Ana Fontán propone un viaje por los tangos y la música popular argentina en el marco de los cincuenta años del nacimiento del café concert en Mar del Plata. Está con Luis Reales y Alejandro Veroutis.
Quedan dos oportunidades para ver, en el Teatro Provincial de Mar del Plata, “Fontango“, el espectáculo creado, dirigido y protagonizado por Ana Fontán, en homenaje a las glorias del tango y la música popular argentina y, en coincidencia con la llegada, hace 50 años, del formato del café concert a Mar del Plata.
Las funciones serán este miércoles, 21 de febrero y el 28, a las 22, en el Teatro Provincial.
“Son la últimas funciones en Mar del Plata porque viajo en marzo a Europa al Festival de Tango de Granada, España, en el cumplimiento los 30 años de su creación, por medio de un concierto de Morir y vivir en Buenos Aires, versión estreno, que voy a presentar en el cierre del festival, junto al director de la fundación Piazzolla”, relató Fontán.
La actriz, cantante, directora, escritora, productora y coach está desde la primera semana de enero en Mar del Plata, con este espectáculo con el que “tuve el honor de realizar la apertura del icónico Teatro Provincial cantando parte del repertorio de este concierto íntimo”.
Responsable de la compañía Fontango, en agosto del año pasado estrenó “Morir y vivir en Buenos Aires”, homenaje a Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, estrenando en el Festival de Tango de Buenos Aires. Contó con los apoyos de las “Fundación Piazzolla”, “Flia. Ferrer”, Academia Nacional del Tango, Warner Chappell, Ccgsm y auspicio del Ministerio de Cultura de Buenos Aires con motivo de la preservación de la cultura y el arte y el tango, patrimonio de la humanidad.
A través de Fontango, Fontán realiza espectáculos artísticos y culturales, que tienen el objetivo de preservar el patrimonio cultural del tango y expresiones relacionadas con el arte musical, interpretativo, poético, coreográfico, del genero popular argentino e hispano.
Se vale de formatos musicales, concerts, teatrales, discográficos, audiovisuales -cinematográficos y televisivos-. Uno de los principales objetivos es continuar el legado de los grandes autores y compositores, y hacer perdurar la cultura que han creado nuestros antecesores viva en el tiempo y difundir a los nuevos jóvenes exponentes.
En este caso, este homenaje en el marco de los 50 años del nacimiento del café concert en Mar del Plata, destaca, en un recorrido íntimo, los temas inolvidables, aquellos que han formado parte de históricos filmes, obras de teatro, café concerts y music hall nacionales, de autoras como por ejemplo María Elena Walsh y Eladia Blázquez, e interpretes como Tita Merello, Libertad Lamarque, Ada Falcón , Nelly Omar, sumado a textos de la autora Ana Fontán, quien evoca historias sobre estas personalidades.
Para Fontán es una “misión” preservar el patrimonio cultural del tango y en este espectáculo, Alejandro Veroutis, la acompaña realizando un repaso sobre los 50 años del café concert en Mar del Plata. En el piano acompaña el reconocido músico marplatense Luis Reales.
Hace cincuenta años llegaba desde Buenos Aires un género que había nacido en mayo de 1966 y al que se bautizó como “café concert”. Era un género irreverente y “políticamente incorrecto” a fines de los años 60 y durante la década del 70 fue furor en el público argentino y allí se consagraron las hoy grandes estrellas del humor y la música argentina.
Hacia mediados de 1966, en una suerte de “casa-conventillo” a metros de la Avenida del Libertador, nacía un espectáculo que marcaría un antes y un después en la historia de un genero teatral argentino: “Help Valentino” protagonizado por Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle, Edda Díaz y Nora Blai; y dio comienzo a una leyenda que a mediados de 1967 se inmortalizó llegando a ser portada de los diarios y revistas, y en el verano de 1968 llegó a la ciudad Mar Del Plata pero con un carácter “internacional”.
El café concert revolucionó una época como lo fue “el mayo francés” del 68, y en la argentina fue un fenómeno social y cultural ya que intelectuales, aristócratas y hasta políticos se peleaban por acceder a ver esos espectáculos que se representaban en sótanos y lugares “poco confiables”.
En un ámbito reducido, donde no cabían más de 100 personas y frente a un pequeño escenario, se asistía a una suerte de ritual “artístico, político y cultural”.
Alrededor de una mesa y cuatro sillas, gente que no se conocía entre sí, se sentaba en esa suerte de café bar sin demasiadas pretensiones mientras disfrutaba de una copa de champagne, de whisky o un trago largo mientras escuchaba a desconocidos y a grandes artistas decir y cantar lo que nadie se atrevía a decir en su momento.