La banda estadounidense niega que el viraje hacia el pop en "One more light" haya venido precedido por una estrategia comercial.
por Javier Herrero
Hace unos días Linkin Park, una de las bandas de metal de mayor éxito de las últimas dos décadas, recibía un botellazo en pleno concierto de un seguidor indignado con su último disco, “One more light”, un disco que, aseguran, “sorprende y no para bien en todos los casos”.
“Cuando publicamos ‘Meteora’ (2003) ya hubo algún mal gesto porque incluimos un tema más lento. Las críticas no son algo nuevo para nosotros”, reconoce la banda en una entrevista con EFE en la que se muestran conscientes de que su séptimo álbum de estudio purde provocar fuertes reacciones.
Este fin de semana el sexteto californiano lo presentó en vivo en Madrid ante más de 30.000 personas en la primera edición del festival de metal y hard rock Download Festival. Tocaron cuatro canciones nuevas (algunas menos que en los bolos previos) y no hubo ni incidentes ni abucheos, solo música.
“Si te fías solo de lo que sale en internet pensarás que todo está siendo una locura, pero no es así. El otro día tocamos detrás de Slayer y la gente cantó las nuevas canciones, incluida ‘Invisible'”, aseguran, tras citar uno de los cortes más bucólicos de su más reciente álbum.
La producción, que corrió a cargo de Brad Delson y Mike Shinoda, miembros del grupo, choca frontalmente con sus discos anteriores, especialmente con los que los convirtieron en referencia del nu-metal, el citado “Meteora” (2003) e “Hybrid Theory” (2000), el debut a cargo de una banda más vendido en la historia de Estados Unidos.
“Nunca nos han preocupado esas combinaciones de palabras. Conforme nuestra carrera ha progresado, las fronteras entre géneros se han difuminado para nosotros. Yo no escucho música en términos de estilos, sino que me dejo llevar más por mi estado de ánimo”, afirma Shinoda.
Su compañero David Farrell, el bajista más conocido como Phoenix, añade que ese estado de ánimo de cada momento es lo que se filtra a cada uno de sus discos, en los que por momentos se apartaron de esa línea nu-metal (“Minutes to midnight”, 2007) y pasaron a una fase más experimental (“A thousand suns”, 2010) u otra más electrónica (“Living things”, 2012).
“En los últimos 20 años hemos evolucionado mucho. Con ‘Hybryd Theory’ tenía 23 años, mucha rabia e intentaba entender mi lugar en el mundo, pero ‘One more light’ tiene más que ver conmigo como padre, como marido, con lidiar con la muerte de mi madre o el sentimiento de abandonar a mis hijos cada vez que salgo de viaje”, explica Farrell.
Eso no significa que se hayan desconectado de viejos éxitos como “In the end”, “Papercut” o “Crawling”. “Aún nos gustan esos temas. Cuando escribo algo, lo primero es que me guste a mí, pero no lo hago pensando: ‘Que le den a todo el mundo’. Esperas que al resto le guste en la misma medida. De la misma manera, cuando salto al escenario, no hago el espectáculo para mí. Gran parte del directo es la interacción con el público y disfrutar con ellos”, señala.
Ganadores de dos premios Grammy y responsables de haber vendido 68 millones de copias de sus discos, Linkin Park es una máquina de acumular números 1. En su país lo han hecho en seis ocasiones de siete posibles, también con el último. Solo se les escapó el previo, “The hunting party” (2014), en el que retornaron al rock.
Para que conste, niegan que el viraje hacia el pop en “One more light” haya venido precedido por una estrategia comercial.
“Hay mucha gente que lo piensa, pero el dinero en la música en estos días está en las giras. ¿Cuándo fue la última vez que alguien se compró un disco? El dinero no está en vender álbumes, vale más tener un disco que garantice giras enormes y, en ese sentido, nosotros siempre deberíamos hacer discos de rock”, argumentan.
EFE