"Los Hijos de Púa" es un grupo de Facebook creado por un marplatense que reúne a quienes buscan, venden y recuerdan los discos de vinilo de sus bandas favoritas. Precios y "figuritas difíciles".
“Vinileros”: son locos por los discos de vinilo, considerados objetos de culto en un panorama musical que tiene a las plataformas online como piedras hegemónicas. En menor medida, los CD y los cassettes también entran en sus gustos sofisticados. Mar del Plata tiene varios coleccionistas que se suelen reunir en un grupo de Facebook: Los Hijos de Púa.
Conviven en el sitio virtual de esta red social melómanos, buscadores de extrañas gemas, ex disck jockey, coleccionistas, comentaristas y vendedores y compradores de discos, entre otros. También se promocionan las ferias garaje que se realizan cada tres meses en la casa de alguno de ellos (la mayoría son varones). Nació en 2012 y ya acumula más de dos mil participantes.
Además, la Plaza Rocha es otro punto de reunión, aunque presencial. Varios puestos en el Mercado de Pulgas concentran la atención de los “vinileros”.
Discos de vinilo en la Plaza Rocha.
Lejos de la urgencia con la que se escucha música en la actualidad, los defensores de los viejos discos disfrutan de otros atributos: “El disco de vinilo es un objeto que compromete los sentidos”, disparó Marcelo Baltar, periodista, docente y conductor del programa Universo Beat por Radio Universidad.
“Es lindo verlos, tocarlos, olerlos, hasta escuchar el ruidito que hace la bolsita cuando los sacás. Y, además, te sentás a escuchar un disco y es una escucha más atenta, te concentrás más”, agregó. Destacó “el sonido analógico” de una música que atesora “otros brillos y otros armónicos”, acaso reflejo del sonido que tenía la música en el pasado.
En su caso, un vinilo no equipara la música de fondo, aseguró. “Cuando escuchás un disco de vinilo hay un mínimo desgaste que vas teniendo por cada escucha, eso hace que te concentres más. Y si el disco te costó caro lo cuidás”, argumentó sobre sus sesiones de escucha.
Entre el material más buscado, se encuentran los vinilos vinculados al género del rock nacional de época. “Los más caros son Los Redonditos de Ricota, cada vinilo de ellos anda rondando los quince mil pesos más o menos en buen estado, porque no hay nada reeditado de Los Redondos, es un material bastante escaso. Son caros Spinetta, Pappo, Sumo, los discos de época están cerca de cinco mil pesos para arriba si están en buen estado y las reediciones están caras: cuatro mil pesos”.
“A partir de 2015 empezaron a salir muchas reediciones de rock nacional (que hacen algunas discográficas). Eso hizo que un disco de Soda Stereo como Canción Animal de los ´90 sea más caro que la reedición que es de 2015. Por otra parte siempre se sospecha que las reediciones de los vinilos son sacadas de los masters digitales y no de los analógicos”, agregó.
Las “figuritas difíciles” en este mercado tienen que ver con las rarezas: discos de colores o los llamados “test pressing”, es decir las pruebas que editaban las discográficas antes del lanzamiento oficial.
“Con el jazz pasan cosas extrañas, el jazz y el swing es barato, los discos de las Big Band están 400 o 500 pesos, pero hay un disco que es un caso muy extraño, el de Jorge López Ruiz, contrabajista argentino fallecido, quien sacó en 1962 el disco Jazz BA. Ese disco está 30.000 pesos”.
Y recordó que, en paralelo, existe “un mercado muy indie de artistas como Gabo Ferro, Lisandro Aristimuño, Boom boom kid, bandas punk” cuyo materiales en vinilo provocan un verdadero culto muy específico.
“Yo busco más que nada todo lo que son cosas completas de colecciones, todo lo relacionado a The Beatles, mucho de los Rolling Stones, Pink Floyd, voy buscando ediciones de mejor calidad, si tengo una edición nacional y consigo una importada la cambio por la importada”, contó.
Para Baltar, cuyo ciclo radial aparece todos los viernes a las 22, los discos que acumula forman parte de una colección que nunca es definitiva. “Por ahí aparece algo mejor: acá en Argentina se produjeron vinilos hasta el ’92 pero por ahí hay ediciones que no son de buena calidad, en cambio las ediciones importadas sí, tienen mejor sonido”.
Entonces no lo duda y cambia materiales que escucha menor por piezas nuevas que pueden agrandar su colección que, según él, no es muy grande. Tiene cerca de seiscientos discos, frente a otros marplatenses que llegan a tener 200.000. “Es gente que hace muchos años que viene coleccionado”, desde que eran adolescentes y las plataformas de música digital eran apenas un sueño distópico.