por Natalia Kidd
Con un contundente triunfo en las legislativas, Elisa “Lilita” Carrió consolida su poder como figura del oficialismo, al que llegó como aliada tras fallidas alianzas con otros espacios, tres intentos electorales para ser presidenta y un rosario de denuncias contra la corrupción.
Con el 99,73% de las mesas de votación contabilizadas, Carrió lideraba los comicios para diputados nacionales por la Capital con un 50,93% de los votos, casi 30 puntos por delante del kirchnerista Daniel Filmus.
Carrió, líder de la lista de candidatos a diputados por Vamos Juntos, el espacio del oficialista frente Cambiemos, ya había dado señales de un arrollador triunfo electoral cuando en las primarias de agosto pasado fue la más votada, con un 50,13% de los sufragios.
Lilita, como se la conoce popularmente, tiene 60 años y nació en la ciudad de Resistencia, capital del Chaco, en una familia militante de la Unión Cívica Radical (UCR).
Se graduó como abogada en 1978 y desarrolló su carrera profesional en el Poder Judicial del Chaco y en el ámbito académico.
“Yo amo la verdad y la justicia. De chiquita yo quería ser ‘abogadora’ y en la vida esa vocación terminó siendo lo que soy. Yo acuso porque defiendo un pueblo. Cuando acuso es porque alguien le está robando al pueblo”, aseguró Carrió.
Su ingreso al ruedo político se debió a que su padre, Rolando Carrió, dirigente del radicalismo chaqueño, enfermó de cáncer en 1994 y el partido le pidió a “Lilita” que tomara su lugar entre los candidatos para participar en la Convención Constituyente de ese mismo año.
En 1995 fue elegida diputada nacional, cargo que ejerció hasta finales de 2003.
Desde el Parlamento, Carrió planteó una dura oposición al gobierno de Carlos Menem (1989-1999) y fue una de las gestoras de la alianza entre la UCR y el Frente País Solidario (FrePaSo) que llevó a Fernando de la Rúa a la presidencia de Argentina en 1999.
Desencantada de esa gestión, en 2001 fundó Afirmación para una República Igualitaria (ARI), fuerza de centroizquierda al que se adhirieron exradicales, militantes del FrePaSo y exsocialistas.
En 2003, como candidata de la Coalición Cívica ARI y primera mujer en postular a la Presidencia argentina, logró apenas el 14,05% de los votos.
Dos años después fue elegida diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires, cargo que desempeñó hasta marzo de 2007, cuando, tras fracasar en un intento por aliarse con sectores de centroderecha, pactó con el socialismo para competir por las presidenciales, elecciones en las que obtuvo un 24% y fue derrotada por Cristina Fernández.
Volvió a la Cámara Baja en 2009 y en 2011, por tercera vez, compitió por la Presidencia, con un estrepitoso 1,82%, otra vez a manos de Fernández, contra cuyo Gobierno impulsó varias denuncias judiciales por presunta corrupción.
“Yo tengo época de leprosa y época de exitosa. Ahora creo que soy una atracción turística”, dijo en una reciente entrevista la diputada, que goza su momento de gran popularidad.
En 2015, como líder de la Coalición Cívica, se alió a la UCR y la conservadora Propuesta Republicana (Pro) de Mauricio Macri para conformar Cambiemos, el actual frente gobernante.
Aunque defiende a Macri, Carrió no tiene pelos en la lengua y no ha escatimado críticas a ciertos personajes del entorno presidencial, lo que la pinta como una oficialista muy singular.
Siempre bronceada, vestida de colores llamativos, Carrió se ve a sí misma “divina”.
“No tengo ni una arruga. No sé si es la gordura o la hinchazón”, dice la dirigente, que fue reina de belleza a sus 14.
Contrajo su primer matrimonio a los 16 con un hombre diez años mayor, con quien tuvo un hijo, y se divorció a los 18.
De su segundo matrimonio, también roto, tiene otros dos hijos, pero crió como propios a otros cinco de su segundo marido.
Confiesa otros dos proyectos de boda, pero dejó a los pretendientes una semana antes de casarse. Pinceladas de vida de una mujer que no pasa desapercibida por la cambiante y turbulenta arena política de Argentina.
EFE.