Antes que Mar del Plata sea Mar del Plata, ellos y los elefantes marinos eran los únicos habitantes de los salientes rocosos del territorio costero. Se los podía encontrar en Punta Mogotes, Punta Cantera, Cabo Corrientes (Cabo de los lobos), Punta Piedras y Punta Iglesia. Hubo colonias de entre 80 mil y 150 mil ejemplares. Historia de una interacción compleja.
Por Claudia Roldós
Lobos marinos ingresando a una oficina a cientos de metros de “su” lobería”. Ejemplares buscando el calor de un vehículo para descansar. Otros paseando entre los puestos de recuerdos y pescaderías y por las calles de la zona operativa del puerto como un turista más. Las “anécdotas” ocurrieron durante el invierno 2020, en pleno aislamiento por la pandemia, y hasta se ganaron numerosas “notas de color”.
Desde los 80, los lobos vienen sufriendo la contaminación y atentados -con zunchos escondidos en pescado y a balazos-, pero la tensión entre la actividad humana y la presencia de lobos se remonta a mucho antes. Hay registros de 1895, cuando grupos de turistas visitaban la Punta Mogotes para hacer tiro deportivo contra los lobos marinos y otros de antes de la fundación de la ciudad, de grupos de náufragos que sobrevivieron en esta zona alimentándose de lobos.
Además, si bien no hay registros de que en lo que hoy es Mar del Plata se hayan radicado emprendimientos de caza comercial de lobos marinos, si los hay en toda la región sudamericana y podría haber influido en su desaparición de estas costas durante más de medio siglo.
La interacción de los lobos marinos de un pelo (Otaria flavecens) con los seres humanos nunca fue sencilla. Pero, antes que Mar del Plata sea Mar del Plata, ellos -y los elefantes marinos- eran los únicos habitantes de los salientes rocosos del territorio costero de toda la provincia de Buenos Aires. Y en lo que hoy es Mar del Plata, había varios de ellos: Punta Mogotes, Punta Cantera, Cabo Corrientes (Cabo de los lobos), Punta Piedras y Punta Iglesia.
La historia de los lobos
El biólogo marino Diego Rodríguez -cuya tesis de doctorado se refiere, precisamente, al estudio de los lobos marinos de un pelo- y la doctora en biología y coordinadora del Museo de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia María Gabriela Pujol, explicaron en detalles la historia de esta compleja interacción.
¿A qué se deben las incursiones más allá de la banquina de los lobos? Para Pujol son varios los motivos: “En principio su alta tolerancia al público y a incorporarse a las estructuras del puerto que han tomado como propias. Al reducir la actividad de vehículos y movimientos los animales empezaron a tomar lugares que antes estaban ocupados por la actividad propia del puerto. La lobería es también un punto de interés turístico a la vez de un foco potencial de conflicto con la comunidad pesquera”.
A esta situación puntual se suman “las interacciones con la pesca y las actividades portuarias relacionadas con el enmalle y la potencial ingestión en restos sintéticos presentes en aguas del puerto, como así también con el empetrolamiento. También es importante la influencia de los contaminantes tanto orgánicos como inorgánicos presentes en el interior del puerto, que puede traducirse en afecciones en los animales con signos relacionados con la pérdida de pelo, bajo peso y el desarrollo de enfermedades infecciosas”.
La bióloga sostiene que “se hace imprescindible la necesidad de un plan de manejo integral y profesional para tratar esta temática”.
El doctor Rodríguez, es uno de los referentes de la mesa de trabajo que se ha formado con el Consorcio Portuario para trabajar en conjunto en este tema. Justamente, con el grupo de especialistas está trabajando en el informe de situación y estrategias de manejo.
Fidelidad al puerto
Rodríguez explicó que “los lobos marinos muestran una marcada plasticidad en su comportamiento y fidelidad en el uso de las instalaciones portuarias como áreas de descanso. Este proceso de habituación implica reducir la respuesta a estímulos repetitivos o ignorar estímulos nuevos debido a que no se consideran amenazas, tales como el movimiento de público, maquinarias y vehículos. Los cambios rápidos, espontáneos y masivos en la ubicación de los grupos de lobos marinos que se evidenciaron durante el aislamiento, demostraron su capacidad de aprender rápidamente de situaciones novedosas -como el brusco descenso en la actividad portuaria- y transmitir socialmente este conocimiento”.
Y analizó que “la presencia de varios cientos de lobos marinos dentro de un puerto hace que su gestión sea un gran desafío. Comprender a qué tipo de estímulos responden y aprender los animales, como así también cómo los factores sociales influyen en estos comportamientos pueden resultar claves para disminuir los potenciales conflictos con el sector pesquero. Las colonias portuarias de lobos marinos no sólo son una atracción turística imperdible, sino también un escenario ideal para aprender aspectos muy poco conocidos del comportamiento animal”.
Los dueños de la costa
Gracias a que las características topográficas del área que hoy ocupa la ciudad de Mar del Plata -diferentes a las del resto de la provincia de Buenos Aires- fue muy frecuentemente registrada en los diarios de viaje de las expediciones españolas e inglesas que recorrían las costas sudamericanas. “Eso permitió reconstruir con relativa certeza la historia de la distribución de las loberías ubicadas en lo que hoy conocemos como Mar del Plata. Es así que lo que hoy vemos, contrasta con las características que mostraban siglos atrás, cuando los primeros exploradores recorrieron estas latitudes describiendo nuestras costas”, sostuvo Pujol.
Las primeras reseñas que se conocen son las del corsario Francis Drake, que en 1578 nombró a la zona que hoy se conoce como Cabo Corrientes “Cabo de Lobos” debido a la gran cantidad de animales que se observaban, en tanto Juan de Garay en 1581, exploró la zona que hoy se conoce como Punta Mogotes y Punta Cantera donde describió grandes colonias de estos animales.
En enero de 1742, 8 sobrevivientes del buque ingles Wagner estuvieron en la zona casi un año alimentándose casi exclusivamente de lobos marinos, que describieron como extremadamente abundantes y como prácticamente el único recurso disponible en el área “…habíamos matado tantas focas …y las habíamos comido durante tanto tiempo que estábamos casi indigestados, pero no se podía disponer de otra cosa…”.
Paralelamente, se estableció un grupo de padres Jesuitas en las estribaciones de la Sierras de Tandil. Durante esa época realizaron descripciones muy detalladas del área, caracterizando las zonas de Punta Iglesia, Punta Piedras y Cabo corrientes como “cerros de lobos”.
Asimismo, en 1748 el padre José Cardiel recorrió los casi 400 km de costa desde Claromecó hasta Punta Rasa, ubicando las loberías en todos los afloramientos rocosos de la actual Mar del Plata, aclarando que “…por haber aquí siempre más abundancia de lobos que en ningún otro paraje, va a el los indios a matarlos para de sus cueros hacer alforjas…”, confirmando a su vez la presencia de loberías en Punta Mogotes, Punta Cantera, Cabo Corrientes, Punta Piedras y Punta Iglesia.
En las playas céntricas
El encargado de las primeras mediciones topográficas de la provincia de Buenos Aires, Senillosa, describió la gran cantidad de lobos marinos que dormían en la Punta Iglesia, Punta Piedras y el Cabo Corrientes, en 1826.
El naturalista francés Alcides D’Orbigny, quien en esa misma época recorrió las costas patagónicas y bonaerenses en búsqueda de ejemplares de fauna para el Museo de París, realizó descripciones claves para la reconstrucción histórica de la distribución de las colonias de lobos en la región. D’Orbigny encontró grandes colonias de lobos y elefantes marinos en la zona de la desembocadura del Río Negro y reconoció otra importante área de concentración en las costas rocosas de la actual ciudad de Mar del Plata.
El fundador de Mar del Plata, Patricio Peralta Ramos, describió en 1873 la gran concentración de lobos marinos en las cercanías del incipiente poblado, muy seguramente refiriéndose al Cabo Corrientes. La última referencia a la presencia de colonias de lobos marinos data de 1895, cuando grupos de turistas visitaban la Punta Mogotes para hacer tiro deportivo contra los lobos marinos.
-¿Cómo era la costa y qué sectores eran los preferidos por estas especies?
-Pujol: Las loberías se ubicaban en todos los afloramientos rocosos costeros (Punta Iglesia, Punta Piedras, Cabo Corrientes, Playa Chica, Punta Mogotes y Punta Cantera). Estaban pobladas por muchísimos animales. Se estima que la región podría haber albergado entre 80.000 y 150.000 ejemplares. La referencia a la presencia de cachorros confirma que eran reproductivas. Las loberías parecerían haberse mantenido estables por cerca de 300 años.
-¿En qué período, por qué y por cuánto tiempo desaparecieron?
-Rodríguez: Las loberías desaparecieron en el sentido Norte-Sur, debido a los marcados cambios en la toponimia a partir de la fundación de Mar del Plata.
Fernando Lahille recorrió toda la costa de la Provincia en 1897 con el propósito de ubicar un área para la instalación de una estación de estudios costeros, y no reportó en su detallada descripción la presencia de ninguna colonia. Estos resultados son muy relevantes. Diez años después, en 1907, Florentino Ameghino, corrobora esta situación.
-¿Las causas?
-Pujol: El establecimiento de asentamientos humanos permanentes en las cercanías de los afloramientos rocosos marcó el comienzo de la declinación de las colonias de lobos y elefantes marinos, lo que coincide con el aumento y la expansión de la población humana. La desaparición de las colonias de estos animales durante la segunda mitad del siglo 19 esta relacionada no solo con el aumento de la población sino también con la sobreexplotación de las colonias de pinnípedos en el Atlántico Sud Occidental.
No hay evidencias concretas de que se hayan desarrollado explotaciones comerciales de los lobos marinos de la región, aunque no se pueden descartar “cazas de exterminio”.
-Rodríguez: Las concentraciones urbanas en la zona de Mar del Plata comenzaron a desarrollarse a partir de la instalación de un saladero en 1856, mientras que un pequeño muelle se construyó en Punta Iglesia en 1865. El fundador de Mar del Plata, Patricio Peralta Ramos, describió en 1873 la gran concentración de lobos marinos en las cercanías del incipiente poblado, muy seguramente refiriéndose al Cabo Corrientes. La última referencia a la presencia de colonias de lobos marinos data de 1895, cuando grupos de turistas visitaban la Punta Mogotes para hacer tiro deportivo contra los lobos marinos.
-¿En qué momento volvieron a esta zona?
-Pujol: Durante la década de 1960 comienza a asentarse un grupo pequeño de ejemplares (menos de 100) en el Espigón del Club Náutico, luego conocida como La Isla de los Lobos Marinos y su presencia en la Banquina de Pescadores se hace cada vez mas frecuente.
Es así que se estableció una colonia no reproductiva, caracterizada por machos de lobos marinos de un pelo en el interior del Puerto de Mar del Plata, y una concentración estacional de lobos de dos pelos se registró en las cercanías de Punta Mogotes.
Las formaciones rocosas, anteriormente habitadas por los mamíferos marinos, fueron colonizadas por una nueva especie: Homo sapiens, que las transformó en un centro turístico con el establecimiento de numerosas contracciones, realizando modificaciones en el ambiente costero, por lo que probablemente las colonias reproductivas de estos animales no tendrán la posibilidad de establecerse en las costas rocosas de la ciudad de Mar del Plata.
-¿Cómo se constituyó lo que hoy es la actual lobería?
-Pujol: Varios pudieron ser los motivos: la gran cantidad de alimento disponible proveniente del descarte de la pesca, áreas de descanso muy accesibles (playas de arena, plataformas planas, espigones o estructuras flotantes) y predecibles y el refugio de sus predadores naturales (tiburones y orcas).
-¿Qué características tiene esta lobería?
-Rodríguez: La lobería del interior del puerto de Mar del Plata esta formada por machos de lobos marinos de un pelo (Otaria flavecens) de distintas edades. Se trata de grupos relativamente estables durante todo el año, aunque en verano, durante la época de reproducción, se experimenta un pequeño descenso.
Los ejemplares de esta colonia tienen vinculación con otras colonias portuarias y con colonias reproductivas en verano. Estas interacciones son con las del norte (Uruguay) y el sur (Patagonia).