Yésica Gusmerotti describió a LA CAPITAL cómo fue el asesinato de su pareja, Leandro Vilugron (30), apuñalado tras una discusión de tránsito, el pasado sábado en Juan B. Justo e Independencia. Estremecedor relato.
El plan era el siguiente: ella pasaría la tarde del sábado en un local de Gascón y Santiago del Estero realizándose un tratamiento de belleza, y él continuaría con los trabajos mecánicos en el automóvil que estaba por terminar de armarse, uno de sus sueños. Al culminar el día se reencontrarían y disfrutarían de una cena con familiares, organizada especialmente para ver la final de la Copa América por televisión.
En esos proyectos andaban Yésica Gusmerotti y Leandro Vilugron (30) hasta que Jorge Mattar (54) se cruzó en su camino. Literalmente. Cerca de las 19.30, cuando ella le avisó que sus pestañas habían quedado estéticamente perfectas, él suspendió las tareas en su Fiat Palio y la fue a buscar al macrocentro en su moto. En el trayecto de vuelta, una camioneta los encerró y la pareja insultó al conductor. Poco después, cuando se detuvieron en la esquina Independencia y Juan B. Justo, los dos hombres descendieron de sus rodados y Mattar apuñaló al Vilugron, quien murió a los pocos minutos.
El caso es sorprendente, ya que se produjo frente a la mirada de decenas de personas que se encontraban en el cruce de las dos avenidas, donde hay múltiples comercios. Nadie entendía nada. Mucho menos Yésica, quien vio morir al que pronto iba a convertirse en su marido entre sus brazos.
Casi una semana después, la joven aceptó dialogar con LA CAPITAL sobre el sangriento hecho, por el cual Mattar fue detenido instantes más tarde, luego de escapar hacia su casa de Cerrito al 2900 a toda velocidad, en compañía, a su vez, de su pareja. “No me acuerdo nada de lo que pasó”, declararía luego ante la Justicia, que ordenó que continúe alojado en la Alcaidía Penitenciaria Nº 44 de Batán.
“Bajó de la camioneta con el cuchillo, directamente a matarlo. Lo mató como a un perro”, dijo entre lágrimas Yésica. Y, todavía en estado de shock, agregó: “Se murió en mis brazos. Fue todo rapidísimo”.
Relato salvaje
A pesar de que ambos se dedicaban a la actividad de la construcción -Vilugron era albañil y Mattar contratista-, víctima y victimario no se habían visto nunca. No se conocían, pero la discusión por la maniobra de tránsito motivó un ataque inverosímil, sangriento, propio de personas que mantienen entre sí el peor de los enconos. El crudo relato de Yésica así lo demuestra.
“Leandro me fue a buscar porque no quería que yo volviera a casa, a Génova al 7600, en colectivo. Yo sabía que él había estado todo el día ocupado y apurado, porque tenía dos trabajos y a la vez quería terminar el auto que se estaba armando. Ese era su sueño. Entonces le dije que no se preocupara, pero insistió en ir. Él siempre me cuidaba…”, comenzó la joven la nota con este medio.
Y continuó: “Veníamos por La Rioja hablando de eso del auto y justo cuando fuimos a doblar por Juan B. Justo para el lado de Independencia se puso en rojo. Como quería hacer rápido, pasó igual. Y más o menos a media cuadra nos pasó una camioneta por al lado. No nos llegó a tocar pero nos pasó muy cerca… Si nos tocaba nos mataba”.
Ese fue el comienzo del fin. Según el testimonio de Yésica, Vilugron se enfureció. “Leandro nunca se peleaba en la calle. No era de discutir, aunque si se enojaba se enojaba. Y eso lo enojó. Entonces aceleró, se le puso al lado a la camioneta y le golpeó una puerta: ¡Hijo de puta, me tiraste la chata encima! ¿No nos ves!?’, le gritó. Después nosotros seguimos por la mano rápida hasta que llegamos a Independencia”, añadió.
La pareja debía seguir su camino en moto hacia el sur, por lo que tenían que tomar la avenida que se convierte en Jacinto Peralta Ramos. En vez de ir hasta Jujuy y retomar por Independencia, como no venían autos de frente, Vilugron decidió dar la vuelta en U y se frenó, esta vez sí, frente al semáforo en rojo. “Yo ahí escuché gritos de una mujer y miré para atrás y vi que la camioneta hacía lo mismo. Entonces le dije: ‘Amor este tipo nos está siguiendo’. Y escuchábamos gritos e insultos: ‘Pendejo de mierda le pegaste a la puerta’, le decían el tipo y la mina, a la que no le observé la cara por los vidrios polarizados, pero que por la voz parecía joven”, agregó Yésica.
Entonces, el conductor estacionó la Volkswagen Amarok metros detrás de la motocicleta, sobre el lavadero de automóviles que se ubica en la esquina de las dos avenidas. Vilugron giró y vio que de la 4×4 se bajaba un hombre mayor que él, y automáticamente hizo lo mismo, en medio de recriminaciones y amenazas. “Él lo vio y entonces puso el pie de la moto y también se bajó. Yo traté de calmarlo. Le dije que la cortara, que ya estaba, mientras que la otra mujer le gritaba al otro que lo matara. Y yo al mirarlo pensé: ‘Pobre’. Me dio pena porque era más viejo y no sé, creí que Leandro podía lastimarlo o hacerle daño si llegaba a pegarle. Pero ninguno de nosotros se había dado cuenta de que tenía un cuchillo”, describió Yésica.
Desenlace fatal
Al enfrentarse ambos conductores, entre insultos, Mattar apuñaló a Vilugron en tres oportunidades. Casi sin entender lo que había ocurrido, y mientras el hombre armado regresaba a su vehículo, el joven se volvió hacia su pareja y, sorprendido, la miró y alcanzó a decirle: “¡Me dio! ¡Me dio!”.
“Quedó con los ojos abiertos, todo cortado y ensangrentado. Entonces como pude lo senté en la vereda y salí a correrlo al tipo, que se subía a la camioneta de nuevo. Me le puse adelante para que no se fuera y se la patée toda. En el medio volví con Leandro y ellos se escaparon. Lo único que alcancé a gritar fue que lo persiguieran, que alguien por favor lo frenara y que llamaran a una ambulancia y a la policía”, narró la joven.
Instantes después, Mattar fue detenido por personal de la comisaría quinta en su casa, ubicada en Cerrito al 2900. Hasta ese lugar lo habían seguido un testigo del hecho y su hija, quienes se movilizaban en un Fiat Palio.
La pareja proyectaba casarse próximamente.
Toda la secuencia que terminó con la muerte de Vilugron duró menos de un minuto, de acuerdo al propio testimonio de su pareja. “Fue rapidísimo. Una mujer que estaba ahí me dijo que me sacara la chalina y que le presionara la herida que tenía en el cuello. Este asesino le había abierto toda la garganta, hasta la pera, de abajo para arriba. Se escuchaba un crujido y se le veía la carne… No paraba de salirle sangre y la gente me decía que yo estuviera tranquila pero él se moría…”, continuó Yésica, con la voz quebrada.
El final fue igual de abrupto. “Yo le gritaba que aguantara y él trataba de respirar, pero le costaba. En un momento se puso blanco, quedó duro y pensé que se había muerto. Empecé a gritar y entonces escuché un suspiro y pensé que me había equivocado, pero no. Fue su último suspiro. Después llegó la policía, lo cargó en un móvil y lo llevó al hospital. No pudieron salvarlo, ya había fallecido ahí”, lamentó la entrevistada.
Por último, en medio de un llanto incontenible, repitió: “Este asesino bajó de la camioneta directamente a matarlo… Me lo mató como a un perro, se murió en mis brazos. ¡Me lo abrió todo, me lo partió en dos! Quiero que no salga nunca más. Quiero justicia por Leandro. ¡Al entierro fueron como 100 personas! Lo amaba todo el mundo a él. Queríamos casarnos, teníamos muchos proyectos. Y a mí me mataron en vida…”.