La modalidad instaurada durante la cuarentena expuso las desigualdades sociales. Muchos alumnos dejaron de participar activamente de la vida escolar y los docentes buscan alternativas para intentar garantizar la igualdad de oportunidades.
La educación virtual, implementada en tiempos de cuarentena, no llega a todos los rincones de la ciudad. Muchos alumnos de barrios de la periferia o zonas rurales dejaron de participar activamente de la vida escolar porque carecen de la tecnología necesaria y los docentes buscan alternativas para mantener el vínculo.
La situación generada por el Covid-19 dejó nuevamente al descubierto la desigualdad entre quienes pueden acceder a un derecho y aquellos que quedan desconectados del sistema.
Claudia Luengo, directora de la EES N°33, relató la situación: “Cuando empezó la pandemia, de un momento para otro, tratamos de hacer un seguimiento con los alumnos vía WhatsApp. Pero al cerrar el primer trimestre, hicimos un relevamiento y vimos que, de 320 estudiantes, el 10 por ciento nunca se había conectado. Y otro 30 por ciento lo había hecho esporádicamente por falta de datos (para acceder a internet) o porque el único celular de la familia es del padre o la madre, quienes trabajan todo el día”.
Esto abrió un nuevo desafío para las autoridades escolares y obligó a los docentes a reinventar estrategias para llegar a la totalidad la matrícula. “Para el segundo trimestre implementamos el formato papel. Se designó a un profesor como referente de cada curso para armar módulos, que se imprimen en la escuela, con actividades de todos los docentes. Los entregamos cada quince días. Pero, a su vez, tenemos otro problema, ya que muchos padres no terminaron la primaria y no pueden hacer el acompañamiento diario. Por eso, cada determinado tiempo un profesor brinda una clase individual de apoyo, respetando el distanciamiento (autoridades competentes aprobaron un proyecto para poder abrir la escuela tres veces a la semana). En estos contextos lo más importante es el vínculo“, agregó la directiva del establecimiento ubicado en el barrio Cerrito Sur.
Sobre el criterio de evaluación bajo estas circunstancias, comentó: “Decidimos ponderar todas las variables. Hoy no se puede hablar de deserción, sino de desconexión. En nuestro caso acordamos siglas para leer a todos: T/L (totalmente logrado), L (logrado), M/L (medianamente logrado) y S/C (sin conexión). A estos últimos los acompañamos reforzando con el formato papel, llamadas telefónicas y los encuentros presenciales respetando el protocolo. Nuestro objetivo es llegar a todos“.
Nicolás Rabino, docente de la EES N°60, ubicada en el barrio Parque Hermoso comentó estrategias similares. “En principio, la comunicación con los alumnos se dio vía mail, por el grupo de Facebook del colegio y mediante la plataforma educativa ED MODO. Al ser una institución en un barrio periférico, hay dificultades en la interacción virtual. Por eso, al entregar periódicamente el SAE (Servicio Alimentario Escolar), la escuela aprovecha para dar también el cuadernillo del Ministerio de la Nación o fotocopias con propuestas educativas. Y, además, la directora se ocupa de llamar a cada familia”.
La entrega de bolsones de alimentos, programa implementado por el Ministerio de Desarrollo Social provincial, más allá de cumplir con la necesidad nutricional, resultó un método eficaz para sostener el vínculo entre las escuelas y las familias.
Problema social
Para Facundo García, profesor de la EES N°43 de Estación Chapadmalal, “el principal problema no es educativo, sino social”. En ese sentido, afirmó: “Esta ‘nueva realidad’ hizo que se suplante a la escuela por técnicas y tecnologías de enseñanza a las cuales no todos tienen el privilegio de acceder. Muchos/as no cuentan con teléfono móvil y, menos aún, con internet. A la frecuente denuncia de la escasez de computadoras se sumó el final del Plan Conectar Igualdad durante el gobierno nacional anterior, lo que complicó más la situación”.
Por otro lado, las problemáticas habituales se profundizaron por la situación provocada por el coronavirus. “Es cada vez más frecuente la combinación de actividades laborales con las escolares. Ante esta situación de la pandemia, muchos alumnos tuvieron que salir a trabajar para ayudar económicamente en sus casas”, explicó Matías Almazán, profesor de la EES N°15, del barrio José Manuel Zacagnini.
Anabela González trabaja como docente domiciliaria y hospitalaria con chicos que, por motivos de salud, no pueden acudir regularmente al aula. Lógicamente, el Covid-19 también modificó su labor diaria: “Un alumno que vive en un barrio de la periferia no tiene acceso a wifi y se le hace muy difícil la continuidad pedagógica. La madre, cuando termina de trabajar, tiene que imprimir desde algún lugar las actividades que le envían desde la escuela y después también ir a la Biblioteca Municipal para acceder a internet y enviarme las cosas. Si bien me comunico siempre y estoy presente, lo vincular cuenta mucho”, reflexionó.
Para Yesica Sajama, docente del turno nocturno de la EES N°20 de Estación Camet, “el problema más grave es que hay chicos que nunca se conectaron y va a ser difícil que vuelvan a la escuela”. Su principal desafío es lograr que ellos “puedan retomar el estudio”.
Por derecho, el acceso a la educación es, en teoría, universal. Sin embargo, en tiempos de pandemia, el sistema se sostuvo en la virtualidad y excluyó a los desconectados del sistema. Ante este escenario, las escuelas hacen lo imposible para ofrecer igualdad de oportunidades. Una lucha contra viento y marea…