Por Jorge Raventos
Fue una buena semana de trabajo de las fuerzas del cielo. El Gobierno venía de una semana que muchos calificaban como “la más complicada del semestre” de presidencia de Javier Milei, signada por la dura derrota por la actualización previsional en la Cámara de Diputados, la trepada del dólar financiero, el aumento de la tasa de riesgo país, la renovada necesidad de vender dólares de las reservas.
Desde el miércoles, por el contrario, parece haber inaugurado un ciclo opuesto: tiene al fin la ley que quería (aunque todavía falte la última vuelta de tuerca en Diputados), el Indec dio la buena noticia de un índice inflacionario no solo más bajo que el del mes anterior, sino el más bajo de los últimos dos años (4,2 por ciento). Además, China aceptó el roll over del swap de 5.000 millones que había concedido a la Argentina con el gobierno anterior.
“Si no salía…”
Después de la derrota sufrida dos semanas antes por el Gobierno en Diputados, cuando una amplísima mayoría del cuerpo (dos tercios de los presentes) aprobó una recomposición de los haberes jubilatorios que demandaría casi medio punto del producto interno bruto, la sesión del Senado del reciente miércoles se había convertido en una instancia crítica decisiva.
Es que aquella pulseada perdida, como se apuntó en este espacio, había “agravado la inquietud de los mercados y la incertidumbre sobre la capacidad de gobernar de Milei”. El Congreso, y no el Ejecutivo, fijaba las reglas en un punto determinante del programa fiscal. El poder presidencial se exhibía muy abollado. En esas condiciones, si el Senado rechazaba el reciente miércoles la versión (ya notablemente desflecada) de la ley Bases girada con media sanción por la Cámara de Diputados, la impresión de ingobernabilidad que se estaba engendrando habría quedado ratificada. Como resumió Carlos Melconián con su habitual irreverencia, “si no salía estábamos en un quilombo”.
El Gobierno emergió del desafío con un éxito que lo alivió y lo estimuló. Después de seis meses de tropiezos, desde las primeras horas del jueves 13 puede ostentar una ley que, aunque por momentos simuló menospreciar (síndrome de la zorra y las uvas), consideraba indispensable para poner en marcha las reformas que ha elucubrado. Ahora el desafío no consiste en obtener el instrumento, sino en usarlo.
Los mercados apreciaron el cambio de situación: cayó el riesgo país, bajó el dólar paralelo (se achicó la brecha con el oficial), se valorizaron las acciones y bonos argentinos en Wall Street.
El logro obedeció, en buena medida, al cambio de sintonía que programó y elaboró Guillermo Francos, primero desde el Ministerio de Interior y últimamente como Jefe de Gabinete. Después de la primera caída parlamentaria, Francos se propuso aprender del fracaso. Se trataba- como se señaló aquí- de “comprender que el hiperpresidencialismo, el principal motor de la marcha del gobierno, había encontrado un límite y era indispensable articularlo con el aporte y participación de otros actores”. Había que hacer política, cerrar acuerdos, negociar y ampliar la base de apoyo que la ley necesitaba. A principios de mayo, registramos acá una expresión atribuida a “un colaborador de Francos” que ilustra el cambio de procedimientos que condujo al éxito del miércoles 12: “Más diálogo y menos trolls”.
Así el proyecto de ley Bases consiguió la aprobación, primero de los diputados y esta semana de los senadores. Es cierto que el procedimiento no ha concluido: en la medida en que algunos puntos del proyecto que envió la Cámara Baja fueron modificados en el Senado (por caso, se redujo el número de empresas privatizables, se rechazó la restitución del impuesto a las ganancias), Diputados debe volver a tratarlo, sea para admitir los cambios, sea para insistir en el texto que ya había aceptado. El Gobierno pretende volver en esos asuntos a lo que sancionó en primera instancia la Cámara Baja, algo que promete nuevas pulseadas. La mayoría de las provincias (no las patagónicas) aspiran a que se restablezca el gravamen a las ganancias, que es un impuesto coparticipable.
Que la aprobación de la ley en el Senado haya dependido del voto de desempate de la vicepresidenta Victoria Villarruel subraya lo cerca del precipicio que llegó a estar el proyecto. En rigor, destaca el fino trabajo realizado desde la jefatura de gabinete que consiguió soslayar la posibilidad de que opositores condescendientes se sumaran al bloque opositor de Unión por la Patria, tanto para negar quorum como para rechazar el proyecto de ley o desactivar algunos de los puntos que el Ejecutivo considera centrales (delegación de funciones, régimen de incentivos a las grandes inversiones) o para estimular ausencias en instantes concluyentes.
Se suele destacar que el oficialismo cuenta con un número mínimo de senadores. Eso resalta el papel jugado por la negociación para conseguir, en principio, el número necesario para que hubiera sesión y, en segundo término para que el proyecto terminara aprobado y se minimizaron los daños.
Para conseguir esos efectos, Francos autorizó concesiones y modificaciones en el texto que había llegado de Diputados, admitió reclamos de algunas provincias y pedidos de algunos senadores.
Francos, lo habíamos señalado en este espacio, consideraba que lo prioritario era sacar la ley, así fuera sacrificando más puntos de su ya adelgazado contenido. Tener la ley sancionada constituía una prueba de fuerza, indispensable para la credibilidad del gobierno. Eso no implica que éste renuncie a aquellos objetivos (el de las privatizaciones, por caso) , pero en lugar de arriesgar el hecho mayúsculo de la aprobación de la ley por un punto o dos, se reserva la insistencia para el nuevo paso de la ley por Diputados o para convertirlos en objeto de proyectos específicos de ley.
La política sirve
En cualquier caso, con la ley sancionada se apuntala la autoridad presidencial y se consigue suficiente terreno para que el gobierno ponga a prueba su capacidad de transformar y alentar las inversiones que permitan la tan ansiada reactivación económica “en forma de ve corta”.
Habrá que ver ahora si el “método Franco” (diálogo, negociaciones, eventuales concesiones, búsqueda de coincidencias), que ha mostrado eficacia es adoptado como propio por todo el gobierno. Parecería razonable que los mecanismos que funcionaron para sancionar la ley sigan operando para sostener la acción de gobierno. Que, ya conseguida la Ley de Bases, se mantenga la idea del pacto con los gobernadores, que fueron sostenedores insoslayables de la aprobación de la Ley.
Después de que la Cámara de Diputados modificó la actualización jubilatoria, el Presidente retomó su estilo de reacciones impacientes y furiosas contra la mayoría que dio media sanción a esa ley. Muchos de quienes sufrieron el ataque estaban entre quienes habían votado la ley Bases de la cámara baja (y habían sido celebrados por ello desde la Casa Rosada).
Más que el sube y baja de las apologías y las denostaciones, la gobernabilidad que se fortaleció el miércoles con el sostenido voto de media Cámara Alta, los desempates afirmativos de la vicepresidenta y la aprobación de la ley, necesita sostenerse con equilibrio constante una lógica de diálogo, negociación y respeto. En suma, con política.
En la reunión del G7, en un evento inédito en el que los líderes de las democracias capitalistas y también Javier Milei pudieron escucharlo y verlo en vivo, el papa Francisco reflexionó: “Política para muchos hoy es una mala palabra que recuerda errores, corrupción, ineficiencia de algunos políticos, a la que se añaden estrategias que buscan debilitarla, sustituirla con la economía o dominarla con alguna ideología”. Sin embargo -prosiguió-, “¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?¡No! ¡La política sirve!”. Un nuevo mensaje de las fuerzas del cielo.