formas nuevas. Por ejemplo, se puede terminar el matrimonio por decisión unilateral y sin exponer causas, lo cual aliviana el trámite. Pero, en contrapartida, es obligatorio resolver cada uno de los efectos, abogado de por medio. Es decir, además de pagar por extinguir el vínculo, hay que resolver la cuota alimentaria de los hijos, las división de bienes y la tenencia. Una situación frecuente: una pareja con dos hijos, una casa y un auto. Supongamos que la cuota alimentaria acordada es de 8 mil pesos por mes. En un año son 96 mil pesos. El abogado cobra honorarios por el 15% de esa suma. Si hay bienes, cobra entre el 10 y el 15% de la valuación de esos bienes. O sea: de lo que vale la casa y el auto. Y si hay que resolver la tenencia, cobra 10 JUS. Unos 5400 pesos. El costo total del divorcio puede superar tranquilamente los 100 mil pesos, depende de lo que esté en juego. Y si hay dos abogados, porque la pareja se separa en malos términos, el costo de honorarios se duplica.
El abogado Ramiro Rech explica que el cambio de código –que en su momento se anunció como promotor del divorcio express– trajo complicaciones, a contramano de lo que se creía. Señala que tiene puntos ciegos, donde las parejas aprovechan para omitir la declaración de bienes, y hasta omiten que tienen hijos, para bajar los costos. “Están todos los colegas esperando que les caigan divorcios. Son trámites simples, pero de honorarios carísimos. Un abogado gana un mínimo de 20 mil pesos sin siquiera pisar tribunales. Son cinco escritos, todos iguales. Se presentan y a cobrar. Y si hay que mediar con bienes, los costos son inmensos”, dice. En este punto, las voces de los profesionales están enfrentadas. Hay abogados que defienden el nuevo código, a sabiendas que en los juzgados hay flexibilidad y se permite arreglar por fuera distintas cuestiones económicas íntimas de la pareja.
El costo del divorcio, queda claro, es un obstáculo, por eso también hay matrimonios que viven separados informalmente. No hay estadísticas oficiales para estos casos, porque es imposible cuantificarlos. Si existiese ese número, habría que sumarlo a la cantidad de divorcios, lo cual, por lógica, acortaría todavía más el promedio de duración de un matrimonio. Rech no sabe cuántas parejas están separadas sin divorciarse, pero sí sabe que es una situación complicada. Cuánto más tiempo transcurre, más bienes se acumulan. Hay parejas que pasan toda la vida poniendo sus propios bienes a nombre de otro, pidiendo favores a familiares e hijos, porque no quieren que su ex pareja –de hace veinte años, por ejemplo– les reclame nada legalmente.
Es notable: casarse no trae ningún beneficio. Es verdad que se pueden tramitar subsidios, también hay algún plus en determinados salarios y en planes de obras sociales, pero el casamiento no mueve la aguja de nada. El valor es cultural. Es el peso específico de firmar el papel. Es la tradición, que parece invisible y hasta anacrónica, pero atraviesa a la sociedad en un nervio delicado. La formalidad, tal vez. La pertenencia, característica del sistema: entender al otro como propiedad privada. Es evidente que hay mecanismos claves en juego. Los números sobre la relación matrimonio-divorcio son contundentes. Además de los costos. Así y todo, la gente se sigue casando.
Alguna reflexión puede sacudir con eso que el matrimonio es una trampa institucional para legitimar vínculos forzados y estirarlos al máximo posible, sin atender a las variables de felicidad, libertad, diversidad. La sociedad monogámica indestructible. Pero también se puede decir que las personas se enamoran y necesitan que ese amor tenga un registro formal y que nadie está pensando en la división de bienes al momento de casarse. Porque los amores son para toda la vida.
En Mar del Plata, esa vida de amor dura apenas tres años.
Lo bueno, si es breve, dos veces bueno. Felicidades.