Dice que escribió Fin de fiesta "entre lectura, cine y más música". Se trata de relatos y poesías que giran en torno a un presente cambiante: el encierro atraviesa las historias.
Observadora y crítica de las formas sociales, Laura Spina desanda el encierro obligatorio del 2020, la cuarentena, la aceptación y la vida puertas para adentro. Y lo hace en un libro de reciente publicación, “Fin de fiesta”, en el que amalgama la textura de la poesía con el ritmo rápido de sus relatos siempre en primera persona, como una testigo de lo que ve y oye, cuenta o recuerda.
“No puedo dejar de pensar en lo que pudiera haber sido. Viajar, viajar, viajar y quedarme varada. Llegar y volver, llegar y no poder volver, buscar o encontrar, pedir y no obtener. Dejar o intentar. Animarme a ver el hoy sin arrepentimientos”, escribe la autora en el relato que tituló Contingencias en tiempos de pandemia.
Spina es profesora de inglés, una mujer activa y sociable. “Estoy habituada a salir todos los días, a trabajar, a caminar o a hacer deportes, a juntarme mucho con amigos y grupos de estudio, a pasar tiempo al aire libre”, cuenta a LA CAPITAL. Por eso el tiempo de confinamiento lo vivió como una oportunidad para no caer en la desesperación, más bien la chance de encontrarse con ella misma.
Temas como la distancia, el otro, la otra, lo gregario, la soledad, el silencio y los sentidos aparecen en los relatos, que están fechados, en una suerte de diario íntimo, aunque no lo sea. Y cada relato también va acompañado por una referencia musical, una invitación de la autora a dejarse llevar por una determinada música y la lectura.
“Casi la mayor parte del libro se fue escribiendo durante los primeros meses de mayor encierro del año 2020”, confirma. “Estar forzada a la reclusión intensiva, como todos, fue un desafío incierto, demandante. Tener que aprender una nueva costumbre, buscar maneras extraordinarias, posibles, creativas, para no caer en la desesperación y además estar firme. Salir del dolor como se podía, también para ayudar con la palabra a quienes no lo lograban. Lo más sugestivo del momento vivido fue darme cuenta de que era necesario no tener miedo, sí cuidado, estar advertido, abrir los ojos para ver más; y sentir qué me pasaba para reaccionar. Entre lectura, cine y más música, se fue urdiendo Fin de fiesta”.
-¿Cómo definís tu estilo, es prosa poética?
-Sí, podríamos darle esa categoría. No hay un patrón formal como en un cuento; no me siento a narrar hechos, con la estructura tradicional, le doy mi rasgo para que haya relatos que remitan a historias comunes para fundirse en la de todos. Hay una prosa que busca transmitir sensaciones, impresiones; propongo hacer una lectura de estos textos en prosa, o de los poemas, dejándonos llevar hacia el reconocimiento de qué nos pasa al reproducirlos con nuestra voz como lectores. Estar alertas a lo que nos ocurre, percibir con todos los sentidos, advertir cómo lo escrito se entrelaza con las propias historias de vida.
-¿Por qué decidiste fechar cada uno de los textos? ¿Los relatos surgieron entre abril y julio de 2020?
-El libro comienza y termina con poemas escritos en el año 2018; antes de imaginar la pandemia y con un artilugio temporal del final abierto, desde antes. Luego y con fechas precisas, todo lo producido entre el 21 de abril – en pandemia pero sin la proyección de qué pasaría-, y el 24 de julio de 2020. En julio decidí publicar y entonces, allí se detiene metafóricamente el calendario. Desde marzo de 2020 asistí a un taller literario online con el Centro Hebreo Ioná de CABA, y la profesora nos daba consignas de producción; luego participamos del Mundial de Escritura con los compañeros del taller, más impulsos para crear. Seleccioné el contenido entre el material de esos días pautados y lo que iba surgiendo espontáneamente.
-La protagonista de tus relatos es una mujer gregaria que se ve obligada a convivir con el encierro, pero lejos de la queja se respira una cierta aceptación, una especie de “es lo que toca, vivámoslo”, hay una introspección. ¿Coincidís?
-Absolutamente. Decidí no asistir a la pandemia regodeándome en la desdicha; me gusta ver la posibilidad en medio de lo adverso; creo que es un entrenamiento que se puede encarar, con sufrimiento pero con decisión, con pasos lentos y a veces cansados, pero con entereza. Hay una introspección, una observación propia y del entorno. En el último poema digo: “Y entre la apariencia y la certeza, me quedo con la única expresión de mis huellas que se esmeran por avanzar.”
-Justamente el último poema, fechado en mayo de 2018, tiene frases que leídas bajo el actual contexto parecen premonitorias. Escribís : “Las almas se interponen, hay que detenerse, detener un motor, el auto, los pasos, la búsqueda…” ¿cómo lo explicás?
-Quizás sean premonitorias. Es lo enigmático del arte, en todas sus expresiones. Veníamos marchando a una velocidad inverosímil, y nos ponen el freno sin avisarnos. La vida insiste en darnos señales potentes. Me pregunto qué esperamos para reaccionar.
-¿Qué rol juega la música en cada uno de los relatos?
-Acompaña, completa, provoca y brinda insumo lingüístico y semiótico. En las madrugadas de escritura, a veces suena música casi imperceptible al oído para que no me distraiga y no despierte a nadie, ni siquiera a la inspiración, que trabaje sola en sueños; en otros momentos, suena fuerte como energizante. O pudo pasar que terminaba de escribir y buscaba una frase que remitiera a una música, a una película, y allí están siempre, en una amalgama hermosa.
-¿Qué postura asume la protagonista frente a su género: está dentro de “las mujeres que levantamos la voz”, como decís, o denuncia “el feminismo de trinchera”, como también señalás?
-No me gustan los extremos, porque remiten a más grieta. Levanto la voz femenina para que nos escuchen más, nos quiero en lugares protagonistas. Creo que el camino es de lucha seria, focalizada, dando herramientas a quienes tienen menos; promoviendo bienestar, pero no a cambio de más quiebre y separación. La trinchera me lleva a la guerra, a lo violento; mi postura va hacia el camino de la palabra, quizás es porque aún no la domino y trabajo en ello. La búsqueda de las mujeres me la imagino integrando espacios, posiciones; no pidiendo permiso para hablar, sino promoviendo la escucha con contenido y firmeza.
-Escribís que “son ocasiones raras, momentos en los que ves a la gente a través de la ventana de la vida”, ¿también aparece el extrañamiento frente a un presente inesperado?
-Así es, me encanta la observación, ver los movimientos del otro, otros, que son la alteridad. A veces puedo ser yo proyectada como en una película real. Este presente diverso y no planeado es ideal para este entrenamiento. Se abrieron muchas ventanas, hay que aprovecharlo.
-¿Por qué interviene una psicoanalista para explicar tus textos?
-Intervienen dos profesionales en las “resonancias”. Son personas cercanas. A ellas como a muchos amigos, profesionales, colegas, suelo enviar algunos escritos, para escuchar qué les pasa, y que me manden sus devoluciones.