Un grupo de marplatenses recorre la zona en busca de lugares desconocidos. Así descubren sitios abandonados que conjugan el valor histórico con la naturaleza. Una propuesta que surgió de casualidad y se volvió un hobbie. "Cada vez querés más", explican.
Por Hernán Kloosterman
Una simple vuelta en bicicleta fue el principio de todo. La recorrida por los alrededores de la ciudad resultó para un grupo de marplatenses el puntapié de una actividad que se volvió un hobbie y que los impulsó desde el primer momento a ir por más.
Los desafíos físicos se conjugaron con la curiosidad. Así, aquellos caminos rurales desconocidos se convirtieron en puentes para descubrir lugares y aspectos del paisaje que rodea a la ciudad que resultaban desconocidos.
De esta manera, el grupo de ciclistas de aventura descubrió sitios con diversos matices dentro. Algunos de ellos, con valor histórico y otros, a simple vista sin mucho para destacar, pero que despertaban la curiosidad de conocer más detalles.
Iglesias abandonadas, lugares que encierran misterios, sitios que están rodeados por leyendas, o simplemente la naturaleza: arroyos, senderos, plantas y animales autóctonos.
En todas estas aventuras los diferentes caminos y senderos juegan un rol fundamental. Es que al recorrerlos se alimenta el deseo de descubrir más cosas.
Fernando Blanco es el que dio el primer paso para armar los grupos y admitió que la primera vez que salió, fue simplemente “a dar una vuelta”.
Actualmente tiene 63 años y hace cuatro que, por razones físicas y del cuidado de la salud, empezó a andar en bicicleta con frecuencia.
“A medida que uno va andando, empiezan a aparecer los caminos y te quedás con ganas de más. Empezás a investigar, a buscar lugares, caminos alternativos. Y eso te lleva a sitios que no conocías ni habías escuchado nombrar”, cuenta.
La tecnología se convirtió en un aliado. A través del satélite y de distintas aplicaciones empezaron a descubrir nuevos parajes y cómo llegar a ellos.
También, el deseo de saber más los llevó a investigar en internet o en simples charlas con lugareños sobre la historia de algunos lugares. “Tengo 63 años y estoy descubriendo cosas que no sabía que existían porque vivía arriba de un auto”, sintetiza Blanco.
Un imponente paisaje de canteras captado durante una de las incursiones de los “Los Crazy Biker’s”.
Misterios y leyendas
El Monte del Cura, donde están los restos de una capilla abandonada, en el partido de Balcarce, fue uno de los puntos visitados por el grupo de marplatenses.
La historia cuenta que un cura jubilado se radicó en el lugar, construyó su casa y plantó árboles que luego formaron un monte. Era muy respetado por los vecinos, quienes lo proveían de verduras de estación y otros alimentos.
La leyenda dice que un atardecer, al cura se le apareció la imagen de la Virgen de Luján, lo que generó un gran alboroto en el lugar. En honor a su aparición, el sacerdote levantó una capilla de la que hoy quedan solo algunos restos.
El final de la historia alimenta más la leyenda. Un domingo no hubo misa y el cura desapareció del lugar. Una versión indicaba que se suicidó. Pero el cuerpo nunca apareció.
La historia más creíble cuenta que el cura se enfermó y de urgencia fue trasladado a Buenos Aires donde falleció meses después.
Otro lugar recorrido por el grupo de marplatenses es un camino que va hacia Balcarce y que tiene como punto de llegada un árbol quemado.
La leyenda cuenta que allí se encontraba una pareja de amantes, en una noche tormentosa y la caída de un rayo mató a la pareja y quemó el árbol. En el lugar, hay una cruz de metal.
Fernando Blanco, Diego Miranda y Facundo Blanco, en el colectivo abandonado en un bosque.
Micro abandonado
Un colectivo abandonado en medio de una plantación y con la vegetación completamente adentro del mismo también llamó la atención de los marplatenses. A simple vista, no parece nada relevante pero la curiosidad de saber cómo llegó ese vehículo al lugar llevó al grupo a buscar más información. Según pudieron averiguar, se trata de un colectivo utilizado en una de las campañas de cosecha en la zona de Otamendi. Por razones que se desconocen, el vehículo quedó abandonado y el paso del tiempo hizo que la vegetación creciera en el mismo.
La atracción de La Copelina
La Estancia La Copelina, donde funcionó una embotelladora de agua mineral que quedó abandonada hace décadas, es otro de los lugares de difícil acceso al que lograron llegar.
Está ubicada a 38 km de Sierra de los Padres y a 58 km de Mar del Plata y fue fundada el 10 de enero de 1931. Se estima que en 1960 la embotelladora cerró sus puertas y quedó abandonada.
Las canteras de Batán, el “bosquecito”, de la Laguna de los Padres, los senderos en las Sierras, la iglesia ortodoxa rusa, y el arroyo Lobería son solo algunos de los puntos que suele visitar el grupo.
El árbol quemado, en el final de un camino cercano a Balcarce, encierra una leyenda asombrosa.
“Lugares raros”
Laura Holzmann es otra de las ciclistas que decidió salir a descubrir lugares. “Soy curiosa, me encanta ir a lugares raros, distintos y conocer”, le explica a LA CAPITAL.
La marplatense también visitó el colectivo abandonado y contó que luego del descubrimiento se convirtió en un lugar elegido por muchos ciclistas de la ciudad.
“Uno de los chicos conocía un micro abandonado y con el grupo que estaba, llevé un montón de gente. Tuve que hacer más salidas porque había más gente que quería ir y y hoy es uno de los destinos preferidos por los ciclistas de Mar del Plata”, sostiene.
Otro punto que destaca Laura de sus recorridos es la visita a un hotel abandonado que está luego de Mar Chiquita. “Fuimos, pudimos entrar y estuvimos una hora pero después nos pidieron que nos retiremos”, recuerda.
Además, destaca la necesidad de buscar nuevos destinos para romper la monotonía y destaca diferentes recorridos por los senderos del bosque energético de Miramar o de Mar del Sud.
“El tema es que estamos cansados de hacer siempre lo mismo y le buscamos algún ingrediente para que no sea siempre igual”, cuenta la referente del grupo “Los Crazy Biker’s”.
Tras señalar que el “árbol quemado” también se convirtió en un lugar elegido por muchos marplatenses, Laura remarca que el desafió es “hacer cosas distintas porque llega un momento en que los caminos son siempre los mismos”. “Donde me dicen de un lugar medio raro, voy”, completa.
El puente del arroyo Lobería, un lugar cercano de Mar del Plata pero poco visitado.
Fotos para guardar
Cada aventura está acompañada por un registro de imágenes. “Te convertís en fotógrafo y empezás a documentar todo”, cuenta Fernando Blanco y agrega que al contar las experiencias, se suma más gente y se empiezan a armar nuevos grupos.
El factor climático se tiene en cuenta a la hora de planificar cada salida. “Organizamos en función del viento. Si está del sur, vamos hacia el sur para volver con el viento a favor”, afirma.
También destaca la camaradería que se logra en el grupo y con ciclistas de localidades vecinas con los que comparten la actividad y disfrutan de los encuentros.
“Se van juntando experiencias y lugares. Encontrás cosas históricas que no conocías. Empezás de a poco y cada vez querés más”, señala y se despide con la mirada puesta en la próxima aventura.
Los restos de una capilla en “El Monte del Cura”, lugar que encierra más leyendas que certezas.
Una incursión en la iglesia abandonada
Las paredes de lo que alguna vez fue un templo católico es otro de los puntos que suele visitar el grupo marplatense. Se trata de la iglesia San Eustaquio de Aristizábal, ubicada en el kilómetro 350 de la Autovía 2 cerca de Vivoratá.
El templo, afectado por viento e inundaciones, encierra una larga historia. En las estancias La Micaela se construyó una iglesia, por orden de Micaela Urbistondo de Aristizábal, que fue la primera que hubo en Vivoratá.
La Iglesia San Eustaquio fue levantada a partir de un deseo personal de quien fuera dueña de la citada estancia, doña Micaela Ugalde de Aristizábal, de vocación religiosa, que decidió su construcción en homenaje de quien fuera su esposo, don Eustaquio Aristizábal, fundador de la estancia.
El abandono y los temporales convirtieron en ruinas la bella iglesia levantada en 1911.
El templo se inauguró el 20 de enero de 1911 con el nombre de San Eustaquio y los padrinos de la inauguración fueron Emilio Cantero y Micaela Ugalde Aristizábal, según reseñó el historiador de Mar Chiquita, Juan Carlos Azzanesi.
El cura del momento creó una escuela donde se le enseñaba gratis a los niños del lugar.
A la iglesia, que ahora está en ruinas, “iba toda la gente del campo y de Vivoratá, se hacían misas todos los días. Pero luego se inauguró otra iglesia en Vivoratá y la de San Eustaquio no tuvo más sentido” porque estaba muy lejos.
La muerte de Micaela, el desuso y una serie de inundaciones marcaron el final de este bello templo de estilo gótico con sus tres naves e igual número de hermosos altares.
En el subsuelo se construyó una cripta con seis nichos donde reposaron los restos del matrimonio hasta su traslado al cementerio de Coronel Vidal.-