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“Lo único bueno del título fue ganarlo, pero no me cambió”

Luis Lazarte, a diez años de su consagración mundial ante Carlos Tamara. El "Mosquito", como entonces, continúa barriendo las calles de Mar del Plata. Hoy corre maratones y confiesa estar totalmente alejado del boxeo.

por Sebastián Arana

 

Luis Lazarte, hace poco más de diez años, logró una hazaña. El 29 de mayo de 2010 se consagró campeón mundial de los minimoscas, versión Federación Mundial de Boxeo, derrotando en el estadio de Once Unidos por puntos, en fallo no unánime, al colombiano Carlos Tamara. ¿Por qué una hazaña? Porque lo consiguió con 39 años, cuando el retiro estaba cerca, y se convirtió en el púgil argentino más longevo en el momento de la coronación.

Diez años más tarde la vida transcurre para Luis Lazarte con la misma sencillez, alejado de las luces que lo enfocaron aquella vez. En su barrio de siempre, con su trabajo de siempre, rodeado de su familia y de los amigos de siempre.

Inadvertido dentro de la multitud, vive hoy Luis Lazarte. Pero hace diez años miles de miradas estaban puestas sobre él. “No me olvido más de aquella noche. Quería ser campeón del mundo y por fin lo conseguí. Ya lo había intentado cinco veces anteriormente. Era el sueño de mi carrera. Lástima que me tocó grande, ya no tenía mucho más para dar en el boxeo”, recuerda.

“Siempre cuento que Tamara se confió. Vio mi récord, que yo tenía 39 años y había perdido las cinco chances anteriores que tuve para lograr el tìtulo. El tipo, que era un buen boxeador, había venido a pasear a Mar del Plata”, analiza.

“Él no sabía -continúa-, que yo había hecho un cambio. Había cambiado de entrenador. Fernando Sosa me sumó algunas cosas. También había ido a un psicólogo. Estaba más grande, más aplomado y fundamentalmente sabía que era la última oportunidad para mí. Jamás pensé que iba a tener una sexta chance y estaba decidido a aprovecharla”.

Lazarte aquella noche combatió iluminado por esa decisión. Presionó a Tamara desde el primer minuto y le ganó inobjetablemente, más allá de que el jurado Samuel Conde López vio vencedor al “cafetero” por 115-113 en un fallo incomprensible. “No te quepa ninguna duda de que fue mi mejor pelea. Esa noche estaba con todas las luces y lo ‘abataté’ al colombiano”, evalúa.

Lazarte aquel día se convirtió en el segundo marplatense campeón mundial después del inolvidable Ubaldo Néstor Sacco. Pero este referente boxístico, vive hoy completamente alejado de los gimnasios y dedicado a otro deporte.

“Ando en el atletismo. Hace cinco años que compito en maratones y entreno en la pista. Quería seguir realizando una actividad física, hacer algo, y mi señora, que corre desde antes, me convenció. Es un deporte duro. También caro, te la tenés que bancar toda vos. Pero me fascina”, afirmó.

“Hoy pienso que si hubiera conocido el atletismo antes que el boxeo, tal vez me hubiera dedicado a correr. Cuando era pibe, en el gimnasio, Dipilato me decía que me tenía que tendría que haber sido atleta o jockey. Soy un cuatro de copas, pero en mi categoría, la 45-49, siempre termino entre los primeros”, cuenta Lazarte, que no le pierde el gusto a la competencia.

El del atletismo por el boxeo fue el único gran cambio en la vida de Lazarte. “Sigo trabajando en la empresa 9 de Julio, barriendo la Avenida Peralta Ramos como hace más de veinte años. Nunca dejé el trabajo, ni siendo campeón mundial. Siempre dije que seguiría trabajando. Y siempre vivo en el barrio José Hernández”, señaló.

“Lo único bueno del título fue ganarlo, pero no me cambió para nada. No gané plata importante. Pude comprarme una casa a siete cuadras de donde viví siempre y le dejé la anterior a mi hijo. Pero lo hice porque venía guardando. Con humildad vas a cualquier lado”, dice con orgullo.

 

 

Un final que lo marcó

 

 

En la vida de Luis Lazarte, sin embargo, hay un dolor, una bronca que todavía le dura. “En ese momento, cuando le gané a Tamara, estaba bien visto por todos. Pero mi carrera se desmoronó con lo del filipino”, cuenta.

Lazarte hizo dos defensas exitosas de su título y lo perdió casi un año después con el mejicano Ulises “Archie” Solís. Pero superó una eliminatoria ante el nicaragüense Nerys Espinoza y se ganó una nueva chance por el título del mundo frente al filipino John Riel Casimero.

A casi veinte meses de haberle ganado a Tamara, otra vez estaba ante la gran oportunidad y nuevamente de local, en Once Unidos. Pero perdió por nocaut técnico y todo terminó en un escándalo. Con particulares invadiendo el ring y atacando a Casimero y su equipo.

“Ni me imaginaba lo que iba a ocurrir, no lo sabía, no conocía ni a quienes subieron al ring. Yo lo llamé a Casimero, hablé con él, le pedí disculpas. Me viví disculpando después de aquel día, pero la marca me quedó igual. Hoy cuando me ven me dicen: ‘Vos sos el del quilombo’. Nadie se acuerda del título del mundo”, se lamenta.

“Para colmo, por entonces, me quería retirar. Ya me costaba la categoría, había tenido que recurrir a nutricionistas. Y me encontré con un gran rival. No te voy a mentir diciendo que las piñas no dolían. Casimero pegaba fuertísimo y yo ya tenía 41. Y hoy todavía la está rompiendo, el año pasado ganó el título mundial de los gallos”, apunta.

“Todo el mundo me salpicó con aquella porquería. Yo no maté a nadie, no hice nada malo, pero todos los palos me los pegaron a mí. Hubo mucha gente que me veía y cruzaba de vereda. Mi boxeo no era vistoso, no gustaba. Si podía morder a mi rival, lo mordía. Siempre me criticaron, pero yo no hacía caso de las críticas. Pero aquello me dolió”, confiesa.

“El momento de reconocimiento no dura nada. Los amigos del campeón están dos segundos. ¿Sabés las cosas que me prometieron cuando era campeón? No me dieron nada. Pero yo sabía cómo era todo, eh…Cuando gané el título dije que el cinturón lo quería para ponermelo en la cintura, no en la cabeza. Y así fue. No me la creí”, afirma.

“Mi pibe hizo algunas peleas como amateur y dejó hace un par de años. Desde que dejó, jamás fui a un gimnasio o a un festival. Yo estoy ofendido con la gente del boxeo por lo mal que hablaron de mí. Al lado mío quedaron nada más que mi señora y mis tres hijos y dos amigos de fierro, Pablo Pérez y Adrián ‘La Mona’ Jiménez, a los que conocía desde mucho tiempo antes. De los amigos del campeón no quedó nadie. “Siru” Acosta, que también se portó muy bien conmigo, siempre me dice que me dejé de jodar y me invita a sus festivales. Pero no voy a ningún lado. No quiero saber nada con el boxeo. Sólo le daría una mano a mi hijo si continúa con el gimnasio”, completa.

“De todos modos, tengo muchas cosas que agradecerle al boxeo. Yo me crié en la calle, todos saben mi historia. Pero gracias a este deporte pude subirme a un avión y conocer lugares que ni soñaba. Siempre se lo agradeceré”, finaliza Lazarte, el campeón mundial que vive como uno más.

 

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