Un análisis sobre el reciente libro de poemas de Lucía De Leone pone de manifiesto la vigencia de la poesía en Argentina y el particular trato con la palabra que hace de la autora una poeta insoslayable.
Por Carlos Aletto
Vayamos a conocer la nieve de Lucía De Leone es el mejor libro de poesía de 2024. Pocas veces un poemario logra el reconocimiento que merece en el panorama literario, pero este libro no solo lo alcanza, sino que lo trasciende. Este libro, de una pureza engañosa como la nieve misma, esconde la fuerza de todo lo que esa blancura puede significar: cuando se ensucia, cuando contrasta, cuando se convierte en un obstáculo o cuando nos encandila. La autora, conocida por su labor como crítica literaria y por rescatar la obra de escritoras olvidadas como Sara Gallardo y Salvadora Onrubia, entrega aquí una obra que también se erige como un rescate: el de las memorias personales y colectivas atrapadas en los paisajes emocionales de sus versos.
Lucía De Leone, con este poemario, nos lleva a un viaje poético donde lo íntimo y lo histórico dialogan, donde el duelo, la maternidad y los vestigios de la historia argentina encuentran un espacio para convivir. Cada poema es una pieza en un mapa emocional que parte de la pérdida de la madre y se extiende hasta los desafíos de la maternidad, con la historia reciente del país siempre como telón de fondo.
Un inicio de despedidas
El poema que contiene los versos que dan título al libro establece desde el comienzo el tono de la obra: un diálogo entre la fragilidad de la vida y la dureza de la pérdida. En él, el yo poético recuerda un momento clave de su infancia, cuando pide a su madre enferma: “a mis 15 vayamos / a conocer la nieve”. La respuesta es devastadora: “No / Llego / A / Tus / 15”.
El poema oscila entre lo cotidiano y lo simbólico. La rutina familiar, representada en gestos como “los fideos que ella dice / cómo hacer”, contrasta con las imágenes de un tiempo congelado, como el árbol de Navidad que “cumple penitencia en el rincón / casi marzo y sigue intacto”. Esta pausa en el tiempo familiar refleja el impacto de la enfermedad y la inminencia de la pérdida. La nieve, en este poema, simboliza tanto lo inalcanzable como la pureza de los deseos que la enfermedad no permite cumplir.
La infancia atravesada por la historia
El libro nos recuerda que la infancia no está aislada del contexto político y social. En un poema que evoca los años de la dictadura argentina, la narradora describe cómo ella y sus hermanos, alentados por su padre, gritaban desde el auto: “Milicos, hijos de puta”. Este acto, a primera vista un juego infantil, adquiere un peso simbólico al reflejar la resistencia familiar frente a un régimen opresor.
La narradora reflexiona sobre cómo, incluso siendo niña, absorbía fragmentos de esa realidad: “Cada mañana / antes de llegar al colegio / el auto disminuía el paso / y a coro gritábamos”. Pero también sobre la incredulidad de sus compañeras, quienes no podían aceptar su relato de que “el río del campo / de deportes / traía los cuerpos / que tiraban los aviones”. Este poema es un recordatorio de cómo los traumas nacionales se filtran en las vivencias más personales, y de cómo las tragedias familiares y colectivas se entrelazan inevitablemente.
El Mundial y las pequeñas alegrías compartidas
En medio de las pérdidas, la poesía de De Leone encuentra espacios de comunión y alivio, como en el recuerdo del Mundial de 1986. La poderosa voz revive la emoción de ver a su padre celebrar el famoso gol de Maradona: “La mano que más me hizo ilusión / fue la de mi papá / en forma de puño que sube / altísimo”. Este poema captura cómo un evento deportivo, aparentemente trivial, puede convertirse en un momento de conexión y celebración familiar.
“Creo que me enteré del Mundial / el día que en el colegio supe / que Argentina le había ganado a Corea”, dice la voz poética, concentrando la mirada infantil, que se mueve entre la incomprensión de lo colectivo y las pequeñas alegrías individuales. La mano de Dios, en este contexto, no solo simboliza el triunfo deportivo, sino también la capacidad de encontrar luz en medio de la oscuridad.
El padre: el amor en la constancia silenciosa
El padre, a menudo retratado como una figura estoica y distante, encuentra en este libro un espacio para mostrar su amor a través de pequeños gestos. En un poema especialmente conmovedor, la narradora describe cómo él le acerca un vaso de agua y un remedio durante una enfermedad. Aunque “no sabe canciones de cuna / no puede acariciar / no sabe arrullar ni decir / te quiero”, su cuidado es una forma de amor incondicional.
“Me avisa que en unas horas / toca la próxima toma. / Que duerma, que pronto va a pasar. / Me acuesto, me tapa y apaga la luz. / Esa noche no es médico / es mi papá”. Este poema, sencillo pero profundo, revela cómo el amor puede manifestarse en los actos más cotidianos y silenciosos.
La maternidad: un ciclo que se renueva
En la segunda parte del libro, la voz poética se desplaza hacia su propia experiencia como madre. Aquí, los poemas abordan la maternidad como un espacio de ternura, pero también de agotamiento y vulnerabilidad. En un poema, la autora escribe: “De nuevo, miro el mundo de costado. / En el tiempo de la nueva espera / la inmovilidad dibuja / arabescos con sangre / en la panza despoblada”. Estos versos reflejan las tensiones entre el cuerpo como creador de vida y las marcas que este proceso deja.
El arte de capturar lo intangible
Lucía De Leone utiliza un lenguaje preciso, cargado de imágenes que oscilan entre lo cotidiano y lo simbólico. Los objetos simples —un árbol de Navidad, un tren de juguete, una bolsa de comida— adquieren una profundidad que trasciende su literalidad. La fragmentación formal del libro refuerza la idea de una memoria rota que se reconstruye a través de la poesía, de la palabra rota.
Vayamos a conocer la nieve no solo es un libro; es una experiencia. Con una pureza que deslumbra y un peso emocional que marca, De Leone nos ofrece una obra que reflexiona sobre las pérdidas, los legados y las conexiones que nos definen. Este poemario, el mejor del 2024, se convierte en un hito de la poesía argentina contemporánea, capaz de encandilar y darnos escalofríos, como la nieve misma.