No se quita años ni se cree en el pedestal: proclama sus cincuenta y dos con sabiduría. "¿Por qué los hombres se ponen interesantes y las mujeres se ponen decrépitas con el paso de los años?", cuestiona. Habla de amigarse con los errores, con las partes fallidas y se muestra vulnerable. "Todo me cuesta mucho", dice la actriz. Lo que viene: su personaje de María Marta García Belsunse en la serie "El crimen del country".
La única experiencia teatral que tuvo en Mar del Plata fue a mediados de los ´90, con una historia salida de la exitosa serie televisiva “Poliladron”. Era un momento de muchedumbres: “En esa época me pasaba que me costaban las multitudes de gente y acá había multitudes, nos sacaban del teatro con guardaespaldas y no la pasé bien, laburé pero no disfruté”, evoca Laura Novoa.
“En su momento, los productores me decían ‘sos divina pero sin tetas'”
Aquel fanatismo de los veraneantes que logró incomodarla en una ciudad de temporadas contrasta con los otros recuerdos, los de la infancia. “Eramos una familia de clase media baja, más baja que media. No íbamos de vacaciones a ningún lado, mis viejos no tenían un mango, pero cuando mi papá (el actor Pepe Novoa) venía a trabajar a Mar del Plata era el verano más maravilloso. Era como estar en Disneylandia, tres meses en el mar. Con mis padres fui muy feliz en Mar del Plata”, sigue.
Por eso, hacer teatro en estas costas es, para esta actriz prestigiosa que en 2022 coprotagoniza la comedia “Vamos a contar mentiras” (Teatro Carreras), “una asignatura pendiente”. “Dije ‘¡bingo!’ cuando me convocaron para esta obra”, relata a LA CAPITAL. Y cuenta que animarse a la comedia -el género que menos transitó en su enorme trayectoria- también se debe a la etapa de maduración que trajeron sus cincuenta y dos años.
“Esa actriz exitosa y tan seria que los otros ven no es tan así, todo me cuesta mucho”
“Hoy puedo decir ‘sí, tengo cincuenta y dos y está todo bien, no me suma ni me resta. No me tengo que bajar años, estoy feliz con los años que tengo. Creo que madurar es un derecho. ¿Por qué los hombres se ponen interesantes y las mujeres se ponen decrépitas? Es una locura que hay que deconstruir en las cabezas. Está bueno que podamos deshacernos de etiquetas que no sirven para la búsqueda del ser humano”, proclama, tan contundente como amorosa.
Abierta a nuevas propuestas, enamorada del Bosque Peralta Ramos y de las playas del sur, donde se conecta con el agua y los deportes acuáticos, Novoa no pierde oportunidad para agradecer. “Esta profesión te da algunos regalos: hacer una comedia es realmente un desafío personal, porque mi trabajo teatral es muy grande, pero no en comedia. Lo que me permite es poder probarme y aprender de mi director (Carlos Olivieri) y de mis compañeros (Marcelo De Belis y Darío Lopilato, entre otros), y que nos resulte y que vaya bien”.
El crecimiento lo grafica a través de los colores: “Descubrí un color más y es genial no solo porque me abre una posibilidad de laburo, sino porque me abre una posibilidad histriónica que me encanta tener”.
Y destaca el rol central que tiene la mujer en esta obra. “Es difícil encontrar una comedia en la que el rol de la mujer sea tan protagónico. No por el protagonismo en sí, porque todos los personajes lo son; no hay papeles pequeños ni grandes, sino actores pequeños o grandes. En general, en las comedias las mujeres somos más satélites” de historias que cuentan los varones.
Su personaje es el de una mitómana. “Tiene un desarrollo histriónico muy grande, al principio miente porque quiere y después está obligada a mentir para salvar a los demás”, adelanta en una entrevista en la que también cuenta cómo encara sus personajes, habla de la interpretación de María Marta García Belsunce para la serie “El crimen del country” y reflexiona sobre los mandatos que rigen para las mujeres en la industria del entretenimiento.
-Decís que tenés cincuenta y dos y que estás más madura. ¿A esto se vincula la elección de otros roles, como tu participación en “Cantando por un sueño” o haber llegado a esta comedia?
-Me parece que yo siempre me animé a lo nuevo. Hay algo que dice el feminismo: madurar con dignidad. En la época de la juventud, uno hace más fuerza por ocupar determinados espacios, por plantar bandera y ver qué clase de actriz querés ser, cuál es tu ideología, tu convicción y un montón de cosas. Yo hice mucho teatro, planté bandera ahí cuando se suponía que todos los actores tenían que estar en televisión para ser famosos y yo quería trabajar en el Teatro San Martín. Traté de explicar para el afuera que me encanta ser una actriz popular pero que quería manejar estas dos cosas, manejar algunos espacios. Lo que empieza a pasar (con la edad) es que empezás a ser menos prejuiciosa y no tenés que estar dando explicaciones. Me parece que ya a una determinada edad tu historia habla por vos y, entonces, eso te permite transitar algunos espacios con más libertad. Porque no son espacios que te representen totalmente, sino que vos te prestás para que en la paleta de la actuación tengas otro color, diferente, sin que sea ese el color que te identifique. Me parece que esta libertad te la da la madurez.
-Sabemos que sos muy obsesiva al momento de elaborar los personajes. Pero, ¿qué tanto? Por ejemplo, con Verónica Vega (de “Poliladron”), con Evita o con María Marta García Belsunce.
-Con respecto a los personajes ficcionales, tengo una manera de abarcarlos que tiene que ver con inventar esa personalidad o el alma. Como en Poliladron. No hay nada que me ate a la realidad aunque toda realidad es subjetiva, por lo tanto tiene que ver con una búsqueda desde un lugar que te puede dar el texto y las circunstancias del guión. Con respecto a los personajes que vivieron, es distinto. Me ha pasado con Eva, con “Mujeres Asesinas” o con María Marta ahora. Más allá de que cada una tiene características diferentes, tengo una manera diferente de abordarlos; (el proceso) tiene una pata más para sostener la mesa que podría ser la construcción del personaje. Aparecen las circunstancias políticas y sociales de esa persona y algo de material de la persona. Hablo con alguien que la haya conocido, alguien que la haya querido. Siempre que hago un personaje que vivió me da mucho respeto por esa persona que ya no está. Es una necesidad mía, que después no está en el guión, de buscar a alguien que la conoció y tratar de ser lo más fiel posible a lo que fue la persona. No hago una adaptación libre de lo que yo creo que fue, aunque siempre va a ser una adaptación porque yo no soy una imitadora, soy actriz. Pongo mi alma al servicio de. Trato de recaudar cosas sólidas de lo que fue esa persona, material visual, o de alguien que la conoció.
-¿Cómo fue el proceso de elaboración de María Marta García Belsunse? ¿Ayudó en la construcción del personaje el hecho de que la directora fuera una mujer, Daniela Goggi?
-Sí, totalmente. La directora, la productora y la asistente de dirección que hacen esta serie así como los actores -(Jorge) Marrale ‘and company’- son todos muy grosos. La visión de Daniela me ayudó. Tiene una visión sobre el libro que fue muy interesante, el libro es una gran crítica a los medios de comunicación y a cómo estigmatizaron y culpabilizaron a determinadas personas que pueden ser o no (culpables), nadie dice ni sí ni no, ni blanco ni negro. Lo que intenta esta ficción es abrir más preguntas, que el espectador pueda preguntarse sobre el caso y no cerrarlo, como fue lo que buscó la opinión pública. Es un policial muy interesante. Además, el caso muestra a los medios de comunicación cómo operan en el inconsciente de las personas y uno puede, a partir de eso, hacerse más preguntas.
-¿Es diferente cuando un equipo de producción está formado por mujeres?
-Me declaro feminista y tengo determinada posición política con respecto a estas cosas. Nunca tuve ninguna situación de abuso de ninguno de los productores con los que he trabajado. Sin embargo, es tan cómodo trabajar entre mujeres, me siento como en manada. No sé por qué, creo que en realidad el feminismo hace bien a las mujeres y a los hombres. Hay algo en los hombres de poder deconstruirse y de poder buscar su parte más blanda. A mí (el feminismo) me ayuda mucho a investigar y a laburar con errores, a poder poner los errores arriba de la mesa, los miedos, lo más blando, no estar trabajando para un resultado, sino para una búsqueda. Eso me lo dio la madurez o Daniela (Goggi) o trabajar con mujeres. Eso es lo que sentí en el proceso de grabación de la serie, una gran contención ante la duda y las búsquedas. Creo que esto es algo que viene fluyendo en mí, esta cosa de empezar a hacerse amiga de los errores, de las partes fallidas, de lo que uno no sabe, de lo más blando. La sociedad está ayudando a eso.
-¿Te referís a la confesión sobre tu dislexia que hiciste en el “Cantando”?
-Creo que eso se dio en un lugar bastante hostil. Ahí no había alguien que te abrazara, era un lugar más fuerte. Haber hablado de la dislexia fue una manera de poder completarme. No le resta a la actriz prestigiosa o no, o que llegó a determinados lugares. Más allá de todo eso, me interesa que se vea que fue producto de un esfuerzo y que el esfuerzo también es un don de trabajo. Todos podemos lograrlo amigándonos con las partes fallidas, porque a veces en las partes más fallidas es donde está el don. Ser replicadora de este mensaje, poder haberlo puesto en palabras ayudó a mucha gente y me ayudó a mí. Esa actriz exitosa y tan seria que los otros ven no es tan así. Todo me cuesta mucho, porque de lo contrario, le vendemos a los jóvenes el producto envasado del éxito.
-En una entrevista reciente, la actriz inglesa Ema Thompson habló sobre la exigencia que viven las mujeres en el mundo del cine. Dijo “a las mujeres nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestros cuerpos”. ¿Qué pensás de esa frase?
-Me parece que en mi juventud se esperaba de una protagonista de novela que se maquillara y produjera y tuviera las tetas divinas y grandes. Y yo era lo que era, a cara lavada. Eso terminó siendo una posición política de no ponerme tetas; en su momento, los productores me decían “sos divina pero sin tetas”. Y decís “¡qué loco, qué necesidad de un afuera diferente del que somos!”. ¿Por qué voy a dar esa imagen de que si sos una mujer fuerte y sexy, tenés que tener tetas y culo y ser rubia y estar maquillada de peluquería? No. Y sí si te dan las ganas de que sí. A esto, a la hegemonía de los cuerpos, ahora le podemos poner palabras, pero hace unos años no le podíamos poner palabras. Esto ha cambiado. Cuando yo era joven no era así, era una cosa de rebeldía (personal), casi una bandera.