Por Dr. Christian Hooft (*)
El 28 de mayo la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito nuevamente presentó su proyecto de ley denominado de “Interrupción voluntaria del embarazo”, al que humildemente me atrevo a llamar como proyecto de Ley de Invisibilidad de la Persona Humana.
Durante siglos la humanidad ha trabajado para reconocer los derechos inherentes a la persona humana que se han podido plasmar en normas de raigambre constitucional, como la Convención Americana de Derechos Humanos o la Convención Internacional de los Derechos del Niño, incluyendo el más fundamental de todos, que es el mismo derecho a vivir.
Sin embargo, este proyecto de ley, desconociendo toda norma jurídica vigente, pretende invisibilizar completamente la existencia de un ser humano en el vientre materno antes de su nacimiento.
En efecto, usando argumentos como que solo se trata del cuerpo de la mujer, a quien también llaman “persona gestante”, desconocen e invisibilizan al niño por nacer, haciendo de cuenta que su cuerpo y sus latidos cardíacos no existen.
Se ignora la genética, la biología y hasta las mismas neurociencias que comprueban la identidad y los sentidos de esa criatura humana en formación.
No solo permite el aborto de manera discrecional hasta la semana 14 de gestación, sino que lo autoriza hasta el mismo momento del nacimiento para el caso de aducir el solo riesgo en la salud social de la madre o ante una simple declaración de violación, invisibilizando también la existencia de un violador, que debería ser denunciado y perseguido por la justicia (Arts. 1 y 4 del proyecto).
En dicho proyecto, se coloca a la voluntad discrecional de la “persona gestante” por encima del derecho a la vida del otro ser humano en gestación. También se invisibiliza al padre biológico de ese ser humano, como si no existiese. Ni siquiera se usa la palabra “madre”, a quien también se la invisibiliza en todo el proyecto.
El proyecto establece la obligatoriedad de la enseñanza del aborto en todos los niveles de la enseñanza escolar, pública y privada, y como si fuera poco le agrega la enseñanza de la ideología de género, incluyendo por supuesto el género no binario en los niños, buscando influenciar así en la construcción cultural y social de las nuevas generaciones, normalizando esta conducta antijurídica. Se pretende que la maestra o el maestro no solo enseñe lengua y matemática a los niños, sino también cómo abortar y que los pueda contener y apoyar en la decisión (Art. 12 del proyecto).
Se invisibiliza así a los padres de esos niños, que no pueden elegir el tipo de educación para sus hijos de acuerdo a sus valores y creencias (tal como lo garantiza el Art. 26 inc. 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos). Se ignora ese derecho y se les impone una educación sin fundamento científico y jurídico. Tampoco pide su consentimiento cuando el niño cumple los 13 años, y aun antes de esa edad tampoco lo requiere, bastando el consentimiento de cualquier adulto responsable (Art. 9 del proyecto).
Además fija pena de prisión para los profesionales de la salud que obstaculicen estas prácticas y ni siquiera menciona la posibilidad de realizar objeción de conciencia. Por lo tanto, también este proyecto invisibiliza a los médicos y profesionales de la salud que no estarían dispuestos a terminar discrecionalmente con la vida de otros seres humanos (Art. 14 del proyecto).
Jamás la solución podría ser privar del derecho a la vida de seres humanos en formación. Tampoco es aceptable mirar para otro lado y no hacer nada frente a la realidad social que vivimos. Se deben defender las dos vidas en toda su amplitud: física, social y espiritual.
(*) Pastor y abogado. Miembro del Consejo Directivo Nacional de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera).